Enrique EspinozaJosé María ZeledónSubversive

1Repertorio Americano SEM NA RIO DE CULTURA HISPANICA Tomo XXXVII San José, Costa Rica 1940 Sábado 26 de Octubre Nº 23 Año XXI No 903 Contenido: Pedro Julio Mendoza Bruce Carlos Luis Sáenz Dr. Solón Núñez Alfonso Reyes 12 de Octubre subversivo Fiesta de la Raza. La raza. El gran equívoco Raza o cultura Raza, grillete El crisol La experiencia americana ¿Existe una literatura hispanoamericana?
Un castellano leal Siguen otros testimonios Antonio Machado Leopoldo Lugones Fernando Ortiz Benjamin Jarnés Horacio Quiroga Archibald MacLeish Sanin Cano Brenes Mesén Varios Libro inédico Versos nuevos Acerca del proyecto de Universidad De sastrería poética Noticia de libros Ecos de la celebración del Día de la Patria Nuevos principios de Derecho Internacional Público Pequeños poemas Carta abierta España a la luz de su Presupuesto José Maria Zeledón Rivera Reyes Myriam Francis Ernesto Lizárraga Fischer 12 de Octubre subversivo (Recortes y testimonios enviados por Enrique Espinoza, en Santiago de Chile, setiembre de 1940. Fiesta de la Raza. Es la 24 parte de Mairena póstumo. En el Nº XXI de Hora de España. Barcelona, setiembre, 1938. modesta, que no puede pasar del siglo oceno. Por qué, mucho menos, recordar la más reaiente todavía del castellano leal, el conde de Benavente que incendió su palacio por haber albergado al condestable de Borbón? El conde de Benavente dió, en efecto, una lección de españolismo a Carlos de Gante y a los flamencos que lo acompañaban, poniendo la lealtad a la patria por encima del interés y del éxito. Porque el condestable de Borbón no había traicionado a España, sino a su propio rey y en avor de España. Acaso el buen conde se adelantaba a Calderón, pensando que el traidor no es menester siendo la traición pasada.
Es la tercera Fiesta de la Raza que cele para que nos obliguen a pensar en las virtadies bramos en plena guerra, la tercera vez que el y en el valor de su ilustre abuelo. Recerciemos destino nos pone en el trance oficial de hablar que si la jura de Santa Gadea fué cosa del de nuestra raza en plena guerra. En verdad que Cid y en esto parece que la historia coufirma no puede haber tema que sea más nuestro y, plenamente la leyenda el hecho nos presenta por ende, más de todos los días. Pero en el de a Rodrigo, en primer lugar, como un campeón hoy ha de tener una significación obligada de la ética universal, y, en segundo, como un mente más aguda. Sin embargo.
modelo de lealtad a su patria, al pueblo bur¡Fiesta de la Raza! Nuestros enemigos la galés, cuyo mandato supo cumplir a costa del celebrarán también el mismo día. La Retórica, destierro. Ellos en cambio, aparecen como los o arte de conmover, deleitar y aún de persuadir perjuros por excelencia y los desleales por ancon palabras, ha de emplearse, de un lado del tonomasia. No se destierran, como el buen RoAtlántico, con idéntico fin la exaltación de lo drigo, a fuer de leales a la hombría de bien, hispánico por hombres que se sienten entre si pretenden desterrar a la lealtad misma.
radicalmente distintos. Esto quiere decir que las Mas ¿por qué invocar una aristocracia tan palabras deben, en este día cruzarse cargadas de significaciones diferentes, de razones opuestas.
Mas, por desdicha, todos los hombres como decía Moliéreson semejantes por las palabras y, además, en tiempos de guerra las palabras se endurecen para convertirse en armas arrojadizas, en proyectiles del mismo metal. Retórico guerrera! No la empleemos demasiado. Porque lo grande de la guerra, no es la Retórica guerrera, sino lo que nuestro ejército, los héroes fieles a nuestra República y a nuestra patria están haciendo allí donde se encuentran: combatir sin tregua contra la injusticia, contra la iniquidad, sin reparar en el número ni en la fuerza de sus enemigos. Limitémonos a recoger algún proyectil, de los que seguramente caerán en este día a nuestros pies, arrojado por la retórica de nuestros adversarios y sometamoslo a un examen ligero. Por ejemplo: elles representan a la España del Cid. Cómo puede faltar este nombre en un día de loor a la hispanidad? Yo me atrevo a ponerlo en duda, por razones expuestas hace más de dos años y sobre las cuales no quisiera insistir. Sólo he de recordar éstas: El Cid, quiere decir el Señor. Rodrigo lo fué de sí mismo en alto gradoy ellos tienen más de señoritos que de señores, justifican con su conducta un diminutivo que, en labios castellanos, tuvo casi siempre una sig.
nificación despectiva. Del suerte que el mote de su abuelo les viene un poco ancho. Y, dejando a un lado etimologías que pueden discutirse, recordemos que esos nietos del Campeador, se parecen demasiado a los yerios del mismo, los infantes de Carrión, nos evocan demasiado la fechoría del Robledo de Corpes Aunque me inclino a creer que si gesto estaba muy por encima de la ética de esos versos calderonianos. Despreciaba al condastable por traidor, sencillamente. Ellos, en cambio, no lian quemado todavía muchos palacios por motives tan fútiles: los han dejado arder, los han expuesto al fuego de las bombas teutonas e italianas, para no ser infieles a los invasores de su patria. La única fidelidad de que pueden jactarse es la que tuvo el conde don Julián a sus propios rencores. es esta aristocracia, ta antigua, lo que pueden invocar en justicia, y lo que suelen callar, sin duda, por modestia.
También nos dirán que la conquista de América fué cosa de ellos y que, sin sus abuelos (Cortés, Pizarro, Almagro, etc. no se hablaría en América la lengua de Cervantes. Reconozcamos que, si esto es cierto, las virtudes de la familia han decaído tanto que son precisamente los nietos de aquellos ilustres capitanes quienes mejor trabajan porque la lengua de Cervantes desaparezca de todo el Nuevo Mundo. Por fortuna, la lengua de Cervantes (y la de Oviedo y Gomara y Bernal Díaz) la estará defendiendo con su propia sangre un hombrecito que apenas se llama Pedro, y que no invoca ninguna de las virtudes tradicionales de su raza; se limita sencillamente a tenerlas.
Así hablaría Juan de Mairena en nuestros días, sin más objeto que el de iniciar a sus alumnos en lo que él llamaba retórica peleona o arte de descalabrar al prójimo con palabras YEI ANTONIO MACHADO Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica