REPERTORIO AMERICANO 109 Romance como espada José Rubén Romero sus brazos junto a tus brazos ánimo te inspirarán; y mordida por el fuego tu camino seguirás.
Brazos que erizan fusiles los ecos azuzatán, y en el triunfo amanecido tampoco descansarán.
Se anudará en torno tuyo desposeída her mandad, y el oscuro fanatismo por siempre abandonará tierras que ensanchan los sueños de una libre humanidad.
China, que en la aurora te alzas, la vida conquistarás!
Este no es un romance que embrida las palabras. Es un grito que busca tajar como una espad Se me raja el silencio que padece la patria donde el dolor se yergue sobre tierras que sangran.
Entre arroyos de azúcar el hambre se desata, y en las vegas tendidas con anchura de plazas, no es riqueza el tabaco sino a modo de trampa donde yace el guajiro que el terruño trabaja.
En colchones de piedra duermen hombres que manan para los millonarios torrentes de abundancia, pero sus bocas secas como una llamarada no gustan la alegría pero si la desgracia!
Tuberculosis, lepra asedian la morada del pobre que no puede ya ni arrendar el alma. hay mujeres que olvidan el amor, pues no sacia la tortura infinita de la desesperanza.
El desamor que crece y el corazón trabaja está sembrando el campo con raíz de venganza. el dolor hecho fuerza tumbando las distancias, a los pobres del mundo pone en pie de batalla.
Este no es un romance que embrida las palabras, sino grito que busca tajar como una espada!
Resta de pan Adolfo Merino Romance americano del judío eterno Te doy la mano, guajiro, frente al pródigo espigal que finge entre palmerales, tierra adentro, rubio mar.
Sólo rozas, sólo siembras, sólo ganas tu jornal, y en tanto cierras los puños muerdes languido cuitar. por qué restan los ociosos la fuerte savia del pan. Campo arriba, campo abajo, diciendo al cañaveral cuentas largas como grillos, mientras aguarda el jornal, el campesino modula tioso interrogar. Dígasme tú, buena moza que habitas en la ciudad, por qué a los que el surco labran el ocioso merma el pan?
Tu palabra estriada en sangre, para ascender, César Tiempo, abre minas en el alma y en latitudes de anhelo cabalga de siglo en siglo sobre los hombros del viento.
Ardiente soplo de Biblia se te cultiva en el cuerpo.
En tus labios, en tus ojos, en tu altitud de porteño brasas de pasión caldean la sangre de tus abuelos.
Bajo tus palabras nuevas un espiritual imperio de puro amor aposenta relámpagos de misterio, sobre atmósfera enfeudada en dimensión de recuerdo.
Dolor Ricardo Riaño Jouma Dolor que en el campo crece y con lágrimas abona el del alma fruto alegre.
Dolor que la tierra nutre, y alianza perpetua mece de suelo y sangre guajiros destino es que apunta siempre.
Dolor de los amos duros que usurpan trigo y albergue al hombre del campo es río de angustia que a diario crece.
Cuando de tí, campesino, dolor que es cosa celeste desborde, con recio mimo y mudo orgullo, reténle hasta volverlo justicia.
Justicia que en ti amanece para hacer de vida obscura mañana triunfal y alegre, en la que enraice la dicha segura en la tierra leve! en nostalgia voluptuosa agobiada de tu sueño, sorprendes al sol bajando a la tierra de tus muertos.
El amanecer del Plata resuena de himnos perfectos; himnos que alzan aluviones genésicos y fermentos emancipados de oprobios y firmes nudos de hierro.
Hombres de todas las razas libres del obscuro miedo adelantan por los mares y ascienden cálidos cerros.
Aquí de la judería manan verticales sueños, y en paz se elevan los chorros que trabajan el silencio, alejados de pogromes y nazis fusilamientos.
Baile de mozas judías en horizontes de incendio se empina sobre los Andes en busca de compañeros. en consigna espiritual. hoja de álamo en el vientodramático y donairoso cantas fino, César Tiempo!
Gente antigua de los salmos le duele a tu sentimiento, y para América amasas libre de locura y miedola canción de los hermanos que cueces en los luceros.
Barbados hombres que un dia abandonaron los ghettos. dejan escuchar el grito de su bárbaro tormento que permanencia le otorga a tu poético reino.
Clamores de juderia desde el hondón agorero de tu vida encienden bosques de místico pensamiento.
Las angustias del cristiano, los sentires del hebreo a Sabadomingo rigen con sutil acoplamiento.
ISA CARABALLO Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica