Hitler

214 REPERTORIO AMERICANO Qué hora es. Lecturas para maestros: Nuevos hechos, nuevas ideas, sugestiones, ejemplos, incitaciones, perspectivas, noticias, revisiones.
OXU.
Hitler la educación (Para el Rep. Amer. San José Costa Rica, marzo 15 de 1940)
en Refiriéndose a la pedagogía alemana, y en el último capítulo de su Histoire de la Pedagogie dice Gabriel Compayré que aquélla se distingue por ser apasionadamente nacional. y luego agrega: los compatriotas de Fichte han oído el llamamiento que el ilustre filósofo les dirigiera en 1807 en sus Discursos a la nación alemana. por lo demás la juventud germánica es educada en los sentimientos patrióticos y en el culto de la Faterland. Pues bien, si eso dijo Compayré hace ya varios años, y en lengua francesa, creo que bien podría escribir lo mismo, en los momentos actuales.
En efecto, he leído y releído Mi Lucha. tratando de descubrir en el programa del dictador alemán lo que podríamos llamar el ideal pedagógico de su partido, y mientras más leemos todos sus pensamientos relativos a la educación, y mientras más meditamos en el contenido pragmático del punto N: 20 del programa del nacionalsocialismo aprobado en Munich el 25 de febrero de 1920, mientras más pensamos en todo eso, digo, más nos acercamos a la evidencia de que lo anhelado por el hombre fuerte del Reich es hacer de la juventud alemana una juventud vigorosa, puesta al servicio del Estado y convencida de que nadie mejor que élla puede sentirse orgullosa de la grandeza de su nación.
Leyendo a Hitier pensamos que la Pedago.
gía retrocede, o que retrocedería si el nacional socialismos llegase a implantarse en el mundo entero, a los tiempos de la educación espartana. Hitler sólo ansia formar hombres, pero hombres fuertes, sanos y vigorosos. Al educar al individuo dice el Estado debe demostrar que no constituye una vergüenza, pero sí una lamentable desgracia la circunstancia de ser enfermizo o débil. Esto no es, en nuestros días. un principio pedagógico, sino por el contrario, un lugar comúa, pero, pase, ya que no puede haber en el mundo una escuela sin riesgo a perder el derecho de llamarse así, si menosprecia la salud del niño y su edudación física. Pero lo que no puede dejarse pasar inadvertido es este otro párrafo. el Estado debe actuar en la presunción de que un hombre medianamente educado, mas sano de cuerpo, firme de carácter y lleno de confianza en sí mismo y fuerza de voluntad, es más valioso para la comunidad que el posee.
dor de una amplia cultura pero al propio tiempo encajinado y pusilámine. Una teoría de esta naturaleza no puede ser incorporada dentro de un ideario pedagógico digno de ser tomado en cuenta. Lo que la pedagogia moderna pretende son las dos cosas a la vez: fortaleza en el cuerpo, firmeza en el carácter, pero luz, mucha luz, toda la luz que se pueda en la mer. te del hombre. Por lo demás, no puede llegarse a la consecusión de las virtudes enumeradas por Hitler sin un proceso educativo, que no es precisamente la educación fisica la única disciplina que pueda proporcionarlo. cuando Hitler habla de escuelas y de niños casi sólo se refiere a la educación física, a la que rinde pleitesia ilímite guiado por la obsesión racista de ver al pueblo alemán convertido en la nación más fuerte del mundo. No deberá transcurrir un solo dia. dice sin que un muchacho no hubiese consagrado por lo menos una hora al adiestramiento físico, así en la mañana como en la tarde, en forma de juegos y de gimnasia; hay un deporte en particular que no se ha de excluir de ninguna manera: el boxeo. No existe deporte alguno que estimule tanto como éste el espíritu de ataque: requiere una decisión rápida como el relámpago y templa y agiliza el cuerpo. Nuestra nación alemana, sigue diciendo, se encuentra actualmente en un estado de extrema postración, vejada y humillada por todo el mundo, necesita la fortaleza que engendra la confianza en sí misma. Esta confianza en sí mismo debe cultivarse en los miembros más jóvenes de la nación, de la infancia para arriba. es así, de esta manera, que Hitler quiere que sus jóvenes alemanes lleguen a sentir el orgullo de ser la nación más fuerte de la tierra, el pueblo más vigoroso, que constituyen una nación invencbile. es por la gimnasia y por el boxeo que Hitler pretende llegar a conseguir todo eso de manera que nos hace pensar lo que diría Hitler la noche en que el negro Joe Louis mandara a la lona al ario Schmeling en el primer round de una pelea concertada a quince asaltos. Sin embargo, la idea de la supremacía alemana siempre obsesiona al Furher. Para él la fuerza es el derecho. La palabra espada es una que aparece frecuentemente en su libro y dada su reverencia por el verbo del cañón, con el cual ha hablado ya bastante elocuentemente en Polonia, por ejemplo, llega hasta el extremo de dictar la siguiente sentencia: para el alemán corriente, el período del servicio militar deberá constituir la conclusión de su educación normal.
Hitler con esto parece olvidar que no han sido precisamente ni los militares ni los hombres fuertes de Alemania los que le han dado más brillo a su nación, que para no citar más que un caso nos quedamos con un Goethe antes que con un Guillermo II o con cualquiera de los satélites que le siguen a él mismo.
Crear escuelas para formar atletas y militares puede no ser malo, pero con mayor agrado aceptaríamos escuelas donde enseñar a boxear y a manipular la metralla o el cañón no fuese la preocupación dominante. Más admiramos al que sabe coger entre sus dedos la pluma para escribir un libro que al que sabe manejar la espada para tajar vientres o que con su rifle sabe dar en el blanco a doscientas varas de distancia. Bueno está preocuparse por la vigorosidad del cuerpo, pero mejor aun resulta no descuidar ese aspecto si al mismo tiemdo se cultiva la inteligencia. Que Hitler desea que los niños alemanes amen por sobre todas las cosas a la nación alemana? Nadie puede negarle esa ambición pero siempre que no cultive esa idolatría con monoscabo del aprecio que a los niños alemaces debe merecerles el resto del mundo. Bien, muy bien que los niños alemanes amen a su patria, pero más hermoso sería que junto a esta preocupación existiese la otra: la de que esos mismos niños hagan que todos los demás niños del mundo amen a Alemania casi tanto como ellos mismos. Nosotros aplaudiríamos con entusiasmo si a los jóvenes alemanes se les enseñase a preocuparse por despertar admiración universal no sólo por su fuerza en los músculos y hasta por el adiestramiento en el manejo de las armas, sino también por la pujanza de su intelecto.
En la única parte de su libro donde se respira un poquito de aire democrático en lo que a educación se refiere es en el capítulo que Hitler titula El Estado, y esto, en alguna que otra página, entre las 117 y 122. Hay allí al menos unas cuantas palabras consagradas al deber del Estado de proporcionar en las es.
cuelas nacionales cierta y determinada educación a todos los niños del país. lo cual, a ser sinceros salva en algo el prestigio de la pedagogia nacista ya que admite por lo menos la necesidad de cierta y determinada educación al mismo tiempo que mantiene y respeta el principio democrático de escolaridad a que tiene derecho el niño en cualquier país de la tierra.
Hasta qui sólo nos hemos referido a la educación del hombre. Sólo nos resta decir algo respecto a la educación femenina. Siguiendo su obsesión por la educación física, Hitler pregona que debe darse antes que todo máxima importancia al adiestramiento corporal, después de esto, al desarrollo del carácter. viniendo en último término (somos nosoitos los que hemos subrayado) el cultivo de la inteligencia. La educación de la mujer debe tener en vista ante todo y sobre todo un propósito absoluto: formar futuras madres de familia. Todavía la triste e injusta sentencia contra la mujer. Puede acaso el hombre a estas horas ver la mujer únicamente el instrumento de la procreación. Bendita una y mil veces su santa misión de engendrar en sus entrañas a la humanidad del mañana. felices los pueblos donde saben elevar a sus niñas instruídas con los elementos de puericultura, desde los más rudimentarios hasta los superiores, basados en principios meramente científicos y fortalecidos con nobles alcances morales. Mas no puede llamarse felices a las naciones en donde sus jóvenes son llevadas a la escuela ante todo y por sobre todo a prepararse para dar hijos a la patria, por más que en ello se busque que tales hijos sean sanos y fuertes.
La mujer, esa mujer, que ha sido nuestra madre, que es nuestra hermana, que es nuestra novia, que es nuestra esposa, que es la madre de nuestros hijos, tiene también el derecho y el deber de cultivarse, de salir de las sombras de la ignorancia porque así su misión de madre le será más fácil y más feliz, No hay derecho alguno, ya sea en un Estado rojo o blanco, de derecha o de izquierda, de fundamentos totalitarios o democráticos, a privar a la mujer de los medios que le permitan ponerse al nivel de la cultura general del hombre. Privarla de esos medios es restarle fuerzas a la necesarísima cooperación intelectual que ha de existir en el mundo entre hombre y mujer para mayor felicidad de la humanidad. Pero desafortunadamente no es eso lo que busca el Fuhrer alemán. Lo que anhela por sobre todas las cosas es inculcar en los miembros más jóvenes de la nación. la convicción de que son superiores a los demás. Pero no superiores a los demás en la lucha por el progreso. No, lo que se ansia es que sean superiores en la lucha por el predominio del mundo, las mujeres dando a la patria hijos robustos, y estos hijos robustos, ya de hombres conquistando, aunque sea a sangre y fuego, pueblos libres y soberanos que aunque débiles y pequeños tienen tanto derecho como los mismos alemanes a vivir libremente y en paz sobre la faz de la tierra. esto, a decir verdad, no podriamos considerarlo como un noble ideal pedagógico.
Jesús VEGA OROZCO. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica