156 REPERTORIO AMERICANO Es la hora del hambre organizada y de los asesinatos colectivos; hora en la que Jesús, desde el Calvario, diz la Octava Palabra, enloquecido. Perdón, oh, Padre mio, por esta inmensa tontería que hice. Ya puedes transformarte en joven, viejo. Ya podrás engendrar sin tener hembra. Ya puedes escudriñar todo el arcano. Ya iremos en avión a otros planetas. Esta es tu hora, poeta, y este es el esquema del gran poema cósmico que diga que el mundo tuvo siempre, en toda hora, al Homero titán que lo cantara.
Hora que hasta a los niños ha tapiado el cielo azul y la leyenda rosa, pues la vida ataviábase de flores si Perrault daba vuelo a las palabras. Walt Disney loh, poetas!
ya pudo industrializar a la Cigarra, y a Caperucita Roja y Pulgarcito, y el gran Cecille de Mille ha abierto cátedra de historia universal en los cinemas. Levántate a cantar la nueva hora. He aquí el Poema. De Canciones de la Hora Nueva)
QUINO Caso Desnudos (Antología en blanco. Para el Rep Amer) Todas las ninfillas agua y solsalían del agua amándolas yo.
Los carrizos tiernos sonahan a amor.
Cuatro flores grandes lloraban candor cuando las dejaba de cantar yo. tú lese silencio en sábanas y lechos para mirarlo así, desnudo y blancol llamando un alba de bronces y palomas que me lleve a mi sueño, iluminado sueño diurno mío en que despiertas y vienes tú, y me contestas todo (yo este gran sueño, tú esa voz)
con naderías y palabras mudas 44 Dos caminos.
Dos caminos había para abandonar el ideal caballeresco: el de la vida real, activa, el del moderno espíritu de investigación y el de la negación del mundo. Pero este último se dividía como la de Pitágoras: la línea capital era la de la auténtica vida espiritual, la línea lateral se mantenía al borde del mundo con sus goces, El anhelo de una vida bella era tan fuerte, que incluso ailí donde se reconocía la vanidad de la vida de corte y de la lucha y la necesidad de abandonarla, parecía abierta una salida para salvar la belleza de la vida terrena, para realizar un sueño todavía más dulce y más luminoso. La antigua ilusión de la vida pastoril seguía brillando como una promesa de dicha natural, con todo el resplandor que irradiaba desde Teocrito. La máxima felicidad parecía posible sin lucha, huyendo simplemente de la rivalidad, llena de odio y de envidia, por un honor y una vaga jerarquía, huyendo simplemente del lujo y la pompa recargados y opresivos y de la guerra cruel y peligrosa. Huizinga, El otoño de la Edad Media, tomo Revista de Occidente. Madrid, 1930. Final pequeño los alcores del alba por remos, vamos los dos. los alcores del alba.
Los carrizos tiernos sonaban a amor.
Me llevé una fruta. de qué árbol cayó? germinando lágrimas y era un corazón.
yano Los carrizos tiernos sonaban a amor.
Remero de ensueño, yo, desde que te dormí en arrullos con este vaivén de amor, a fuerza de remos, llevo, carga en mi barca mayor, tu dulce vaivén, tu sueño, por tí navegando yo, que tú eres mi barca y río y en ti salgo y entro y voy yo también tu barca y ríoa los alcores del alba, puerto de la noche de hoy.
26 La justa autoridad RICARDO SEGURA Por la abierta algarada del bosque, el alba chorreaba toda su agua clara.
La última estrella, desnudita y blanca sola se bañaba. cómo caía por tu espalda helada hasta el ardor que mi alma llameabal San José, Costa Rica, 1939.
La imagen del principe como pastor y del pueblo como su rebaño habíase impuesto ya al espíritu por otro lado en las descripciones de la forma primitiva del Estado hechas por los padres de la Iglesia. Como pastores habían vivido los patriarcas. La justa autoridad, tanto temporal como espiritual, no era un imperar, sino un apacentar. Huizinga, El otoño de la Edad Media, tomo Revista de Occidente. Madrid 1930. Escena dolorosa 28 ¡Qué balconcillo al río, el puente, toda la tarde!
Los perros de los patrones desde ahí nos miramos nosotros, que el cielo torno de azules y oros, temblar, moverse, juntarse, quedarse ahí, sin pasar, como pasando en las curvas. Qué distintas y qué exactas esas sombras paralelas, verdes, violetas, rosadas, juntas y llenas de vida sobre toda el agua clara mansa y perfecta del ríol 10 de agosto. Pobreza sin límites, Insolencia de toda alegría, aunque sea lamentable. He ido hace poco con una comisión a los arrabales. He pasado ante la puerta de un asilo de ancianos.
Los pensionistas, vestidos de azul, dormitaban detrás de las verjas, en pequedos grupos, sentados en los bancos. Diez o quince andrajosos esperaban en la acera los restos de la comida, que se les suele entregar al fin de la jornada. Y, de pronto, impulsados por la cólera, esos mendigos se han puesto a insultar a los ancianos. Cochinos, vosotros coméis, vosotros dormís en vuestro lechol Cochinos, estáis hartos. Los ancianos deben estar acostumbrados a esa escena, pues no han replicado. sin embargo no todos eran sordos. El dolor ha sido para mí, para mí solo.
No puedo aceptar eso, no puedo sentir esas cosas sin reclamar justicia y reparación. Bastarán para ello diez mil, cien mil santos. Podrían, no ya salvar, sino hacer de nuevo este mundo tan mal hecho. De Georges Duhamel, en la novela Diario de un aspirante a Santo. Editorial Losada.
Buenos Aires, 1939. No somos nosotros, no. largas, unidas, como llamasson nuestras almas.
Prof. Pickup. Qué son, señor Cínico, y qué buscan estas doncellas que pueblan nuestra acera, ora marchando adelante, ora marchando atrás, unas solas y otras en grupos, cada una acompañada por un perro?
Tomás el Cínico. Son mucamitas de las villas vecinas y acompañan a los perros de sus patrones en el paseo nocturno. Parece que ese paseo forma parte de las normas higiénicas aconsejadas por los veterinarios. Así, gracias a la justa protección de que gozan los perros en la buena sociedad, también las pobres sirvientas pueden dar todas las noches algunos pasos al aire libre. mí me fué dado, hace tiempo, el leerle a una cocinera un poemita en el que se dice que es bien triste la casa en la que falta la sonrisa de los niños, y la pobre mujer agregó. Créame, señor, donde no existen perros es peor aun. De Ignazio Silone, La escuela de los die.
tadores. Editorial Losada, Buenos Aires, 1939. 39 Yo llegaré en tu sueño, cuando duermas y no esperes a nadie, ni tu sueño.
Altos los ojos de pena poderosa Iqué bien mi boca se pondrá a decirtelo!
Llegarán las palabras iniciales que fijaron los primeros versos, y las que no están hechas, esos gritos que no sabe uno si son de uno o de animales. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica