REPERTORIO AMERICANO 191 Trota una añoranza de selva y de hogueras encendidas que trae de los tiempos muertos un coro de voces vivas.
Late un recuerdo aborigen, una africana aspereza, sobre el cuero curtido donde los tamborileros. sonámbulos dioses nuevos que repican alegria aprendieron a hacer el trueno con sus manos nudosas, todopoderosas para la algarabia.
Cumbial. Mis abuelos bailaron la música sensual. Viejos vagabundos que eran negros, terror de pendencieros y de cumbiamberos en otras cumbias lejanas, a la orilla atel mar.
JORGE ARTEL Erase una vez. Viene de la página final)
Trató otra vez de arrastrarse fuera para bus mas palabras. La reprendió severamente, y le car algunas hojas y raíces con qué apaciguar su dijo furioso: hambre canina. Dirigióse a una pradera que ha. Cállate, por fin, con eso; no puedo ya bía sido quemada hacía poco tiempo y que no aguantarte; procura decir otras cosas. Es difíestaba lejos del mar. Por uno de sus lados tenía cil que Alah venga junto a ti y te regale dineun escarpado cantil; por el otro, una profunda ro. Mejor harías en ir al bosque para traer leña, garganta.
hojas y corteza, de lo que sacarías más proveAl llegar a ella, vió la vieja una porción de cho. si no quieres oir mis advertencias, lárpeces en el torrente de su fondo, que querían gate de aquí y arrima tu miserable choza a nadar hacia el mar. El fuerte calor estival ha otra vivienda.
bía secado el arroyo casi por completo, y los La vieja no hizo caso de este sermón, y sipeces estaban clavados en el fango y no po guió en adelante pidiéndole a Alah dinero.
dían salir. Si llegaban a quedarse en seco, mo Al cabo de cinco días, irritose Ide tal modo rirían necesariamente.
el vecino con su terquedad y desobediencia, que Cuando esto vió la vieja, se sintió muy ani quiso jugarle una mala pasada.
mosa y contenta, y se dijo: Reunió cacharros rotos, desperdicios, basura. Oh. Qué alegría, qué alegría! Vaya un y toda clase de inmundicias, las machacó finahallazgo. Todos estos peces me servirán de ali mente y las metió en un saco. Quería tirárselo mento, y los que no me coma, los cambiaré a la vieja. Creería que Alah le enviaba dinero.
por arroz.
El saco le caería sobre las costillas y le quitaría Pero aun se asombró más cuando vió un de una vez para siempre el gusto de seguir oran.
do.
pez mayor que los otros y que nadaba delante de todos. Tenía que ser el rey. También sabía Cuando dormía la vieja, el hombre arrastro hablar, porque dijo: el saco hasta el tejado de su casa, y desde allí Alah. Oh, Alab! Te suplicamos que nos lo arrojó sobre la vieja. La pobre abuelita se desmayó de dolor y de espanto.
mandes lluvia. Oh, por favor, ten la bondad de mandarnos lluvia!
Cuando recobró el sentido y vió el saco tirado en el suelo, se alegró profundamente y pensó miraba al cielo al decirlo. La vieja sintió curiosidad cuando oyó que el paz hablaba que Alah se lo enviaba lleno de dinero. El señor de la casa la acechaba, y se reía al ver de aquel modo; quiso saber lo que ocurría. cómo iba bamboleándose de un lado a otro a al cabo de media hora sobrevino realmente un su pobre cabañita, ebria de alegría. Celebraba fuerte aguacero que en pocos momentos lleno ya anticipadamente la cara de desengaño que de agua el arroyo de la garganta. Entonces los había ide poner y la vergüenza que sentiría al peces pudieron marcharse a nado. Hicieronlo con la mayor rapidez, pero la vieja se helaba, ver que en el saco no había más que cacharros rotos, basura y porquería.
empapada en agua, y tuvo que regresar con las Mas la mujer adoraba el saco como a un manos vacías. Entonces reflexionó sobre el exauténtico don de Alah y decía: traño acontecimiento, y se dijo. Muchas gracias, Alah. Oh, que gran can. También yo debería ensayar una vez eso, tidad de dinero me has regalado. No te hae implorar a ese señor, a quien llaman Alah, brás quedado sin nada para ti?
que quizá atenderá mis ruegos. Mas tengo que Abrió después el saco, y ¡bendito y alabado pedir algo distinto de lo que pidió el pez, porsea el sublime nombre de Alah. todos los caque lo que yo necesito es dinero.
charros y las otras cosas se habían convertido Dicho y hecho. Se hinco de rodillas, alzó por su voluntad en dinero. En oro y plata, los ojos al cielo, y dijo imitando al pez: acuñados en relucientes monedas. Alah. Oh, Alah! Te suplicó que me Al día siguiente la visitaron los vecinos y mandes dinero. Oh, por favor, ten la bondad las vecinas. Se quedaron muy asombrados de de mandarme dinero. que la vieja se hubiera hecho tan rica en una Hizo esto todos los días; creía que con ello sola noche y mediante aquella mala pasada.
daba más fuerza a su plegaria, y no prestaba Hasta vino en su busca el emisario del prínatención a las otras cosas.
cipe, que hizo que le refiriera su maravillosa El hombre contra cuya casa estaba apoyada historia, y que después, con todo detalle, dió su choza, se irritó con sus rezos. Le molestaba cuenta de ella en la capital.
de modo indecible, y de aburria sobremanera Juzgóse entonces más razonable que la vieoír todos los días, y sin interrupción, las mis. ja no siguiera viviendo en la aldea, donde era fácil que alguien pudiera robarle su dinero. Le compraron una casa y la alhajaron con todo lo conveniente. De repente la vieja, que se había hecho rica en una noche, fué simpática a todos, y todos le tomaron cariño; pero ella siguió siendo modesta y se mostraba afable con todo el mundo. Adquirió muchos amigos, pues ayudaba a los pobres y oprimidos. Recordaba siempre los tiempos en que ella misma había sido pobre y necesitada y nadie había querido protegerla.
Mas su vecino, el que había dejado caer sobre ella el saco de desperdicios, fué poseído de un frenético afán de dinero, después que hubo visto lo rica que se había hecho la vieja.
Quería que le ocurriese a él lo mismo. Dirigiose, pues, a la vieja y quiso convencerla de que debía llenar un saco con aquellas mismas basuras y dejarlo caer sobre él. Le dijo. Abuelita, en realidad todo ese dinero se originó en los cacharros rotos que yo había metido en el saco para darte una broma, pues yo estaba enojado de que todos los días pidieras dinero a Alah, cuyo nombre sp. alabado.
Los desperdicios se convirtieron en dinero por pura casualidad. Por eso te ruego que llenes un saco con esos restos y lo arrojes sobre mí.
Seguramente que también se convertirán en di.
nero. Aunque, bien pensado, mejor será que me arrojes dos sacos, para que todavía sea más rico que tú.
La vieja respondió. Muy bien, con mucho gusto. Vete a tu casa y ora como yo lo había hecho antes.
El hombre se fué a su casa y oró exactamente como se lo había dicho la mujer. Alah. Oh! Alah! Te suplico que me mandes dinero. Oh, por favor, ten la bondad de mandarme dinero!
Al hacerlo sólo pensaba en lo rico y lo distinguido que sería, en el alto rango que podía ocupar cuando recibiera de Alah los dos sacos llenos de dinero.
Al cabo de cinco días lo visitó la vieja y todavía lo encontró sumido en sus plegarias.
Había llevado consigo dos sacos llenos de cacharros rotos pulverizados, que subió al tejado, y ella misma los arrojó desde allí sobre los lomos de su vecino.
Cayó sin sentido el hombre, y cuando lo recobró notó que tenía una costilla rota. Entonces hizo llamar a toda prisa a su mujer para que le trajera incienso. El saco fué sahumado, y cuando estuvo hecho, oro en estos términos. Alah. Oh. Alah! Muchas gracias. Cuánto dinero me has regalado. No te habrás quedado sin nada para ti?
Después abrió el saco, pero en él no había más que cacharros finamente pulverizados.
El hombre se puso fuera de sí de cólera y furor. Mugía y se lamentaba de su desengaño.
Al cabo, basta llegó a blasfemar de Alah. Vamos, Alah. Con que este es el modo que tienes de elegir a tus favoritos. Repartes así tu dinero. Por qué no pertenezco yo al número de los favorecidos. es que hoy hay otro Alah. Ya no existe el Alah antiguo?
Aquel sabía hacer dinero con cacharros y tú no puedes hacerlo.
Entonces el réprobo se puso gravemente enfermo y sufrió muchos dolores y penas. Lo trataron muchos médicos. Por último sanó, por merced de Alah, pero quedó jorobado. Su espalda se corcovó, de modo que ya no pudo trabajar como antes ni ganar su sustento. Se hizo pobre, cada vez más pobre; tanto como lo babía sido la infeliz mujer. La miseria que antes la atormentaba a ella se había pasado a él. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica