REPERTORIO AMERICANO 361 Feminidad distendida Las astillas olorosas de «Tala De Taller. México, octubre de 1939 para los otros,. nada que regalar, ninguna estrella o verdad que entregarnos, condición existencial del poeta.
Decíamos al principiar esta nota respondiéndonos a la pregunta ¿tala de qué. que del árbol del corazón teresiano, en la imposible Teresa Gabriela Mistral. cosa que evidentemente puede prestarse a confusión sin que sea esta nuestra yoluntad. lo decíamos porque el poeta, el intelectual, verdadero desde luego, que lleva Gabriela Mistral aunque no lo quiera, o diga que no lo quiere, no puede convivir con la imposible fe del carbonero que es la de la mística santa, la fe simple, popular, ya que esta fe de los carboneros no es posible para quienes no lo son. Así, queriendo serenarse con tal combustible, acaba nuestro poeta por arder más, hasta el punto de olernos alguna vez a carne chamuscada. por qué no. vanamente. Tal en «Deshecha. Hay una congoja de algas y una sordera de arenas, un solapamiento de aguas con un quebranto de hierbas. más claro: Ahora ya es el reparto entre dos devanaderas Tala. de qué? Del árbol del corazón teresiano, en la imposible Teresa, en la madre, la santa madre carnal de hueso estremecido y vena fija, en nuestra irredenta madre Gabriela Mistral que a golpe de hacha de leñadora vasca labra su claridad difícil, inundada de selvas y montañas, enlazada de tenebrosas cobras y lianas de América. Tala de la que nos queda, porque le queda a ella, el corazón hecho astillas, oloroso del verde jugo de árbol recién herido y nos da en los ojos el surtidor crecido y repentino de la savia, anegándolos del húmedo femenino secreto de su planta aparentemente reseca y yerma.
Pero oigámosla, oigamos el aroma oloroso, vivo, sonoro, de su tronco acabado de talar, entregado en tumbo tierno a la tierra que lo reclama, a su origen quizás: LENADOR Quedó sobre las hierbas el leñador cansado, dormido en el aroma del pino de su hachazo.
Tienen sus pies majadas las hierbas que pasaron.
Le canta el torso de oro y le sueñan las manos.
Veo su umbral de piedra, su mujer y su campo, Las cosas de su amor caminan su costado, y las que nunca tuvo le hacen como más casto, y el muy dormido, duerme sin nombre, como un árbol.
El mediodía punza lo mismo que venablo.
Con una rama fresca la cara le repaso.
Se viene de él a mi su dia como un canto y mi día le doy como pino cortado.
Regresando, a la noche, por ceguedad del llano, oigo gritar mujeres al hombre retardado; y cae a mis espaldas y tengo en cuatro dardo3 nombre del que guardé con mi sangre y mi hálito.
Citamos este poema entre todos los del libro, no con la intención de descifrar la fuente del título, agudeza nada aguda por otra parte si así lo hicieramos, sino con la más ambiciosa intención de descubrirnos la fuente misma del poeta. Porque aún creyendo que Tala es un extraordinario libro de versos, se nos antoja siempre, al pensar en Gabriela Mistral, mucho más extraordinaria ella misma como mujer excepcionalmente femenina, digan lo que digan quienes digan otra cosa.
Es esta feminidad, esta tierna, fuerte voluntad maternal, esta maternidad verdadera, lo que más nos importa de Tala como de todos sus libros y poemas, y a la vez lo que más exactamente nos importa en la mujer; ya que nos parece que la que no tenga este sentimiento carece de todos los demás, principiando por el del amor y en último término, o en primerísimo, no tiene nada para si ni Gabriela Mistral (1938)
Americanidad La Americanidad entraña un mundo nuevo.
La Hispanidad de Maeztu pretende la vuelta a la Edad Media, la restauración del universalismo de la Cristiandad, como se comprendió, como se vivió en esa Edad Media. Empeño tan imposible como el volver la leche ordeñada a sus originarias fuentes vivas. para exaltar esa Hispanidad, habla mal de Bolívar y Sarmiento el malhadado Maeztu, que nunca alcanzó altalón del uno ni los tobillos del otro. Hay quie.
nes claman: Arriba el Imperio! No ya para la América, henchida como está de fe en que su Americanidad será refugio de una nueva Humanidad sin odios para las razas que la informan con simpática tolerancia para todos los credos.
Aquella Hispanidad entraña una Heroina muerta, envuelta en la púrpura que tejieron los telares de los siglos XVI y XVII.
La Americanidad, cosa espiritual de una nueva edad, entraña un Mundo Joven, un Nuevo Mundo. De Bren Mese La Tribuna. San José de Costa Rica, 29 octubre, 1939. entre Miguel y la tierra.
Es decir, entre el cielo y la tierra, entre la maternidad del cuerpo y aquella del alma que no es teresiana porque es el alma de Gabriela; la solución por el reparto entre estas dos devanaderas: cielo y tierra, alma y cuerpo, realidad y deseo.
no es solución (y ella lo sabe. aunque fuese la única, porque aparece después de solucionar así, de este modo simple y popular, con una de cal y otra de arena» o «mitad a Dios y el resto al diablo. la cuestión de las devanaderas: El trance de su conflicto como el de un río en el delta, ya que no es sólo a dos, problema de mitades, con quienes tenemos que repartir.
Terriblemente consciente de su poesía como todos los poetas que lo son y el primero de ellos Juan de la Cruz, Gabriela Mistral nos da entrañablemente unidas a sus versos unas notas finales a modo de aviso y advertencia, que aunque no son necesarias para adivinar su bosque porque de lejos se percibe el rumor de la tala, clarean la intimidad del poeta con prosa y sentimiento de amaneceres, con viva y fresca, carnal y recién inaugurada palabra popular, es decir, de cada hombre y mujer del pueblo.
Sobre «Muerte de mi madre» nos dice. Ella se me volvió una larga y sombría posada; se me hizo un país en que viví cinco o siete años. país amado a causa de la muerta, odioso a causa de la volteadura de mi alma en una larga crisis religiosa. No son ni buenos ni bellos los llamados «frutos del dolor y a nadie se los deseo. De regreso de esta vida en la más prieta tiniebla, vuelvo a decir, como al final de Desolación El ejemplo de Newton Personalmente, Newton es un fiel cristiano. Precisamente en el poderoso mecanismo de la naturaleza, en esta máquina del mundo descubre una prueba convincente de la existencia de un creador in teligente, que persigue de esta suerte sus fines. Pero excluye tales convicciones metafísicas rigorosamente de las explicaciones físicas, que se limitan a los fenómenos dados. Augusto Messer. La Filosofia moderna.
Revista de Occidente. Madrid, 1927. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica