REPERTORIO AMERICANO 189 poemas de Barba Jacob (Sacados de la obra: Rosas negras. Guatemala, 1933)
Parábola del retorno Si un rayo de los cielos viene a cegar mis ojos dejándolos en sombra de repente. qué ha de impetrar mi alma inajenada?
Fuera de esta visión que llevo ya conmigo, joh amor! ino busco nada!
joh ardor! ino quiero nada!
Señora, buenos días; señor, muy buenos días.
Decidme zes esta granja la que fué de Ricard. No estuvo recatada bajo frondas umbrías. No tuvo un naranjo, y un cáunce, y un palmar?
El viejo huertecito de floridas grutas donde íbamos. donde iban los niños a jugar, żno tiene ahora nidos y pájaros y frutas?
Señora. y quién recoge los gajos del pomar?
Decidme įha mucho tiempo que se arruinó el molino y que perdió sus muros, su acequia, su pajar?
Las hierbas, ya crecidas, ocultan el camino. De quién son esas fábricas. Quién hizo puente real?
El agua de la acequia, aima de linfa pura, no pasa en la alegría de amar y de cantar: la acequia se ha borrado bajo la fronda obscura, y el chorro, blanco y fúlgido, ni riela ni murmura. Señor. no os hace falta su música cordial?
Dejadme entrar, señores ipor Dios! Si os importuno, este precioso niño me puede acompañar. Dejáis que yo le bese sobre el cabello bruno que enmarca, entre caireles, su frente angelical?
Recuerdo. Hace treinta años estuvo aqui mi cama; en esa alcoba vieja, la cuna y el altar Decidme iy por los techos aún fluye y se derrama, de noche, la armonía del agua en el pajar?
Recuerdo. Eramos cinco. Después, una mañana, un médico muy serio vino de la ciudad: hizo cerrar la alcoba de Tonia. En la ventana nosotros indagábamos con insistencia vana, y nos hicieron alejar.
Tornamos a la tarde, cargados de racimos, de piñuelas, de uvas, de gajos de arrayán.
La granja estaba llena de arrullos y de mimos: iy éramos seis. Había nacido Jaime ya!
Señora, buenos días: señor, muy buenos días. adiós. Sí, es esta granja la que fué de Ricard, y este es el viejo huerto de avenidas umbrías, que tuvo un cáunce, un roble, zuribios y pomar, y un pobre jardincillo de tréboles y acacias. Señor, muy buenos dias. Señora, muchas gracias!
Canción de la vida profunda El hombre es cosa vana, varlable y ondeante, y es difícil formar sobre él un juicio definitivo y uniforme.
Montaigne Hay dias en que somos tan móviles, tan móviles, como las leves briznas al viento y al azar.
Tal vez bajo otro cielo la dicha nos sonría La vida es clara, undivaga y abierta como el mar. hay días en que somos tan fértiles, tan fértiles, como en abril el campo que tiembla de pasión: bajo el influjo próvido de espirituales lluvias, el alma está brotando florestas de ilusión. hay días en que somos tan sórdidos, tan sórdidos como la entraña obscura de obscuro pedernal: la noche nos sorprende con sus profusas lámparas, en rútilas monedas tasando el Bien y el Mal. hay días en que somos tan plácidos, tan plácidos. niñez en el crepúsculo, laguna de zafirque un verso, un trino, un monte, un pájaro que cruza, y hasta las propias penas nos hacen sonreír hay días en que somos tan lúbricos, tan lúbricos, que nos depara en vano su carne la mujer: tras de ceñir un talle y acariciar un seno la redondez de un fruto nos vuelve a estremecer. hay días en que somos tan lúgubres, tan lúgubres como en las noches lúgubres el llanto del pinar.
El alma gime entonces bajo el dolor del mundo, y acaso ni Dios mismo nos pueda consolar Mas hay también, oh, Tierra. un día. un día. un día en que levamos anclas para jamás volver Un día en que discurren vientos inexorables.
Un día en que ya nadie nos puede detener!
Acto de agradecimiento Sólo hay un bien preciso; poseer cabalmente, por sobre todo engaño, nuestra sabiduría; y, como el agua clara rebósase en la alberca, dejar que el alma llenen el valle, el monte, el dia.
Yo he cruzado la senda que decora la grama y sombrean los árboles ancianos y robustos, en donde el viento libre sus músicas derrama, de severos compases magníficos y augustos.
Nueva canción de la vida profunda Te me vas, paloma rendida, juventud dulce, dulcemente desfallecida: te me vas. Tiembla en tus embriagueces el dolor de la vida. nada más. un poco más La mujer y la gloria con puños ternezuelos llamaron quedamente a mi alma infantil. Oh, mis primeros impetus. Oh, mis nocturnos vuelos!
Tuve una novia. Me parece que fué en abril.
Yo miraba el crepúsculo y creía que eso era el crepúsculo. Sí, tácita en la noche, la estrella está detrás!
EI Numen de Colombia me dió una rosa bella.
más yo pedí el crepúsculo y codicié la estrella. nada más. un poco más. escuché que cantaban su canción de ambrosia Pisinoe en la onda y en la onda Aglaopea.
El mundo, como un cóncavo diamante, parecía henchido hasta los bordes por la amorosa idea.
Fué entonces cuando advino Juan Rafael, el dulce amigo de mi alma, que no volvió jamás!
Yo amaba solamente su amistad dulce. nada más. un poco más. luego. ser el árbitro de mi torpe destino, actor en mis tragedias, verdugo de mi honor.
Mi lira tiene un trémolo de caracol marido, y entre el dolor humano yo expreso otro dolor!
No te vas, paloma rendida, juventud dulce, dulcemente desfallecida, no te vas: quiero apurar el intimo deleite de la vida. nada más. un poco más. he visto ya las hierbas olorosas, de florecer sencillo, que visten las campañas; y espartos de los brutos, convolvulos, llantenes.
jaramagas de abril, y áloes, y espadañas. he visto ya las mieses abundantes, orgullo del labriego, bajo la luz de octubre; y en el Ópalo de mil estrellas rutilantes, y el azul insondado del cielo que nos cubre. la sangre que brota de alguna herida abierta bárbaramente. foh dolor. oh pavor! azoradas mujeres que entornando la puerta rendíanse a la dulce zozobra del amor. he visto ya los niños fraternales jugar del campo en el sopor profundo, en armoniosas luchas irreales; y, del tiempo en los giros limitados, crecer. amar. y renovar el mundo. he visto el mar, que todo lo compendia; y más allá del mar la génesis del día: do modo que poseo justamente la riqueza inefable de mi sabiduría. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica