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Repertorio Americano SEMANARIO DE CULTURA HISPANICA Tomo XXXVII San José, Costa Rica 1940 Sábado 16 de Noviembre Nº 24 Año XXI. 904 Contenido: Es la hora de los buenos americanos Francisco Romero Los manantiales Amado Nervo Vida, miseria y grandeza del idioma castellano en América Natalicio González La Universidad Popular Alejandro Korn despide a Pedro Henríquez Ureña Partidos políticos Alfredo Trejo Castillo Leon Trotsky en 1937 Manuel Eduardo Hubner En los dominios de Carias Jesús González Scarpetta El llamado Amparo Casamalhuapa El comienzo del fin Luis Franco En homenaje y protesta por el asesinato de León Trotsky Varios Declaraciones Lázaro Cárdenas Los escritores de Centro América y la Democracia en peligro Medardo Mejía Agustin Bartra La maestra de Pereira Tribuna del pensamiento libre Magda Portal Indice del tomo XXXVII (Autores y asuntos)
1940.
Es la hora de los buenos americanos (En el Rep. Amer. La Plata, setiembre de 1940. Amigo Pedro Henriquez Ureña: Hace algunos años, tres amigos se reunían puntualmente una vez por semana para conversar sobre nuestra América, sobre su ser, su pasado y su destino. Uno de estos tres amigos preocupados por el hecho americano era usted; otro, don Alfonso Reyes; el tercero, mucho menos adelantado en americanismo, aprovechaba ante todo la ocasión para aprender. Fuera el que fuese el tema concreto de cada conversación, una comprobación surgía cada tarde y aun a cada momento, no por esperada menos sorprendente en su evidencia: la unidad de la América que habla nuestro idioma, el sincronismo de sus movimientos, la oculta solidaridad de sus pueblos pese a su material separación por mares y distancias. Si es valedero el precepto que manda: Mega a ser lo que eres. que señala la obligación de dar consistencia y efectividad a lo que late en el fondo de cada ser como su posibilidad suma, uno de los imperativos supremos para Iberoamérica es organizar su vida desenterrando y realizando esta unidad, invisible acaso para la ojeada superficial, pero patente apenas se mira su cuerpo al trasluz; esta maravillosa unanimidad de la vida y del espíritu de estos países, consustancial con su ser mismo.
Si tal imperativo era antes obligación, ahora es además urgencia. La ocasión pide obreros de la unidad de América; exige el buen americano que posea en su conciencia como dato principal leste sentido de la comunidad.
En Europa se clamaba también por el buen europeo. pero como quien tiende la mano tras el contorno fugaz de un sueño o como quien pide peras al olmo. En cambio, en nues.
tra América, la demanda del buen americano es como pedir peras a un peral a un viejo y frondo peral, acaso olvidado por lo mismo que estaba ahí desde siempre en un rincón del huerto familiar. usted, amigo Henríquez Ureña, es uno de estos buenos americanos, y aun uno de los mejores. Es un hecho tan palpable y reconocido, que ha obtenido ya su sanción por consenso unánime: Nuestra América le ha discernido el grado de doctor en americanidad, el más alto por cierto que pueda otorgar. desde hace tiempo no es lícito ni casi decente pensar o intentar cualquier empresa de serio americanismo sin contar de algún modo con usted.
La situación actual exige que América se haga dueña de sí y acabe de encontrarse a si misma, y no sólo para asegurar su autonomía, preservar su peculiaridad y gobernar su propio destino, sino también para asumir una función de más largo alcance, la de señalar el rumbo a la cultura de Occidente. Si la cultura occidental no ha de quedar abolida, tendrá que trasladar su centro al Continente que, con nombre en donde hay un son de presagio, se denomina Occidental. Esta vieja cultura de Oocidente triene muchas caras y no es fácil determinaria y definirla; pero una cosa parece en ella evidente: es la única gran cultura histórica en la que emerge la personalidad humana, en la que el hombre recorta su perfil singular.
En el Oriente amarillo, la personalidad naufraga en mares humanos, en pululamientos indiferenciados. En la India, el individuo parece fundirse en la realidad cósmica y aspira al aniquilamiento como ideal de perfección. En un lado, la densa y continua masa humana; en el otro, lo humano apenas desprendido del todo y soñando con volver a sumirse en él. Sólo en Occidente la unidad humana se desgaja, pronuncia un yo satánico y divino y comienza por ser individuo para llegar a la larga a ser persona. La personalidad es la esencia y el des.
tino del hombre de Occidente, y si creemos que no hay destino más alto, hemos de pugnar por que en América sea posible que tal destino siga cumpliéndose.
Esta es, pues, la hora de América; la hora del esfuerzo, de la gloria y del riesgo. sólo una América dueña de sí podrá comprender y afrontar la tarea. Es por lo tanto la hora del americano excelente, del buen americano capaz de contribuir a que la idea y la emoción de América aniden en cada conciencia americana.
Es, amigo Henriquez Ureña, la hora de usted y de sus pares.
Viajando desde este extremo sur hasta las costas del norte, recapitulará usted otra vez su América. Allá dirá lo que es la América nuestra, cosas aprendidas y cosas no aprendidas, unas que pertenecen a su saber de cumplido humanista y otras que le vienen por sus últimas raíces. Las dirá en la cátedra y fuera de ella, con esa su palabra moderada y tranquila que es la voz de la veracidad y de la persua.
ción. Nosotros quedamos aguardando su regreSo y lo que nos dirá cuando llegue: también cosas esenciales, porque es un probléma capital en este instante saber como pueden y deben articularse la una con la otra las dos Américas.
Nos resignamos a su partida pensando en su vuelta, y prefiguramos desde ahora su regreso en esta despedida.
FRANCISCO ROMERO Pedro Henriquez Ureña (Hacia 1922)
Los manantiales Lee los libros esenciales, bebe leche de leonas; gusta el vino de los fuertes: tu Platón y tu Plotino, tu Pitágoras, tu Biblia, tus indos inmemoriales: Epicteto, Marco Aurelio. Todo el frescor cristalino que nos brindan los eternos manantiales!
AMADO NERVO Dicbre. 21 de 1917. Del Vol. XVIII de las Obras Completas Biblioteca Nueva. Madrid. 1921. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica