282 REPERTORIO AMERICANO Niños de Costa Rica. Palabras dichas en el Cementerio General. Colaboración. Son José, Costa Rico y agosto de 1939 Hace ya muchos años, el gobierno de El Salvador dispuso enviar a Costa Rica un grup pequeño de estudiantes, para que siguiese en la Escuela Normal sus ciencias, letras y pedagogía. Se sabía, en El Salvador, de la excelencia de la escuela costarricense y era natural que nosotros quisiéramos aprovechar de las conquistas culturales de esta pelqueña hermana que ha estado como a la orilla del solar centro americano, y que ha querido hasta irse de nosotros, pero que nosotros, los de más allá del Río San Juan, retendremos con nuestro cariño, con nuestro amor, con nuestra lealtad.
Vinieron los muchachos salvadoreños, estuvieron aquí sus años, cursaron sus estudios, cogieron sus diplomas y se marcharon de regreso a Cuscatlán. Costa Rica pudo olvidarlos, y los habrá quizá ya olvidado; pero ellos, que tenían el alma muy honda para la gratitud y muy amplia para la comprensión, no olvidaro nunca a Costa Rica. Ni olvidaron lo que aqui en Costa Rica habían aprendido, y que era mucho mejor que todas las pedagogias, que todas las ciencias, que todas las artes, porque ello es la ciencia suprema y el arte máxima: ciencia y arte de respetar el derecho ajeno y servir a la libertad. un día El Salvador vio levantarse, en mano de uno de aquellos maestros, el Colegio Garcia Flamenco, con lo cual se pagaba a Costa Rica un tributo en la memoria de uno de los más altos de sus hijos: porque aunque nacido en Ei Salvador, García Flamenco formó aquí su conciencia y los salvadoreños lo cedimos a Costa Rica en sus huesos y sus laureles, en su gloria y su espíritu. es por eso que el nombre de García Flamenco es símbolo viviente y militante en El Salvador, y es por eso que estamos aquí, en estos momentos, en un acto de solemnidad patriótica, en que el grupo de muchachas salvadoreñas del Plus Ultra deja una ofrenda floral en el monumento que perpetúa el nombre del maestro, como un tributo a Costa Rica y un rito de devoción a sus tradiciones de libertad.
Marcelino García Flamenco Niños de Costa Rica: en El Salvador amamos mucho a vuestro país. Ese amor es amor por sus instituciones, por sus escuelas, por sus bellezas naturales y por la bondad de sus hijos. Ese amor es amor por el prócer Mora, es amor por Santa María, es amor por García Flomenco, y es devoción por todos los altos espíritus que han trabajado dignamente por elevar el nivel de su cultura.
Este intercambio de deportistas que encarnan el espíritu de la juventud que en las actividades del juego sabe muchas veces hacer crecer las fuerzas que han de servir después a la Parrita y este venir aquí de peregrinos del ideal, será de grandes provechos en la obra de acercamiento entre las dos secciones del Istmo, como lo serán todos aquellos otros esfuerzos que tienden a acercar la gran familia istmeña.
Es tan fácil acercar a los pueblos, y es tan fácil también distanciarles. Pero en la duración de la obra hay una diferencia capital, una diferencia profunda: que cuando uno está distanciando pueblos, alejando naciones, indisponiendo colectividades, uno está al servicio del demonio, y su obra se maldice; y cuando uno está acercando pueblos, fraternizándolos y orientándolos hacia un mutuo amor, uno está sirviendo a Dios, y su obra florece, y se incorpora a la historia.
En estos instantes, al acercarnos al alma costarricense rindiéndole tributo a uno de sus hijos de adopción, nosotros estamos sirviendo a Dios.
Niños de Costa Rica: pensad que Marcelino García Flamenco era un humilde maestro. Pensad que cualquier día alguno de vuestros maestros podrá hacer lo que hizo García Flamenco, y cuando vosotros crezcáis, podréis, a vuestro turno, hacer cosas como las que hizo García Flamenco y por las cuales su nombre es dicho con reverencia en todos los rincones de América a donde ese nombre ha llegado.
Es decir, que estoy diciendo que cualquiera de vosotros podrá ser un grande hombre mañana y que cualquiera de vuestros maestros, si la necesidad y la ocasión llega, podrá ser un grande hombre o una gran mujer. o digo con tal seguridad porque yo sé, y así lo enseña la historia del mundo, de que para llegar a ser un grande hombre, un hombre inmens) cuya figura crece hasta tocar el cielo con su frente, basta una sola cosa: creer profundamente en Dios y en los hombres, y servir a la justicia y a la libertad, a la verdad y al derecho.
Cualquier hombre de la tierra, aunque haya La Fuente del Caminante (Obra de Juan Romón Bonilla. Inaugurada en julio de 1926. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica