León CortésViolence

REPERTORIO AMERICANO 21 a todo chacha volvió a repetir el Gato Negro. Nadie lo puede evitar! Oíganlo bien todos, carajo, nadie lo puede evitar. Hay algún.
que quiera impedilo. Yo! Yo lo impediré.
Los impavidos circunstantes vieron a Fel Morales salir con su cruceta desenyainada detrás de la carreta. Vos. Lanzando una carcajada el Gato Negro apartó a Miquelina y su temible cutacha brilló a la luz de las lámparas. Te voy a dar una tunda pa que te acordés de mí, mocoso, y rápido descargó su cruceta sobre Fel el Tímido, que rodó al golpe del terrible cintarazo. Lo mató!
No, no lo había matado. Fel Morales se levantó al instante. Felipe Arce, vió en sus ojos el mismo fogonazo que le causó miedo, aqueNa noche en el recodo del camino. Sí lo impido! y en carrera se abalanzó sobre el Gato Negro. Los aceros al chocar for.
maron penachos de chispas. El Gato Negro, ágil como un felino, dio un salto atrás y alzó su cutacha para descargarla de filo sobre la cabeza de Fel Morales. Instintivamente todos los ojos se cerraron para no ver la tragedia, pero al abrirse al instante, contemplaron el milagro: el Gato Negro con la cruceta de Pel el Tímido hundida en el pecho hasta la cruz, se desplomaba, lanzando por su boca su sangre negra.
Fel Morales, con las manos caidas y la respiración agitada no se movía del lugar, ajeno cuanto lo rodeaba, contemplando al adversario vencido. Ves, bandido, como lo impedí?
El Agente de Policía y dos Comisarios acudieron. Entregate, Felillo. Sí, aquí estoy, 110 importa que me pudra en la cárcel si está hoy contento conmigo el padrino Salomón. por la calle negra se lo llevaron los gendermes.
VÍCTOR ML. ELIZONDO Nota del Autor. Este cuento en que la fantasía ha tratado de presentar mejor la realidad, es tomado de una causa en que el autor fungió como Juez. Forma parte del libro en preparación. Recuerdos del Juzgado. El Lic. don León Cortés, hoy Presidente de la República, figuró como defensor del reo. Los vecinos aportaron sus cincos y sus dieces contribución popular y asi pagar la defensa de Rafael Morales, a quien se declaró responsable de homicidio, pero se le suspendió la pena.
en SALIDAS La autoridá (Escena final del Acto sacada de Parásitas Negras. saincte en actos y cuadros. Por Juan Padrón. Cuadernos Literarios de la Asociación de Escritores Venezolanos. 14. Caracas.
1939. El Jefe Civil. Entrando. Dende hace rato estoy viendo mucha gente llega a la plaza. Aquí como que quieren poneme hoy el bochinche.
Pero lo que es al Coronel Mapire no le forman desórdenes en poblado. menos en la plaza pública.
El Cura. Detrás. Mi buen Coronel, desde la Iglesia estaba viendo la gente que se ha reunío aqui. Parece que discutían sobre un humilde animal del Señor. El Jefe Civil. Seguramente que son los ociosos del pueblo que me quieren alterá el or, den público. Pero mejor es que no me hagan calenta, porque hoy no estoy pa aguantale lavativas a nadie. si me sulfuran mucho soy capaz de suspendé las consideraciones.
El Cura. Todo se puede hacer con salivita y paciencia. Son palabras del Evangelio. No se caliente, mi buen Coronel. Tenga calma y el machete se desenvainará solo.
El Jefe Civil. Yo soy capaz de hace todas las cosas por las buenas, padre. Pero si me jeringan mucho también las sé hacé por las madas.
El Cura. Mire, Coronel. no le decía yo?
En lo que usted empezó a calentarse buenamente la gente comenzó a marcharse. Alli vienen.
El Jefe Civil. Aónde, aonde. El Cura. Por el samán, mi buen Coronel.
El Jefe Civil. Vamos a dejalos solos pa que formen la guachafita y después les aplicamos las sanciones. Los espiaremos desde la sacristia.
El Cura. Mejor es prevenir que curar. Son palabras de la Biblia. Mi buen Coronel, castíguelos antes de formar el desorden, para que no ustedes no han debido trabajar. Sea lo que Dios quiera El Jefe Civil. Amén, caray!
Pablo. Es que, Coronel.
El Jefe Civil. Es que na. Ya la autorida está en cuenta de lo que ustedes tramaban.
Desde esta mañana anda el rumor por el pueblo, y por su culpa se me ha alterado el orden público. Además, por mis propios ojos y por los del padre he visto el atentado que ustedes hacían con un humilde animal del Señor.
Evangelista. Mío, Coronel.
Candelario. Del Señor no, Coronel, mío.
Todavía no se lo había entregao.
El Jefe Civil. Bueno, dejen la discusión.
Con la autoridá no se discute. To está resuelto.
Candelario. Qué va, Coronel, todavía no ha echao na, a pesar del sulfato.
El Cura. Sigan la corriente, hermanos míos.
El Jefe Civil. Resuelto, caray! Yo, Coro.
nel Mapire, primera autoridá civil de este Mu.
nicipio, resuelvo pasar este asunto a jurisdicción del Gobernador del Distrito. Tos ustedes van presos pa Caracas. Ahorita mismo telegrafiamos al Gobernador, dándole la novedad.
Vamos a la Jefatura y al que se resista le cai el plan. Presos pa la Jefatura. Alzando el machete. Como que no oyen. Caminen, ca.
rá. Salen todos delante del Jefe Civil. El patrón va a acabar ma. Dónde está Mosca. pregunta de repente el capataz. Mosca. Mosca. No está ahí ajuera. No sé. Dicen que hoy el patrón lo retó fiero. No, doña Laura. La vieja se acercó al grupo presurosa, y limpiándose las manos en el delantal, dice con voz misteriosa y muchos aspavientos. El patrón le pegó un lazazo. Pobrecita alma e Dios! entoavía, en vez de enojarse, se ráiba el disgraciao. Ah, ah! todos los circunstantes alargan el pescue.
zo, con la curiosidad más atenta. Si prosigue la vieja, dándose un golpe en las polleras y cayendo en cuclillas tan ipstantáneamente como si hubiese golpeado un resorte. Sí, el chico, hijo, lo vido y me lo contó todo. Parece quel loco le faltó en algo a don Panchito, y entonces el patrón lo castigó con el rebenque y lo pisotió con el caballo.
Todos se quedan por un momento pensativos, hasta que al cabo Bibiano dice con su vocecita aflautada de muchacho. Lo atropelló con el tostao, don Pancho. Yo le vide; jué en la costa la laguna. Vos lo vistes. el capataz vuelve hacia el chico sus ojos atravesados, aquellos ojos oscuros que nunca miran de frente.
Si, seor, yo lo vide. Chá, qué hombre. Siempre el mesmo. El patrón va a acabar mal, amigo! el gaucho se pasa la mano por la frente, como si quisiera apartar de su cerebro algún pensamiento ingrato.
El, como todos aquellos hombres, tiene guardado en el corazón el recuerdo amargo de alguna gran injusticia, de algún ultraje sangriento, cuya memoria le acude a la mente cada vez que el patrón ejerce una nueva violencia con alguno. Oh, las que aquel hombre les ha hecho!
Don Pancho olvida al momento sus excesos, pero ellos no, no pueden olvidarlos nunca, los tienen enquistados en el corazón y en el cere.
bro, como gusanos malditos. De Benito Lynch, Los caranchos de la Florida (novela. Espasa Calpe Madrid 1931. lo formen y para que sientan su mano fuerte y buena, El Jefe Civil. Mire, padre, no me invada la jurisdicción. Sale. EL Cura. La casa de Dios es mía y suya también, mi buen Coronel. Sale. Candelario. Entrando delante de todos. Ahora sí hemos perdío las esperanzas! Burro más sinvergüenza y malagradecido ese. Después de haberlo tratao con tanta consideración, vení ahora a dejame en la miseria. Usté buscó bien, compay Pedro. Pedro. Compaito, yo me volví un gavilán, y pa ná. De casualidad no me arrastró los ojos la corriente.
Evangelista. Yo creo que si a ese animal le hubiera dolio la barriga la hubiera echao también. Porque echó hasta los rebuznos.
Pablo. El compay Andrés y yo sondeamos la bosta con unos palos, porsia los papeles se habían ido al fondo.
Andrés. Asina fue.
Ramón. Yo, por meteme tanto, me salpicó el charco.
Condelario. No cree usté que en alguna tripa se quedó encallá esa barca e papel, compay Pedro. Pedro. Claro, compaito, si no la echó es porque la tiene adentro.
El Jefe Civil. Entrando con el Cura, machete desenvainado en mano y gesto amenaza.
dor. Todos ustedes están presos. Se oyen cornetazos de dispersión. Todos. Coronel Mapire!
El Cura. No hagan resistencia, hermanos mios, que es la autoridad.
Candelario. Mi Coronel, nosotros no hemos faltao.
El Jefe Civil. Aquí el único que sabe si han faltao soy yo, que soy la autorida.
Pedro. Déjeme explicarle, Coronel Mapire.
Et Jefe Civil. Yo no necesito me dé explicaciones!
Evangelista. Coronel, nosotros somos trabajadores. El señor Cura le responderá.
El Cura. Hijos míos, mi autoridad termina fuera de la Iglesia. Hoy es día del Señor y que nadie. Las autoridades rurales son lo mismo en Venezuela que en los demás países de esta América criolla. Se trata de un burro al que le están dando un pargante, a ver si expulsa cinco billetes de veinte bolivares que se ha comido. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica