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326 REPERTORIO AMERICANO VI. Los negadores de la vida Este peso de la gran responsabilidad que cada hombre, junto con su elevación en personalidad libre, comenzó a llevar, en muchos produjo la pérdida del valor para la vida Por consiguian e, se esfuerzan por librarse de esa responsabilidad y terminan en la neurosis. Los neuróticos son los negadores de la vida real, lo cuales no quieren resolver los nuevos problemas de la vida conforme a la ley de la dependencia reciproca o conforme a la lógica de la vida. Examinemos algunos tipos de los negadores de la vida, los cuales, aunque no presentan sintomas neuróticos, no obstante padecen, no son sanos.
Primer grupo es el tipo corriente de los horibres, que quieren adquirir fuerza; los llamados hombres de fuerza. Estos se esfuerzan en hacer de todos los individuos objetos sin ninguna reacción de su parte. Ellos quieren escapar de la responsabilidad de sus actos, quieren ser solamente sujetos y no simultáneamente objetos. Caminan sobre cadáveres para clavarse sobre los demás. Viéndolos aparentemente, diríamos que son hombres de valor, valientes e intrépidos; sin lembargo, en realidad han perdido el valor para tomar la responsabilidad frente a la lógica de la vida, frente a la ley de la solidaridad. No obstante, la lógica de la vida no tardará en enseñarles su ley implacable. Ellos también sufrirán, puesto que antes han hecho sufrir a multitud de hombres. Esos hombres que buscan la fuerza, la imposición sobre los demás son muchos. Ellos buscan titulos, honores, privilegios, riqueza, gloria, es decir, toda clase de supremacía. la mujer que quiere imponerse al hombre, pertenece a este grupo.
Segundo grupo de negadores de la vida, son los filósofos, los censores de la vida, los que continuamente dan consejos y, predican desgracia para el mundo. Estos se alejau de la vida, se imaginan que lo ven todo desde la altura, como Dioses; se imaginan que a ellos no les alcanzan los bienes y los males de la vida y se parecen a hombres que sentados a orillas del río ven iomóviles su corriente, que es la corriente de la vida, creyéndose seguros e intactos en su posición. Muy a menudo oímos sus lamentaciones: Yo lo he dicho. Yo lo he previsto. También esos quieren permanecer solamente sujetos. Sin embargo, la lógica de la vida, que quiere que seamos simultáneamente sujetos y objetos, los arrastrará a la corriente de la vida y los echará sobre una roca cualquiera, náufragos desgraciados.
Otro tipo de negadores de la vida son aquellos que no tienen opinión propia, no manifiestan voluntad, siempre indecisos, arrastrándose como cosas. Estos se quejan de que la vida es un suplicio, que son víctimas inocentes de la situación. Estos, en realidad, quieren permane.
cer solamente objetos, escapando así de la responsabilidad de los sujetos. cada paso encontramos esos tipos de aspecto melancólico, con la queja del mártir en los labios, sumisión, obediencia sin límites a los deseos de los demás. También etos son negadores de la vida.
El dolor que sufren les enseñará un día la lógica de la vida, que son solidarios para la felicidad o la desgracia, que son simultáneamente sujetos y objetos y que no hay manera de escapar de la responsabilidad.
bre psíquicamente sano siente la alegria de ser sujeto libre de poner fines conforme a la lógica de la vida. Los fines que pode el hombre sano no son de valor absoluto, definitivos, sino provisional:s; por consiguiente, no se apega a éstos a tal grado que la no realización de los mismos pueda traer la catástrofe del yo. Está presto a renunciar a toda idea, que se ha demostrado contraria a la vida. abandona estos fines sin el temor de calificarse de inestable. Cuidaos de creer a los hombres que, como dicen, tienen opiniones cristalizadas, bien definidas y que con pasión las defienden. Estos hombres hacen depender la elevación de ou yo del predominio de la idea. Con el fracaso del fin o de la idea, creen que también fracasará su yo. Sin embargo, el hombre sano, de los múltiples fines de la vida elige aquéllos que se adaptan a ella, separa su persona de las ideas. Su programa de vida no us inflexible. Supongamos, por ejemplo, que la persona tuvo como fin el de hacer un paseo de recreo, pero que al llegar a la estación vé partir el tren; el hombre nervioso se pondrá colérico, se enfurecerá, volverá de la estación malhumorado, maldiciendo de todos y de todo, mas el hombre sano pensará: Quizás puedo hacer mi paseo más cómodamente con otro medio de comunicación o también puedo pasar mi día agradablemente visitando a mi amigo o puedo divertirme también leyendo un libro, etc. es decir, inmediatamente pone una serie de propósitos afines al primitivo de divertirse. El psíquicamente sano sabe renunciar a un fin, sin sufrimiento, y poner otro. Como sujeto libre ve sus actos como una creación continua y no como rutina de actos que se repitia mecánicamente. Afronta con valor todo nuevo problema de la vida y se esfuerza en resolverlo de la manera más creadora posible. Como maestro, está listo en todo momento a cambiar de rumbo en su enseñanza. Su enseñanza kis una nueva creación y no rumia del pasado. El hombre sano adquiere valientemente la responsabilidad de sus actos. Sabe que como sujeto tiene que sufrir las consecuencias de toda su actuación. Por consiguiente, soporta sin protestas las contrariedades que necesariamente ti:nen que venir, puesto que simultáneamente es también objeto. No se impacienta; no protesta; no se queja contra nadie. En la conducta de los demás para consigo ve la contestación a su propia conducta. Por eso, cuando el hombre sano quiere corregir la conducta de los demás, cree y se porta conforme a la fé de que también los demás hombres son como él, sujetos libres y por consiguiente, no puede tratarlos como objetos.
El hombre sano no tiene ningún sentimiento de inferioridad, es decir, no siente que su alma sea inferior a las otras almas, puesto que cree que es sujeto libre como los demás. Su cuerpo puede que sea inferior, pero su alma, nó.
El cambio de los fines de la vida quita la inferioridad del cuerpo. Si por ejemplo, es in.
válido, entonces, renunciando de aquellas tareas que exigen integridad corporal, la inferioridad corporal cae por sí sola. como el hombre sano no tiene sentimiento de inferioridad, no busca imponerse a los detrás para la compensación de la inferioridad por medios antisociales. Por consiguiente, no trabaja para fines personales, sino que trabaja y ama como respira, por necesidad biológica de la vida.
El hombre sano reconoce la solidaridad humana, cree que tiene responsabilidad en la situación de la humanidad y se esfuerza dentro de los límites de lo posible, por cumplir con los deberes humanos.
El hombre sano tiene relaciones armoniosas con el mundo. Cree que puede existir vida sin lucha continua, sin guerra, sin la tendencia a imponerse, sin opresión de los demás. Cree que el amor es la única relación que debe existir entre los hombres. Cree en la paz mundial, y así, creyendo, trabaja por que ésta se realice, sin impacientarse o desalentarse porque no se realice ya.
Esta es la nueva cosmoteoría que comenzó a surgir del caos de la catástrofe de la guerra mundial, de la desesperación en la que se sumió la humanidad después de esa guerra y de la incertidumbre de la actual guerra europea.
Sin embargo, la desesperación es la que conduce a los espíritus de muchos hombres a una clarificación psicológica de su carácter, y llegan a comprender que su cosmoteoría se formó en su edad infantil, conservándose hasta hoy. Esa clarificación personal los capacitará para prescindir de algunas inflexibles reglas de conducta, de algunas supersticiones irdividuales, nacionales y sociales. así, cayendo unas cuantas barreras más podrán ver más claro. Comprenderán que su actitud frente a sus semejantes ha sido resultado de la equivocación. Adquirirán más valor y lo trasmitirán también a los demás. Estas almas formarán la vanguardia del movimiento, y serán seguidas por muchos más. Lamentándose y quejándose, subirán también los demás al nivel de estos hombres de valor. Los primeros optimistas y valientes ejercerán una verdadera psicoterapia sobre los demás. Encontrándose todos en la corriente de la vida, vivirán conforme a la lógica de la misma, conforme al principio de la solidaridad humana. Cuanto más aumenta el número de esos hombres valientes, tanto más se propaga la nueva cosmoteoría.
Estos hombres sanos aceptando la cosmoteoria reconocerán que es relativa y que van de una mayor equivocación a una medor.
Sin embargo, eso no les impedirá el aplicarla hasta que se muestre ella también inadaptable para la vida. Aquellos que desean permanecer negadores de la vida sufrirán, y se refugiarán en la neurosis para escapar de la responsabilidad de la solución de los urgentes problemas de la vida.
Es tiempo de que comprendamos que lanerviosidad y enfermedad en aumento es resultado de nuestra equívoca actitud frente a la vida. Los hombres psíquicamente en fermos quieren librarse de la responsabilidad de la solidaridad humana, pero en vano, tarde o temprano sufrirán las consecuencias de esa actitud. Tienen que sufrir y desesperarse hasta que comprendan que fuera de la solidaridad está la enfermedad, que el amor es la verdad y que el que no ama se equivoca.
nueva Ediciones ERCILLA Santiago de Chile, Correos: Casilla 2787.
Los últimos libros: Manuel Seoane: Nuestra América y la guerra. Prólogo de Luis Alberto Sánchez.
VII. El hombre sano Solidaridad o Sanatorio.
Juan Finot: prejuicio de las Tazas.
No vamos a describir otros tipos de negadores de la vida, nos limitarmeos tan sólo a bosquejar el tipo del hombre sano, del que reconoce la lógica de la vida. Primeramente, el homSan José de Costa Rica, febrero de 1940.
Hospital San Juan de Dios. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica