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216 REPERTORIO AMERICANO Recuperación de Pablo de la Torriente De Mediodía. La Habana. Envío de Juan Marinello.
Yo no ví nunca en talla corporal a este Pablo de la Torriente Brau, a quien tengo que evocar por voluntad de mi querido Juan Marinello. No miré su estampa de jefe natural de hombres ni oi su voz a la que subiría esa autoridad que trajo trabada con su alma.
Tengo que pedírselo al paisaje de Cuba que lo produjo en uno de sus momentos de tónico ardor; tengo que demandárselo a la isla siboney que puso su vertical en el regazo de una buena madre cubana para que, repitiendo el gesto, me lo haga ver por una hora al menos.
La caña, que tiene el tamaño justo del hombre, me cuenta como su Pablo la sobrepasa con creces: la luz habanera me da noticias de la cabeza desnuda de Pablo que no llevaba pesadumbre sino erguida esperanza; la arcilla roja, que no parece aquí carne magullada sino una piel ardida de pasión, me da testimonio de que caminaba con el andar de los que no renquean lastimosamente y tampoco llevan el aturdimientɔ de los jactanciosos: Pablo caminaba como el hombre de mañana, con el paso alegre, que nuestro campesino llama ganoso y que asi va a sembrar vida para recoger vida.
Era un gigantón Pablo de la Torriente, y, Gorki recordaba una vez, a propósito de TolsPablo de la Torriente Brau toy, que esta grandulonería del cuerpo lleva siempre consigo un corazonazo, una abundancia cordial.
lar del ortodoxo al herético. Pero leer a los Creció y se hizo mozo como muchos de Vds.
hombres de esta pelea es asombrarse a cada momirando de una parte los pedazos rotos del simento; y esta sorpresa la tuvo en lo religioso, glo XIX, que fué dulzonamente demócrata y el bueno de Menéndez Pelayo: Todos se pareademás invertebrado, y viendo del otro lado cen más que el envés y el revés de una tela.
apuntar el cuernecillo del tiempo nuevo, de la Corren estos atletas hispanos sobre una pista edad suya, de la que le tocó en ración.
común, con un jadeo igual: pelean por la ortoLos escombros románticos no le parecían buedoxia cien por cien, en religión o en política; nos sino para molerlos en albañilería y aprove hace cinco siglos que pelean; se odian locamencharlos así majados para hacer los ladrillos de te de no mirarse a sus caras de primo hermanos, la segunda faena republicana de América. Pero, de no darse la vista en la carrera, y de soltar dentro de los escombros su mano sacó una ca interjecciones demasiado agrias cuando unos venbeza entera de carne, no de tiza, y allí unos ojos cen y los otros quedan por tierra.
llenos de futuro, y una boca cuya sonrisa medio Nosotros, americanos, tenemos que creer en era de padre, medio de madre: lo que Pablo que un sentido popular y no uno aristocrático, recogió y guardó fué su José Martí, único roes la verdadera ortodoxia de la hispanidad. Los mántico digno de sobrevivir en la América que somos sensatos y además sinceros, sabemos criolla.
muy bien que venimos de pueblo español, de Conocía aquel gesto: Su padre, el maestro emigrantes.
de escuela, se lo enseñó a distinguir; su madre, Pablo de la Torriente era tal vez más un que tal vez lo conoció, se lo mentaría con lágri populista que un marxista. perdóneme él donmas.
de esté si le duele mi juicio. tal vez fuese, al Después el niño Pablo leyó al mentor de Cu modo catalán, un distribuidor de tierra labranba en turnos de acogida y de rechazo, de filia tía, tal vez a lo vasco, un líder de mineros que lidad y de desacuerdo. No importa: Allí había alientan dignidad civil y que en dignidad traun fuego particular, la brasa que no mata y que bajan y hasta duermen. En una democracia maenciende el leño, que hace saltar la llama, in dura y sabia de América o de España, Pablo cluso de un árbol verde. aquel fuego era es como yo acaso habría sido solo un republicano pañol. Aunque ardioso en materia americana, era leal, hijo de Michelet y no de Carlos Marx. Pehornaza de un temperamento racial.
ro la Torriente, temperamental español, entró Ha sido frecuente el que estos fogosos se en un mundo partido en dos bandos y no tuvo apliquen o a la literatura pasional o a una po opción sino a estos dos platos de la balanza prilítica de humo caliente y poca claridad. La To maria asentada ahora sobre este pobre mundo.
rriente entró en el sano y durable amor de la El deporte lo volvió mozo ejecutivo: le repugrealidad. Las cuentas están hechas con materia naban las palabras como una grasa viciosa; oyó les y el libro de la cárcel durará como testimonio el cuerno de la guerra llamar desde su España; de un preso que no sólo supo padecer sino em supo antes que nosotros la tragedia que venía en plear su congoja en cosa mejor que lamentarse: avalancha sobre el mundo; entendió antes que En ver y constatar.
nosotros que una aplanadora infernal venia coPor encima de la circunstancia política, el giendo en sus rodillos los pocos logros alcanzados libro de Pablo el preso servirá para purificar por el hombre liberal o cristiano; adivinó como las cárceles y métodos carcelarios que son verda el indio, por un vago temblor del suelo, que llederas calamidades de la América nuestra gaba el trance de esconderse en las matas como El no sería un aprendiz martiano; Pablo no la bestia miedosa o dar cara al horror. No distenía nada de pegador de calcomías; pero el cutió ni esperó mucho: Se echó a la perdición seria, como Martí, un heterodoxo español en y a la salvación juntas. El marxista, que no cree político. La mística, al igual de la acción social en la libertad, se lanzaba a pelear con los que en la península, va y viene en su vaivén pendu creen en ella y a defenderla para los que no podríamos vivir sin ella un solo día, en el lugar que sea de la tierra.
Allá fué, siguiendo la aventura que el Atlántico ha visto muchas veces y que verá muchas más. La aventura de Adán libertador de sus adamitas.
Un hombre sajón se llamaba Tomás Cochrane, y se descuajó de sus Islas Británicas para venir a pelear la libertad a Chile y al Brasil. Otro hombre de corte europea, el Marqués de Lafayette cruzó el agua amarga para venir a Estados Unidos a servir una santa empresa de la liberación. Un estudiante anglochileno, hijo de un virrey español, nuestro Higgns, dejó su bienestar y quemó su doble tradición llegando a nuestras montañas a organizar nuestra rebeldía criolla. Todos estos hombres cobraron por entonces un perfil odioso para los suyos, y sonaron en sus oídos cada día unas palabras que escuecen el orgullo viril: los motes de insensatos y el de intrusos. No era eso, ah, no lo eran! Su insensatez fué una razón que saltaba sobre su tiempo, como dice una flecha aventada sobre el planeta, y la tal intrucidad fué our sentido racial quemante, o un amor frenético del género humano.
De tarde en tarde, nuestro océano trae a estos desesperados del Viejo Mundo a servir al Nuevo, donde clavan el arpón de su esperanza.
Pero con mucha mayor tardanza, salen de nuestras costas hacia la Europa madre, estos limpios de corazón, estos Ulises sin sensualidad, que lo abandonan todo y que no husmean su propia muerte en la ráfaga del mar a la que se entregan. España fué derecho a morir la Torriente, entregado, regalado a la muerte como el puñado de café a la mano del cosechero. Muchos hablarán de su muerte inútil; siempre se dijo del hombre que da sangre en vez de dar dinero o especies. Puede haber sido sal echada al agua la pobre vida del mozo cubano. Pero. quién dice que la sal se disuelve sin salar nada? Pongamonos en la más flaca probabilidad: Tal vez la bala que mató a nuestro Pablo pudo rodar lejos, pudo alcanzar la aldea próxima y matar en ella a un niño más entre la legión de criaturas que nos ha comido la guerra. Tal vez la bala de nuestro Pablo salvó a su gemelo, a otro escritor español combatiente. Puede ser que, con este préstamo de vida haya pagado él una partija de nuestra deuda enorme hacia la literatura española, granero del cual vivimos y viviremos aún, y en cuya abundancia de oro el escritor criollo se sumerge hasta la cintura recogiendo y cargando el trigo.
El bien que Pablo, el cubano, nos dejó, todavía no podemos medirlo; tampoco podemos ver en este mundo que es un pozo ciego, el contorno exacto de su merced de sangre. Si la Tierra recobra la poca libertad que tuvo y que ha perdido, el bien de Pablo será por ejemplo, el de que los escritores podamos escribir integros nuestra verdad o nuestros sueños. La gracia de Pablo y de los suyos será para la América la que nuestra historia no vuelva a ser una tenia repulsiva segmentada de golpes militares tragigrotescos. Será su regalo desde otra orilla el que la guerra no llegue a la América en su nube de buitres o zopilotes, a devorarse en flor la carne que nace para sentarse a la mesa tendida del vivir y no para ser devorada ella misma como el cordero pascual de un anfitrión canivalesco. el bien de Pablo para mí, maestra de escuela, será el que yo no tenga, al ir a dar mi (Termina en la página 223. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica