14 REPERTORIO AMERICANO Sobre la lectura e interpretacion del Quijote (Viene de la página 2)
toda clase de insignificancias. Le han dado vueltas y más vueltas considerándolo como obra literaria, y apenas si ha habido quien se haya metido en sus entrañas.
Pero hay más todavía: y es que cuando alguien ha intentado meterse en las tales entrañas y dar a nuestro libro sentido simbólico o tropológico, han caído sobre él los masoretas y sus aliados los puros literatos y toda frasca de espíritus cobardes y le han puesto como no digan dueñas o se han burlado de él. de cuando en cuando nos sale algún santón de la crítica sesuda y de cortos vuelos diciéndonos que Cervantes ni quiso ni pudo querer decir lo que tal o cual simbolista le atribuye, sino que su propósito fué tan sólo el de desterrar la lectura de los libros de caballerías.
Convenido que así fuese; pero ¿qué tiene que ver lo que Cervantes quisiera decir en su Quijote, si es que quiso decir algo, con lo que a los demás se nos ocurra ver en él. De cuándo acá es el autor de un libro el que ha de entenderlo mejor?
Desde que el Quijote apareció impreso y a la disposición de quien lo tomara en mano y lo leyese, el Quijote no es de Cervantes, sino de todos los que lo lean y lo sientan. Cervantes sacó a Don Quijote del alma de su pueblo y del alma de la humanidad toda, y en su inmortal libro se lo devolvió a su pueblo y a toda la humanidad. desde entonces Don Quijote y Sancho han seguido viviendo en las almas de los lectores del libro de Cervantes y aún en la de aquellos que nunca lo han leído. Apenas hay persona medianamente instruída que no tenga una idea de Don Quijote y Sancho.
No ha mucho que un docto alemán, Kalthoff, en un libro interesante (Das Christus Problem) ha vuelto a la ya antigua tesis, nunca del todo abandonada por todos, de la no existencia histórica de Jesús de Nazaret, sosteniendo, con argumentos más o menos fundados, que los Evangelios son novelas apocalípticas compuestas en Roma por judíos cristianos, y que el Cristo no es más que un símbolo de la Iglesia cristiana, que nació en las comunidades judías en virtud del movimiento económico social. agrega Kalthoff que eso debe importar poco a los cristianos, pues que Cristo no es el Jesús histórico que pretende restablecer en toda su puzeza y exactitud históricas la escuela protestante liberal, la que el autor llama teología de la vida de Jesús (Leben Jesu Theologie. sino la entidad ética y religiosa que ha venido viviendo, transformándose, acrecentándose y adaptándose a las diversas necesidades de los tiempos en el seno de la conciencia colectiva de los pueblos cristianos.
No traigo esto aquí a colación por hallarme de acuerdo con la doctrina de Kalthoff, ni tampoco para rebatirla odio las refutaciones, que suelen ser modelo de mala literatura y de peor filosofía, sino tan sólo para poner más en claro lo que pienso respecto al Quijote. nadie se le ocurrirá sostener en serio, no siendo acaso a mí, que don Quijote existió real y verdaderamente e hizo todo lo que de él nos cuenta Cervantes, como la casi totalided de los cristianos creen que el Cristo existió e hizo y dijo lo que de él nos cuentan los Evangelios; pero puede y debe sostenerse que Don Quijote existió y sigue existiendo, vivió y sigue viviendo con una existencia y un vida acaso más intensas y más eficaces que si hubiera existido y vivido al modo vulgar y corriente. cada generación que se ha sucedido ha ido añadiendo algo a este Don Quijote, y ha ido él transformándose y agrandándose. Mucho más interesante que todas las menudencias y pequeñeces que han ido acopiando respecto al Quijote los masoretas cervantistas y sus congéneres, sería recoger las distintas maneras como han entendido la figura del hidalgo manchego los distintos escritores que sobre él han escrito. En cientos de obras se ha sacado a Don Quijote y se le ha hecho decir y hacer lo que ni hizo ni dijo en el texto cervantino, y con todo esto podría formarse la figura de Don Quijote fuera del Quijote. si Cervantes resucitara y volviese al mundo, no tendría derecho alguno para reclamar contra este Quijote, de que el suyo no es sino la hipóstasis y como el punto de partida; pues tanto valdría que una madre, al ver que su hijo llegaba a destinos en que ella ni soño siquiera o que a ella le desplacen, pretendiera volverlo a su infancia y arrimárselo a los pechos de nuevo para darle de mamar, ya que no volverlo a su seno. Cervantes puso a Don Quijote en el mundo, y luego el mismo Don Quijote se ha encargado de vivir en él; y aunque el bueno de Don Miguel creyó matarlo y enterrarlo o hizo levantar testimonio notarial de su muerte para que nadie ose resucitarle y hacerle hacer nueva salida, el mismo Don Quijote se ha resucitado a sí mismo, por sí y ante sí, y anda por el mundo haciendo de las suyas.
Cervantes escribió su libro en la España de principios del siglo XVII y para la España de principios del siglo XVII, pero Don Quijote ha viajado por todos los pueblos de la tierra y durante los tres siglos que desde entonces van trascurridos. como Don Quijote no podía ser en la Inglaterra del siglo XIX, pongo por caso, lo mismo que en la España del siglo XVII, se ha modificado y transformado en ella, probando así su poderosa vitalidad y lo realísimo de su realidad ideal.
No es, pues, más que mezquindad de espíritu, por no decir algo peor, lo que mueve a ciertos críticos nacionales a empeñarse en que reduzcamos el Quijote a una mera obra literaria, por grande que su valor sea, y a pretender ahogar con desdenes, burlas o invectivas a cuantos buscan en el libro sentidos más íntimos que el literal.
Si la Biblia tiene un valor inapreciable, es por lo que en ella han puesto generaciones de hombres que con su lectura han apacentado sus espíritus; y sabido es que apenas hay en ella pasaje que no haya sido interpretado de cientos de maneras, según el intérprete. esto es un bien grandísimo. Lo de menos es que los autores de los distintos libros de que la Biblia se compone quisieran decir lo que los teólogos, místicos y comentadores ven en ellos; lo importante es que, gracias a esta inmensa labor de las generaciones durante siglos enteros, es la Biblia fuente perenne de consuelos, de esperanzas y de inspiraciones del corazón. lo que se ha hecho con las Sagradas Escrituras del cristianismo. por qué no se ha de hacer con el Quijote, que debería ser la Biblia nacional de la religión patriótica de España?
Acaso no sería difícil relacionar lo endeble, fofo y huero de nuestro patriotismo con la estrechez de miras, la mezquindad de espíritu y la abrumadora ramplonería del masoretismo cervantista y de los críticos y literatos que han examinado aquí nuestro libro.
Tengo observado que de cuantas veces se cita en España el Quijote con elogio, las más de ellas es para citar los pasajes menos intensos y menos profundos, los Inas literarios y menos poéticos, los que menos se prestan a servir de punto de apoyo para vuelos filosóficos o elevaciones del corazón. Los pasajes de nuestro libro que figuran en las antologías, en los tratados de retóricadebía quemarse todos o en las colecciones de trozos escogidos para lectura en las escuelas, parecen entresacados adrede por algún escriba o masoreta que tenga declarada guerra al espíritu del Don Quijote inmortal, del que sigue viviendo después que resucito del sepulcro sellado por Don Miguel de Cervantes Saavedra, luego que le hubo en él enterrado e hizo levantar fe de su muerte.
En vez de llegar a la poesía del Quijote, a lo verdaderamente eterno y universal de él, solemos quedarnos en su literatura, en lo que tiene de temporal y de particular. en este respecto, nada más mezquino ni más pobre que el considerar al Quijote como un texto de lengua castellana. Lo cual tampoco puede hacerse, pues en punto a lengua hay muchos libros castellanos que nos la presentan más pura y más castiza; y por lo que al estilo hace, no deja de ofrecer el del Quijote cierta artificiosidad y afectación.
He de decir más: y es que creo que el Quijote no es ningún buen modelo de lenguaje y estilo literarios castellanos, y que ha producido estragos en aquellos que han querido imitarlos, acudiendo, entre otras triguiñue. Es lo que intentaremos hasta donde nos sea posible en este semanario. Lo mismo haremos con la figura de Cristo y sus intérpretes conscientes: Maran atha. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica