Joaquín García MongeViolence

REPERTORIO AMERICANO 55 Un poema de José Ramón Heredia Panamá, octubre 24 de 1939.
Sr. Prof.
Joaquín García Monge, Director de Repertorio Americano.
San José de Costa Rica.
Muy distinguido Profesor y amigo: Me atrevo a pedir la buena acogida de Repertorio para la poesía que le incluyo del admirable poeta venezolano José Ramón Heredia, uno de los efectivos valores de la nueva poesía en el continente. Densa es la obra de Heredia. Paisajes y Canciones, 1928; Por Caminos Nuevos, 1933; Justicia Bárbara, 1934; Música de Silencios 1936 y Los Espejos del Más Allá, 1938. Agil y Aguda la intuición poética de su poema Ventanas hacia un mundo de cristal, llega a cristalizaciones como ésta: Cuando ellos (los niños) claros, miran, sólo palomas viajan por los rumbos del aire, en las más hondas grietas se ocultan las arañas, con aliento de ala la piedra se hace leve y todo el mundo es niño como el día de su génesis.
Su Voz y Mensaje con estática de la Muerte, que le envío con estas líneas, es a mi juicio uno de los poemas mejor logrados en cuanto he leído de la escuela sub realista que cultiva el poeta. Aun para los más reacios de quienes formamos nuestro gusto en la doctrina clásica, esta poesía debe sonar como la expresión de una sensibilidad de exquisitas vibraciones y de hondas raíces humanas. Presente Ud. a la América, de quien es alta tribuna Repertorio, este gran valor de la lirica continental. Los artistas le agradeceríamos este nuevo servicio y obligará muy mucho a su aftmo. amigo y admirador, MARIO BRICEÑO IRAGORRY En una nota de Repertorio, Ud. me dice antiguo Ministro en Costa Rica. Por dicha, sigo represen.
tando a mi Patria en esa bella tierra donde vive a sus anchas la libertad de espíritu.
Hay sangre derramada como inútiles vinos, vinagres dilatando sus ácidos vapores, ojos empapados y tristes como cristal con lluvia, gritos iracundos cruzando por los aires, y dolorosos gritos lloviendo hacia los cielos su helada agua de angustia.
Hay hospitales, amarillos de amaneceres trágicos, en donde gimen niños con fábulas destruídas, hay inocentes ojos retrocediendo hacia las sombras perseguidos por la visión siniestra de un mundo horrible malo.
con ogros y con lobos, con uñas y colmillos, con bombas y candela.
Hay cabelleras de mujer quemada, y niñas dando la flor del seno al mordisco del hierro, estaciones donde es amargo el beso y trenes con urgentes sirenas que hieren como balas. hay noches con alcoba nupcial y cama intacta y reloj inexorable con inflexibles números ardiendo y uniforme todavía no estrenado que espera el alba lívida que habrá de abotonarlo. hay cuerpos destrozados, y signos horribles hechos por brazos solitarios, y horizontales botas, hartas de piernas mutiladas, intestinos colgando y vísceras expuestas como amapolas cárdenas.
Pero no es eso sólo.
Espesas nubes trénzanse y avanzan, y grandes círculos de sombras se compactan y estrechan amenazándonos de impenetrable noche, pretendiendo fundirnos en su materia ausente.
Nuestro corazón es una calle a media noche, y sentimos que algo nos hiere con aguda violencia, como la espada que ciega su fulgor en la entraña.
Cerca nuestro, como naciendo de nosotros mismos, oímos un cierto sonido de muerte como el reloj que sigue andando en el bolsillo de un asesinado.
Somos unos desterrados, unos empujados a oscuros socavones, unos perseguidos por la furia y la sombra, mirándonos las caras a la luz de nuestras lámparas vacilantes.
Yo no sé por qué pasa todo esto, ni qué fiebre de infierno acelera las sienes y quema los pulsos de los hombres, donde las razan ladran como perros furiosos.
No son ya ni el algodón, ni el electrón, ni el mármol.
sino son el petróloe, el acero el cemento.
El petróleo bulle. El petróleo crece las ansias, y amplía los adbómenes y los corazones disminuye.
El petróleo ordena.
El petróleo enciende las fuerzas. El petróleo mueve la muerte.
El acero brilla. El acero vibra. El acero marcha, el acero salta, el acero vuela, el acero ruge.
Pero el acero grita la muerte.
El cemento se alza. El cemento baja.
El cemento se hunde. El cemento corre, y largos corredores subterráneos sus mortuorios recibos edifica.
Con el cemento pacta la muerte. a espaldas de nosotros, lejos de nuestra voz cargada de palomas, los locos, los morbosos, los grandes asesinos, con inhumanas manos los resortes del mundo mueven y sus altos destinos hacia oscuros abismos precipitan.
Pero no! No habrán de ser destruídos ni la sal ni el azúcar!
Sabedlo, hombres y mujeres de todo el mundo, compañeros en la intención y los brazos abiertos: en vano soplarán sobre las luces que sostienen nuestros brazos sin crimen y con músculos. como de los grandes cataclismos surgen las nuevas tierras, de la hora tremenda vendrán los nuevos hombres, que marcharán a encontrarse, con las manos tendidas, y el corazón hecho una llama blanca y palpitante dentro del pecho vertical y puro, como una torre habitada de palomas.
JOSÉ RAMÓN HEREDIA Voz y Mensaje con estática de la Muerte Otra vez la muerte a horcajadas sobre el mundo como fatal jinete de dolor y de espanto, regando su espeso betún de sangre indisculpable y su lluvia de huesos inocentes.
Otra vez la guerra soplando su aliento furioso de dinamita y pólvora y su frío de alambradas y agudas bayonetas, y desde duros cielos, sin pájaros ni cantos, donde hélices malditas mortifican el aire con su ruido perverso de moscas infinitas, otra vez la muerte cayendo en goterones, sobre las ciudades con amores y anhelos, con muñecos y anillos, con poemas y mármoles, sobre las ciudades temerosas huyendo dentro de sí mismas como el caracol dentro sus nácares.
En la entralna profunda del agua bajo el agua, donde la vida sus alegres legiones multiplica, otra vez la muerte entre jardines submarinos y transparentes nupcias de peces y medusas, mientras espía con su ojo de cristal violentado, arriba, donde el mar sus azules colinas desenvuelve.
Otra vez la muerte avanzando en el giro de la rueda en donde el estampido su pie de fuego afirma, y en el fiero engranaje de esos monstruos de acero en que marcha blindada, incontenible y loca.
Otra vez tebleteando los días de truenos vividos e incendiando la noche de relámpagos sordos.
Oh, catarata horrible de la muerte, sonando!
Maldita la voz negra que despertó la muerte, y maldita la garra que la azuza y la guía. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica