REPERTORIO AMERICANO 349 la enseñanza laica cuando combatió las comunidades religiosas en julio de 1884.
El Prof. Luis Felipe González, en un estudio que publicó en el Diario de Costa Rica del 17 de febrero de 1927, dice de don Julián Volio: Después de haber hecho sus estudios de enseñanza elemental en Cartago, pasó a Guatemala, llamado por su tío don Anselmo Llorente, cuando no tenía más que doce años de edad.
Don Julián tenía cuatro tíos sacerdotes, dos eran de la orden de Santo Domingo, y los otros dos seglares; los cuatro contribuyeron a su educación. Estudió Filosofia en la Universidad de San Carlos Borromeo, regida por los estatutos de Carlos II el Hechizado. Se distinguió como estudiante y algunas veces cuando faltaba la clase alguno de sus profesores, los sustituía por encargo de ellos. Llegó a dominar muy bien el latín y traducía con perfección y seguridad los clásicos. los 21 años de edad adquirió el título de Licenciado en Leyes.
El Licdo. Volio fué implacable contra la administración del Gral Guardia. No se rindió ante ningún convencionalismo y supo mantenerse siempre digno y altivo. Vacias veces fueron ofrecidas altas posiciones; se le propusieron Ministerios que el Licdo. Volio supo rechazar con dignidad, ya que él comprendía que aceptarlos de un mandatario a quien él había adversado era admitir la compra de su conciencia y, porque a en eso la forma acostumbrada por aquel y otros gobecnantes posteriores de humillar sus adversarios políticos. Alguna vez el Gral. Guardia se expresó con los amigos del Lic Volio: Volio es tonto pero honrado. Con lo que me daba, decía el Sr. Volio, todo lo que yo he apetecido.
Don Julián Volio, libre de claudicaciones, probo, irreductible, virtuoso, supo con su acción y su palabra venerar las instituciones del país, defender el poder político y civil de los avances del ultramontanismo, garantizar la libertad de conciencia y el espíritu positivo de las ciencias; honrar la justicia y prestar su concurso a la trasformación radical que había de operarse en nuestro organismo social, civil y político; ponee bien alto el nombre de la República, cuando la dignidad nacional y las circunstancias así lo exigen.
Grande por su pluma, grande por la fuerza de su pensamiento, grande por su devoción al trala cultura, supo ennoblecer su patria y su propia vida y supo morir estoicamente, ser grande en la adversidad del destino. mucho más grande en la posteridad, ante la experiencia de la Historia, cuando se contempla que las convicciones de los hombres las tuercen las conveniencias y circunstancias de la política.
bajo y a a En esa época (hacia 1850, ya en Costa Rica)
mantuvo relaciones muy íntimas con el Dr. don José María Castro, por quien profesó gran afecEl pensamiento vivo de Dn. Julián Volio (A los 50 uños de su muerte)
to.
En una de sus cartas dirigidas al Dr. Castro encontramos los siguientes conceptos de amistad del Sr. Volio. Un nuevo punto de contacto nos une desde hoy, mbos estamos confinados, Ud expresa y yo tácitamente. Las pocas diferencias que hay son a su favor. Todo lo sufro, sin embargo, a trucque de conservar el derecho de pensar con mi cabeza. Convertiré a Cartago de sepultura en paraíso y dentro de pocos días no lo trocaré por la Corte. Dentro de la sepultura hay una flor. Ella y las cartas de mis amigos harán mi felicidad. Cuento, pues, con las de usted. Carta del Licdo. Volio al Dr. Castro, setiembre de 1851. y En El Foro del de dicbre. de 1887, sedice: Don Julián Volio de cuando en cuando, aunque no tan amenudo como fuera de desear, nos deja oir su voz, sobre alguna cuestión importante. Dadas sus prendas de talento e ilustración la merecida fama que cerca su nombre, dicho está que estas palabras se escuchan con interés en todo el país, y que su propagnda ejerce gran influencia. Esto puede a veces ser provechoso, y de seguro que lo ha sido en muchas cosas; mas también puede producir un resultado contrario, cuando se extravia del acierto en que por lo común cảmind.
RICARDO JIMÉNEZ Lo que yo rechazo, lo que de ninguna manera puedo admitir, es que del deforme simulacro de jurado implantado entre nosotros, se deba y pueda esperar resultado alguno benéfico, semejante al que produciría el jurado verdadero y genuino. este respecto recuerdo ahora haber visto entre los caprichos de Goya, la rama de un árbol cubierta con un vestido de santo, con esta inscripción al pie. El poder de un sastre! y muchas personas arrodilladas ante ese tronco.
Pues bien: entre nuestros caprichos hay otra rama envuelta en la túnica del jurado con esta inscripción al pie: El poder de una palabra y muchos devotos de hinojos ante ella.
Con menos fe que éstos, rehuso prosternarme ante la mistificación que se me propone, si bien estoy dispuesto a reverenciar el santo auténtico y verdadero Cuando el jurado reuna todos los elementos que lo hacen útil y respetable; cuando deje de ser una lotería, seré el primero en saludarlo con toda la efusión de mi alma. La República, 17 de marzo de 1887. Tres años duró el Sr. Volio de Presidente del Colegio de Abogados y fué la época más brillante de esa institución. Decía el Sr. Volio que todo su programa se había encerrado en esta sencilla frase: Impeler sin fuerza y dirigie sin imperio.
Pero esa no fué toda la actuación del Sr. Volio, ya que el intervino con lucidez en los importantes debates jurídicos de aquellos días, espe.
cialmente cuando se trató de la institución del jurado, del divorcio, del matrimonio civil, de la igualdad jurídica de la mujer, de la autonomía de ésta para el manejo de sus propios bienes.
Ningún hombre de estado ha definido con más calor los decechos civiles de la mujer como lo hizo el Licdo. Volio en aquel entonces. Por indicación del mismo Sr. Volio, se aprobaron en una sesión memorable del Colegio los derechos de la mujer, En otra ocasión, cuando se discutia la cuestión del jurado, manifestó que él entraría en el debate si se estudiaba más el asunto, porque él no admitia dogmas en la ciencia. Puede asegurarse que en todas las conquistas científicas liberales de nuestra organización jurídica que son hoy gala de nuestra legislación, el Licdo. Volio prestó el más apreciable concurso.
En El Foro del 13 de enero de 1888, refiréndose a don Julián Volio, en polémica con él, dice Dn. Ricardo Jiménez. y como es su costumbre echa en seguida meno a su arma favorita, el cruel sarcasmo, que tan diestramente esgrime.
Permitaseme una sola vez acudir a un argumento personal. Hace pocos días citaba el señor Volio como un timbre de orgullo para Costa Rica los códigos novísimos; y ya hoy ha cambiado de humor, critica burlescamente nuestra monomanía legislativa. Esto no me admira, el señor Volio es el hombre de las contradicciones y las paradojas; y al expresar esto muy lejos estoy de hacerle una ofensa; otro tanto se dice de Alejandro Dumas hijo, y no supongo que haya quien se encuentre deprimido al ser comparado con tan excelso ingenio.
En carta al Redactor de La República, jueves de marzo de 1887, habla Dn. Julián Volio de. que a pesar de mi natural repugnancia a escribir para el público. aclamación y a Los antiguos tenían un aforismo que traduzco en obsequio de los que no saben latín: El que una vez huye, se presume que en caso semejante siempre ha huido. La República, 10 de diciembre de 1887. Expropiación Al tratar de los privilegios en general rescevados al estado, afirmé, lo mismo que ahora lo hago, que provenian del derecho romano, y que han ido desapareciendo por grados conforme las ideas sajonas han ido haciendo campo en el derecho público de las naciones.
Entre esos privilegios se cuenta el de la expropiación, que aunque también admite el derecho sajón, es con tales modificaciones, que los efectos de la injuria hecha por ella al individuo, quedan reducidos al menor grado, separándose, de esta manera, del principio romano, según el cual el individuo y su propiedad, eran absorbidos in condicionalmente por el estado.
Bastaba que al interés público conviniese la adquisición de una propiedad particular, para que sin necesidad de una ley general preexistente, de un Senado consulto o de un Plebiscito, dispusiese de ella como de cosa suya, sin trámite ni indemnización de ninguna clase.
No menos fué la reputación que el Licdo. Volio gozó como orador, Era de hablar mesucado y muy correcto. En la discusión su palabra se volvía fuego, animada siempre y muy a menudo cáustica, pero corregida por una sonrisa que asomaba apenas, sin alterar la secenidad que caracterizaba su semblante. Merecen citarse entre sus fogosos discursos el que pronunció contra el General Guardia en el seno de la Asamblea Constituyente en 1880 y la defensa que hizo de Convengo en que es de las escuelas o de la familia de donde el hombre sale virtuoso o pervertido, y como veo que los maestros afectan no conocer o realmente ignoran las leyes que determinan la moralidad de las acciones humanas, es de creerse que no son los padres de familia responsables de los malos resultados que vemos. La República, 17 III 87. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica