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244 REPERTORIO AMERICANO Un sensible desacierto del Gobierno de Costa Rica, frente al incidente diplomático chileno español Colaboración San José de Costa Rico, junio 24 de 1939 Acaba de enterarse el país, de la forma en que la Secretaria de Relaciones Exteriores resolvió contestar una representación que hizo el gobierno de Chile, para que se le apoyara ante el de España en una causa de justicia y humanidad, El caso, que relatamos brevemente para quienes lo hayan pasado inadvertido, es el siguiente: principios de la presente guerra civil española, Chile dió refugio en su embajada en Madrid, a mil ochocientos franquistas que solicitaron protección para salvarse de aquella ola de barbarie que des ataron los rojos. En el recinto de la embajada y bajo los pliegues de la bandera chilena, mil ochocientos nacionalistas entre hombres, mujeres y niños, vivieron durante más de dos años al abrigo de todo aten tado. Con laudable entereza afronto Chile todos los riesgos consiguientes a su humanitaria actitud. Hubo protestas vehementes de parte de los gobiernistas españoles, que la ira sádica de los girondinos del noventa y tres, esperaban, garrote en mano, la salida de los indefensos refugiados, tan piadosamente protegidos por ese gesto edificante de la gran nación chilena. Serios incidentes y grandes dificultades afronto Chile con esa enorme cantidad de gente asilada por tanto tiempo en la embajada. Pero el gobierno de Chile pasó por todo, antes que entregar esas mil ochocientas personas a la furia histérica de los rojos.
Al entrar en Madrid las huestes victoriosas del general Franco, aquellos refugiados pudieron salir de su reducto sin peligro de sus vidas; pero entonces, aunque en pequeño, hubo una inversión de circunstancias: diecisiete gobiernistas españoles tocaron a las puertas de la misma embajada, en solicitud de amparo contra la ira, también inclemente, de los ejércitos nacionalistas. Inspirada en el mismo sentimiento con que acababa de ofrecer su protección a los mil ochocientos franquistas ya redimidos. la embajada de Chile acogió también a los diecisiete menesterosos republicanos, quienes todavía permanecen en ella.
La experiencia nos dice que en excesos incurren casi siempre ambos bandos de todo conflicto armado. El general Franco no se sustrajo a ese error. Los periódicos informan de la alarmante cantidad de fusilamientos de estado que decretan diariamente los Tribunales Militares de la nueva España, en una purga que más tiene de venganza despiadada, que de sanos propósitos de bien social. ahí está propio general Franco, reclamando en las puertas de la embajada chilena a los diecisiete refugiados, con la misma saña execrable con que tiempo atrás pidieron los rojos a los mil ochocientos franquistas. En vano la embajada cita en su defensa la protección que dio a los propios secuaces del gobierno actual, que eran en número mucho mayor, por mucho más tiempo y en peores condiciones, dada la confusión reinante en aquellos tenebrosos días de la revolución española: en vano invoca la sana intención que anima el acto: inútil es que apele al derecho de asilo, universalmente reconocido en el régimen de las relaciones internacionales desde los tiempos de la edad media. Sordo a todo razonamiento, y duro al clamor de los deberes de consecuencia y gratitud por aquel favor recibido, el gobierno del general Franco exige a Chile la inmediata entrega de los diecisiete refugiados. Pero en nombre de los más sagrados principios de humanidad y con aquella misma entereza que tiempo atrás empleara ante los rojos, ha dicho categóricamente al general Franco, que no se los dá. No es que Chile sea enemigo del actual gobierno español: lo prueba el hecho de haber protegido a elementos del régimen que hoy impera; no es tampoco una actitud de sistemática rebeldía: es, pura y simplemente, un acto de humanidad.
En vista de que el incidente, que por este motivo ha surgido entre el jefe del estado español, general Franco, y el gobierno chileno, se agrava de día en dia ante la persistente negativa de Chile a efectuar la entrega en referencia, el gobierno chileno, después de realizar una minuciosa investigación, y de comprobar que esos diecisiete refugiados no son autores de delitos comunes ni de atentados de ningún género que los hagan indeseables. se ha dirigido a todas las naciones de América en demanda de solidaridad con su actitud. vemos con pesar que mientras los Estados Unidos, la República Argentina, Perú y Colombia. Uruguay y Paraguay, Bolivia y Cuba se han pronunciado ya decidida y resueltamente en su favor, la pobre Costa Rica ha dado el des.
lucido y lamentable espectáculo de esquivar el cuerpo, contestando a Chile que por no intervenir en los asuntos de España, se abstiene de pronunciarse sobre el particular. Que tal es, en sintesis, la esencia de tan desacertada respuesta. El desacierto sube de punto, si se considera que nuestro país tiene reconocido ampliamente el asilo, como un derecho que debe respetarse en la vida de relación; y si se toma en cuenta también, que estamos ligados tanto a Chile como a todas las demás naciones de América, por un pacto de solidaridad continental: esto fuera de que vínculos especiales nos ligan a Chile, y fuera de que si algún atentado se ha combatido siempre en Costa Rica, es el atentado contra la vida humana, que es también lo que Chile está combatiendo en estos momentos en esa causa a que tan injustificadamente se ha sustraido a colaborar nuestra Secretaria de Relaciones Exteriores, sin que el país sepa las causas de tan insólito proceder. Pero Chile debe saber que el pueblo costarricense no comparte por ningún motivo los puntos de vista de su Cancilleria: que en la masa ciudadana su petición sí ha encontrado eco, como lo ha encontrado todo llamamiento que se ha hecho en nombre del dolor de los pueblos en desgracia.
Es la segunda vez que nuestro gobierno asume esa actitud. Aún está fresco el recuerdo de aquel mensaje en que el Presidente de las Cortes Españolas, señor Martinez Barrio, pidió el año pasado a nuestro Congreso un voto de censura contra el bombardeo aéreo de poblaciones indefensas. Estaba entonces en todo su rigor la guerra civil de la Península, y el cargo iba dirigido contra el general Franco. aque.
lla protesta, que para no indisponerse con nadie iba a hacer el Congreso en forma abstracta contra los bombardeos aéreos en general de poblaciones indefensas, fue sustituida inesperadamente por un simple acuse del mensaje en referencia. Procedió entonces el Congreso, con la misma debilidad que hoy induce a nuestra Cancillería a omitir un pronunciamiento que en nada podria comprometer al pais: esto, porque sólo se trataba de una intervención amistosa ante el gobierno de España: aquello, porque los bombardeos aéreos de poblaciones civiles indefensas.
vengan de donde vinieren, y llámese Hitler o Mussolini, Azaña. Stalin o Francisco Franco quien los ordene, son y serán siempre un criminal atentado contra el derecho y contra la moral, y por abi también contra la civilización No pretendemos insinuar que Costa Rica deba hacer abandono de la prudente posición de neutralidad en que por su pequeñez ha preferido situarse en cuanto a los conflictos internacionales que sobrevengan: pero sí, que no se lleve esa prudencia a extremos lesivos para la dignidad nacional.
Ahora resulta que hasta El Salvador, que es una dictadura. y nada tendría de raro que Guatemala y otras dictaduras de América lo hicieran también después. apoya a Chile: y Costa Rica, que es eminentemente democrática, y por tal motivo respetuosa en alto grado de la vida humana, es la única que no alza su voz en nombre de ese derecho que siempre ha sustentado.
Pensamos en eso y recordamos a través de la historia, aquellos tiempos del General Guardia, en que nuestra Cancillería protesto en nota circular expedida a todas las naciones del mundo, contra los inicuos fusilamientos en masa, que efectuaba Barrios en Guatemala. Digase que la nota del doctor Castro a que me refiero fué un acto desusado en el régimen de la vida internacional: digase que fué audaz.
y hasta peligrosa: digase lo que se quiera: que siempre tendrá en su abono, el sentimiento noble y generoso que la inspiro.
Desde luego no es posible pretender que siempre se adopten prácticas de tinte idealista, en una época de tan cinico realismo como la actual, en que las barricadas de códigos y tratados internacionales, surgidos a impulsos filosóficos de mejores tiempos, flaquean ante la rapacidad de unas naciones, que contra todo derecho se abalanzan sobre otras en otros continentes; pero no debe tampoco el país abandonar del todo esos sentimientos, que son los únicos que acaso puedan algún dia redimir a la humanidad de la pobreza moral en que hoy se debate: que como dijo el gran Montalvo, quien no tiene en su corazón algo de Don Quijote. no merece el aprecio ni la consideración de sus semejantes.
Volviendo a la respuesta que nuestra Cancillería dio a Chile en la ocasión que se comenta, la lamentamos; y la lamentamos más aún.
porque ella nos hace aparecer con una personalidad que no es, ni puede ser nunca, la nuestra Recordamos la forma valiente en que don Ricardo Jiménez denunció en su tercera administración los tratados centroamericanos para reconocer al gobierno de El Salvador, contra el parecer de las demás naciones del istmo: actitud que luego arrastro no solo a éstas, sino también a la gran nación del Norte: a los Estados Unidos, que acto continuo otorgaron también ese reconocimiento. Recordamos asimismo el gesto viril del mismo don Ricardo Jiménez en aquella ocasión en que los Estados Unidos le plantearon el problema que se había suscitado en Nicaragua, debido a la disputa de la presidencia del hermano país por parte de los señores Díaz y Sacasa. Pero esos gestos de independencia que tanto realce daban a nuestra débil nación, ya van pasando. Aquella personalidad ya no la tenemos: nuestra altivez decrece. En lo interior, el servilismo por necesidad: en lo exterior. el silencio por discreción; por una discreción que más tiene de denigrante que de prudente, Ahora Costa Rica hará el ridículo de ser el único país de América que no apoya a Chile, y precisamente en un caso que por la indole de su naturaleza, habria rimado con el sentir y el pensar del pueblo costarricense. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional. Costa Rica