REPERTORIO AMERICANO 215 Sanin Cano Colaboración. Santiago de Chile, de marzo de 1939 En la Primera Conferencia Americana de Comisiones Nacionales de Cooperación Intelectual, celebrada el enero pasado en Santiago, tuve la grata oportunidad de conocer a Sanín Cano. No puedo decir que sea su amigo, pues no pude intimar con el concino ensayista.
Le admiraba su prosa elegante y nutrida de conceptos. De modo que lo escuché siempre con interés. Sus observaciones fueron inteligentes y las ilustraba con anécdotas felices.
Un día alguien, no recuerdo qué delegado a la Conferencia, me preguntó por el nombre de pila del humanista colombiano. yo, sin titubear, respondi. Benjamín. No es, precisamente, el Benjamín de la Conferencia me contestó mi interlocutor, en frase que quiso y no pudo ser chistosa.
La boutade del interrogante me hizo pensar en la edad del escritor. En mi coleto resolví el asunto, asignándole 75 años. bien, hoy leyendo unas bellísimas páginas autobiográficas, Las memorias de los otros, publicadas en la excelente Revista de las Indias, Bogotá, diciembre, 1938 (Epoca 2a, Nº 1) me percato que a esta fecha tiene 78 años. Buena edad y bella sazón mental.
Hoy también y en la misma Revista, es decir, no en la misma, sino en el Nº 2, me entero que mi Benjamín, se llama Baldomero.
Así de aislados y desconocidos viven quienes piensan y escriben en la América Latina, como dicen los franceses, acaso para dar una dulce ilusión; porque de latina no tiene nada, sino un idioma cada vez más criollo.
En la Conferencia tuve el honor como se dice en los discursos. de pertenecer, cual asesor, a la Comisión de Derecho de Autor. En ella el delegado por México, Luis Chávez Orozco, propuso la siguiente moción: Recomendar a los países americanos no cierren sus fron teras a las producciones literarias, científicas o artísticas extranjeras. cualquiera que sea su ideologia política.
La proposición del historiador mexicano fué analizada larga y maquiavelicamente por el Dr. José Antuña del Uruguay, presidente de la comisión. El autor de estas líneas habló en seguida y si no convenció con sus argumentos en favor de la recomendación de Chávez Orozco, por lo menos ocupó todo el resto de la hora, quedando la resolución para la próxima jornada.
Al siguiente día expuse la situación a Baldomero Sanín Cano y a Luis Alberto Sánechz, solicitándoles su apoyo, pues no habían podido asistir a la reunión anterior.
Me acompañaron ambos en la defensa de la tesis mexicana, como hay constancia en las actas mimiográficas que se repartían, día a día, durante la Conferencia. La intervención de los dos escritores fué lucida LJ Sanin Cano (Visto por Delucchi. 1926. y eficaz.
Pero vuelvo a Sanín Cano. Es un espíritu ágil, joven, libre, comprensivo. Fué para mí un verdadero agrado conversar, aunque brevemente, con un hombre de tanta calidad humana e intelectiva.
NORBERTO PINILLA Barniz raído De El Tiempo. Bogotá, abril de 1938 a uno o algunos de los reclusos con la condición de que delaten lo que oigan decir a sus compañeros. Un prisionero a quien se le hizo la triste oferta rechazó indignado el tráfico propuesto. Fué sacaldo de la prisión al aire libre y muerto en presencia de los demás reclusos.
Podrían multiplicarse las escenas, algunas de las cuales no pueden relatarse en público con términos discretos. Aquí no se citan estos hechos con ánimo de crítica. Ellos pertenecen a un momento histórico en que se violan los tratados friamente, se desconocen de acuerdo con la conveniencia de una de las partes y se alega para no imponer su cumplimiento a quienes los violan el peligro de que sobrevenga una guerra cuyas consecuencias serían desastrosas para la civilización.
En este momento histórico el concepto de nacionalidad ha perdido el respeto de las naciones poderosas. Quienes suponen haber menester el territorio de un estado cualquiera lo ocupan por la fuerza, so pretexto de que en ese territorio viven gentes de la misma raza a que dicen pertenecer quienes van a ejecutar el acto de usurpación, o sin pretexto alguno. las naciones que por tratados públicos estaban obligadas a sostener la autonomía de los estados invadidos y conquistados se alzan de hombros diciendo que por tan poca cosa no puede comprometerse la tranquilidad del mundo y la civilización de occidente.
Tampoco es nuestro ánimo en estas líneas, y por ahora, censurar la prudente y civilizada actitud de quienes se niegan a cumplir sus compromisos con las naciones débiles. Queremos señalar tan sólo el hecho de que las nociones más sagradas del derecho internacional, como la obligación de respetar y reconocer los gobiernos de las naciones amigas, mientras no haya mediado declaración expresa de guerra, han pasado a la categoría de recuerdos históricos.
Quienes vivieron en Inglaterra antes de 1914 recuerdan hoy, contemplando lo que allí sucede, la frase de Talleyrand sobre la dulzura de vivir en Francia antes de 1789. La vida en Berlín en 1912 era un frenesí. La alegría de vivir se expresaba en una agitación hética y tumultuosa en todos los aspectos de la actividad humana. El trabajo se ejercía con método y diligencia tan precisos como si se tratara de combatir alguna fuerza terrible de la naturaleza. Pero los hombres ejecutaban su labor individual sonrientes o a lo menos resignados. El comercio era un espectáculo tan divertido como interesante. Los grandes almacenes, los restaurantes, las casas de té, hacían pensar en una diversión más bien que en una faena de los que servían al público. La noche era la continuación de las actividades febriles del día, pero entonces las multitudes se agolpaban palpitantes de vida en busca de diversiones públicas, muchas de ellas enaltecedoras.
No hay que ponderar el cultivo de las ciencias. Alemania ocupaba (Termina en la pág. 225)
Personas dignas de crédito refieren haber oído de testigos presenciales los siguientes episodios de la vida cotidiana en Alemania. El gobierno ha creado numerosos inspectores de explosivos. Cuantas personas ocupen un inmueble o parte de él están en la obligación de asilar transitoriameute o con carácter de permanencia a uno de estos funcionarios que, como huésped, tiene derecho de registrar continuamente y según sus sospechas, o sin tenerlas, todas las habitaciones a cualquiera hora del día o de la noche. un caballero en cuya casa se halló un poco de alcohol, materia clasificada entre los explosivos, se le llevó a un campo de concentración, donde fué sometido a bárbaros tratamientos por tres meses. De vuelta a su hogar había perdido la salud tal vez para siempre.
Un médico llevado a los campos de concentración, sin haber cometido falta alguna, vio el tratamiento que allí se imparte a la gente sin alegar para ello causa real o ficticia. Cuando el número de personas recluídas en un campo se hace excesivo para el espacio en que se las obliga a vivir, se señalan arbitrariamente unas decenas y se las ejecuta en la horca para conceder a los demás recluídos mayor espacio dentro del cual puedan. moverse.
La misma persona refiere que con frecuencia se ofrecen cigarrillos Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica