REPERTORIO AMERICANO 83 (Madera ue max Jimenez)
Jarocha, de Orizaba El «Mexicano» llega a la es.
tación de Orizaba. En diez minutos hay que bajar del tren, correr a la fonda, engullir lo que te presenten y volar de evo a tu compartimento.
Antes de tener que hacer todo esto, he querido mirar al paisaje, descubrir un poco cómo es la ciudad de Orizaba.
Algo sorprende mi rápida con.
templación, enfrente, un pozo: aquí mismo, en el andén de la estación. Un pozo primitivo de forma circular, con gruesas paredes de color rojizo, los ladrillos. Como todos los pozos de SA. este tipo tiene su polea una cuerda para lanzar la vasija y sacarla plena.
No, el pozo está quieto, no funciona. Son las diez de la MAX mañana y el sol naciente pone un color rojo intenso en su pared maciza.
Otro detalle hace más quieta la inmovilidad del pozo: se apoya Dos estampas mexicanas.
en él una mujer y un cántaro; ella, una india de mediana edad, envuelta en su reEnvio de la autora. Del libro en preparación: En lo alto (Estampas de México. bozo azul, con falda de vuelo gitano de un color grosella despintado apoya su Los zopilotes de Veracruz brazo derecho en el borde del pozo. bordo me hablaron de unos pája. Daba una cierta agilidad, un aire grácil, Jarocha de Orizaba, de piel mulata, color tostado. Parece que tallaron sus ros muy feos que iba a ver en la ciu a la cúpula de la iglesia parroquial.
dad de desembarco: Veracruz.
Durantc mis correrías por la ciudad facciones con un cincel de trazo duro, Unos oficiales de la comandancia del ví a los zopilotes escàrbando en los en la carne viva. está quieta, es la buque me los hicieron odiosos antes de cajones de basura; engarfiados en los estatua que adorna al pozo. El cántaconocerlos: eran desgarbados, faltos de aleros de las casas bajas y de consro. de barro cocido sobre el pretil.
plumas, comían todos los desperdicios, trucción antigua que son las más en Es semejante a aquellos cántaros que las mozas de Castilla colocan en la basuras y carroñas que encontraban Veracruz. revoloteando atrevidos en cadera cuando van a la fuente, a por tirados por la calle. eran unos pá los jardines públicos. el apacible estar jaros que te «traían la negra poco del parque se quebró con sus grazni.
agua clara; y alli forman alegre algarabía de voces y risas.
menos.
dos. en pleno vuelo aéreo de gran Con esta predisposición a que me altura; y un atardecer, apiñados en la Una moza del cántaro y del río fueran «simpáticos los descubri la cornisa de una casa, por cientos. aque. Más limpia que la plata que en él lleva, Recién herrada de chinela nueva, primera vez planeando en una calle de llo me pareció un friso de talla hecho Honor del devantal, Reina del brio.
Veracruz cuando yo me encaminaba a de pájaros negros. y el cielo era de. La moza de cántaro, donde tenía mi alojamiento. Hacía poco color rojo, de fuego; en fin, los encontré unos tres meses. había sido sor. en todas partes a donde fui. Veracruz de Lope de Vega. prendida, en mis excursiones por los y «ellos. Aquí, en esta ciudad del Estado de alrededores de un pueblecito del Norte Los zopilotes son la nota de color Veracruz, resulta una estampa severa.
de Francia, por bandadas de cuervos más fuerte de esta ciudad tropical. La piel de la jarocha, el rojo del ladrisombríos que aterrizaban en las tierras Es un pájaro si no sagrado para los llo, la falda, el rebozo, la tierra, el sol, de labor buscando todavía restos hu veracruzanos, si respetado con unción; todo es de color fuerte y rezuma una manos de los que murieron en la gue. este culto que rinden los «nopos» al calma inquietante, sospechosa; sobre rra del 14, en estos campos que fueron zopilote se asemeja a la veneración todo para el europeo recién llegado frente de guerra, que profesan los indios asiáticos por la del viejo Continente.
Confieso que me hicieron mala im vaca sagrada que se pasea gorda y Es una quietud de color de fuego, presión. Qué pajarracos. me dije. de lustrosa por las calles de las ciudades tropical.
plumaje pobre, color negro, sin brillo, de la India sin que los famélicos indios Pero el fuego es movedizo, cambiapicoteando aquí y allá inmundicias, re intenten ningún ataque contra ella. ble; sin embargo, este fuego no se muesiduos.
Familiarizada con este pájaro negro, ve, no cambia, y no por ello pierde su Llegué al hotel pensando siempre en como algo peculiar de la ciudad, todas ardor intenso.
estos pájaros de «mal agüero seme. las mañanas, al sentir el aire fresco Tuve que abandonar la contemplajantes a los buitres que yo había «vi. que invadía mi cuarto, deseaba con ción de esta jarocha. El tren se había sitado en algunos «zoos» de Europa. templar al zopilote que se posaba en. detenido y no podía perder un segunEn el hotel pregunté como se llama la torre.
do si en verdad deseaba almorzar. Crei ban y me dijeron: zopilotes. Por qué? Quizá es que ya iba defi que este cuadro orizabeño habría Al día siguiente, por la mañana, al niendo mi conocer de esta ciudad en desaparecido a mi regreso al puesto de abrir la ventana de mi habitación divicerrando en su definición a este pájaro observación: la ventanilla de mi comsé, dando remate y me pareció un re de aspecto de buitre.
partimento.
mate artístico un zopilote posado so Parece que su número va decrecienRigidamente erguida, siempre junto bre la cúpula de la parroquia, valiente, do, y hoy, pienso: la ciudad va a peral pozo y al cántaro, estaba la jarocha.
erguido, desafiando el espacio de los der uno de sus encantos.
Sus ojos, de un negro carbón, seguían aires. ya no lo encontré tan odioso.
mirando. al infinito, al cercano Pico México, de Noviembre de 1939. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica