REPERTORIO AMERICANO 13 LA MISION.
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por gentes más fuertes, se les obligó a remontar el río, navegando sobre la balsa de sus cotazones rotos, y tratando de salvar algo del naufragio. Tenían una semana para entregar las armas.
Pero lo sabían los de arriba. En los frentes aún se hablaba de patria y aún se regaban los campos con sangre, quizá para hacerla florecer un dia.
Cada semana debían acudir a levantar el espíritu de las tropas. Por su amistad con el jefe, Ana se había permitido esquivar la taIca, pero esa noche no había quien la sustituyera. Se rebeló, alegó que si antes habíase. negado con alguna esperanza, ahora no iría.
El jefe la dejó gritar. Aguantó impasible su cstallido, no dijo nada y la dejó sollozando en los escalones. Una más entre ellos, como ellos tada.
Salió rumbo al frente. La noche siempre callada, vibraba ahora con mil rumores. Parecía un conciliábulo de células, un estremecimiento las hacía cantar.
Pronto comenzaron a oírse los primeros disparos. Había llegado.
Cien manos callosas se tendieron hacia las suyas. Siempre era igual, su presencia les agraGaba.
Crispó los labios, repartió cigarrillos, dijo chistes.
Un grupo se preparó a salir. De pronto, una voz entre ellos la atravesó. Está linda como siempre la niña y tan arrecha como cualesquiera de nosotros.
Era el hombre del rancho. Dio un paso hacia él y le adelantó las manos como un mendigo. Avancen!
El hombre se perdió en el camino.
Sintió que los nervios empezaban a fallarle y, al emprender el regreso, eludiendo la compañía de los demás, Ana propuso llevar el jeep ella sola.
Avanzaba a oscuras. La luz prendía los miles de lucecitas escondidas en las laderas.
La camisa estaba ya un poco sucia y parecía puesta sobre una percha. Sus manos casi araban la tierra, pero sus pies sí iban abriendo surcos.
Adelante no hablaban. Sólo la montaña continuaba cantando.
Había curvas. Empezó a recordar: jugó de nuevo a los chumicos, cantó himnos y lució boina y gabardina, pero no pudo detenerse y volvió a verse en el rancho, con los ojos de la mujer clavados en ella.
El jeep patino. Frente a ella no había nadie. Tiene tántos caminos la montaña.
Comenzó a notar que hacía frío y se dio cuenta de que estaba sola.
Oyó ruido. Si la encontraban ahí. bueno, todos sabían cuándo debe rezarse el Padrenuestro Corrió hacia los guindos y se dejó desliLos otros no tenían cara, pero relucían sus fusiles. Se detuvieron y una voz pastosa rompió a hablar. Es mucha lata seguir andando, compaPeros, y es bueno descansar. Además no nos lo van a agradecer, es soldado raso.
Otra voz cortó el hilo: no es más que un perro.
La camisa terminó de ensuciarse. Las manos sí araron esta vez la tierra.
La noche se quedó sorda, la montaña estaba muda.
Tres días después, Ana llegó a la capital y uno más tarde salía rumbo a México.
Eso había sido la revolución. Arriba, las estrellas seguían gritando.
Graciela MORENO.
México, VI 49.
zar.
En el fondo de ellos permaneció acurrucada, esperando. Las pisadas empezaron a precisarse: eran tres hombres. Sacó valor para inrarlos y los tendones del cuello se le quecaron tensos hacia arriba, como cuerdas. Quiso bajar la cabeza: era el hombre del rancho.
creado un personaje que perdurará en las letras tio platenses e hispano americanas: su San Francisco moderno, tiene todo el perfil recio y definitivo de un héroe gorkiano. en torno a él, ha agrupado toda una legión de personajes menores, aunque tan llenos de color, vida y tragedia como el protagonista. Tienen razón César Tiempo, José Gabriel y Ricardo Baeza cuando colocan a Elías Castelnuovo en el primer plano de los novelistas de América.
Juan MARIN. Calvario. una novela de Elías Castelnuovo (En el Rep. Amer. Elías Castelnuovo, prologuista en 1936 de a Castelnuovo con Dostoiewski y con Knut nuestra novela El Infierno Azul y Blanco, Fiamsun y se le ha llamado el Gorki sudame(Edit. Claridad. Bs. Aires, Argentina. aca ricano por autores tan calificados como Maba de publicar una novela de esas que no puenuel Gálvez, Julio Barcos, Monteiro Loden leerse sino con lágrimas en los ojos, tal bato y Alfredo Bufano. En verdad vibra es la intensa y profunda emoción humana que en Castelnuovo la misma cuerda trágica, desesimpregna sus páginas. Si Calvario fuese pu peranzada y vagabunda que nos estremece en blicado en Norteamérica ha escrito un crí el gran cuentista ruso.
tico su autor pasaría a ocupar de inmedia Calvario, escrita en primera persona rezuto un lugar entre los grandes novelistas de ese ma la dolorosa y crispada sinceridad de una pais, como John Steinbeck, Erskine Calsdwell autobiografía. Quizás no lo sea, seguramente y Ernst Hemingway. Pero, Castelnuevo es mu no lo es. Mayor será entonces su mérito pues cho más sensible, más artista que los autores muestra la fuerza creadora, la garra ensangrennombrados: un libro de Steinbeck nos emo tada de un novelista excepcional. Cuesta acepciona indudablemente, pero no nos conmueve tar tanto sufrimiento acumulado sobre los basta las lágrimas. Hay como una inhibición hombros de un solo hombre y tanta tragedia final, una especie de racionalización de últi concentrada en el medio social de un villorrio ma hora de los procesos emocionales, una últi del Oriente argentino como el que allí se nos ma barrera que separa al personaje del autor y pinta. Sin embargo el realismo autor es tan este último del lector. En Castelnuovo, en perfecto, tan sincero su acento que, a poco de cambio, personaje y autor parecen ser uno mis voltear las páginas, el lector está cogido dentro mo y el lector desemboca dentro de ese com de su atmósfera de miseria y dolor, participanplejo emotivo por la ancha puerta del estilo do activamente en las grandes y pequeñas traincomparable del novelista. Se ha comparado sedias cotidianas del lugar. Castelnuovo ha New Delhi, agosto 1949.
Octavio Jiménez ABOGADO NOTARIO Oficina: 25 vaars al Oeste de la Tesorería de la Junta de Protección Social TELEFONO 4184 APARTADO 338 Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica