REPERTORIO AMERICANO 99 mo cebia, por esta natural inclinación, que el hom titud de ciudadano, continencia evangélica, pu bre perverso no pudiese corregir sus flaquezas reza de recursos públicos y privados, probidad, sabiendo que lo mejor que hay en el mundo tolerancia, hombría, ese fue su tesoro. Adversa es ser bueno. Pero no era la suya aparatosa rio de los patrioteros, ese fue su calvario. Al gribondad que comerciaba con la modestia hipó to de Libertad, Civilización y Acercamiento, sa crita al servicio de motivos inderesados. No era cudió las fuerzas dormidas de todo un contida caridad de su pensar un pregón público lan nente y fue por sus campañas doctrinales un zado como tantos para llenar de ecos las colum constante animador de pueblos.
nas de la prensa o la briografía cotidiana. Su Ciudadano de América, su patriotismo no tebondad manaba silenciosa de su entereza de ca nía fronteras ni limitaciones nacionales que purácter, de su integridad de hombre, de sus con dieran empequeñecerlo. Cosmopolita solía devicciones cristianas, porque a fuerza de limar sus cir es el patriota en toda patria. y dando el asperezas y de dar el mismo tono a su proceder, ejemplo, fue la encarnación más viva del ideal se habia templado el alma para la vida honrada. que predicaba. Es en el continente americano Tenía por imperativo la justicia y por norma donde hay que buscar varones de excepción que el cumplimiento del deber. Sus cuarenta años fueron sus contemporáneos.
de romería patriótica están nimbados con el res Durante el siglo xix, y después de la guerra plandor de su decoro; alto en el pensamiento, de la Independencia, América vio surgir una secruzó sin mácula por encima de todas las livian rile de hombres de acción y pensamiento que dedades; hondo en el sentimiento, no pudo nunca dicaron todas las energías de su inteligencia a la la envidia o la calumnia descomponer la santi ordenación de su vida cultural. Desconcertada dad de su ademán. aunque combatió con fir desde su origen por el despotismo colonial que meza y sin descanso y quedó marcado por la acabó entonces, no pudo hasta esta época obrar ingratitud con largas cicatrices espirituales, de el milagro de producir sus restauradores autócbemos declarar que el gusano de la pasión jamás tonos, que en poco tiempo y a la vez fueron en dañó la almendra de su ecuanimidad: si ha ha cauzando todas las disciplinas de la vida social.
bido un hombre justo, limpio y bueno, ese fue Ese nuevo tipo de humanista, en el que se funHostos.
dían en íntimo consorcio el historiador, el gueElevación de miras, amplitud de criterio, rec rrero, el poeta, el jurista, el pedagogo, el filósofo, el crítico, el sociólogo, el orador, el econo mista, el hombre de ciencia, etc, etc. fue el testimonio más valioso de la poderosa mentalidad de América, tan zarandeada por lo desconocida, por los viejos países europeos.
Estas mentalidades que alumbran el resurgimiento de América se destacan cogidas por in secreto hilo invisible, a ratos aparente, que las une en concatenación de simpatías, de doctrinas, de propósitos generales, de pensamiento y ac ción. Son los productos de la nueva Atlántida que empiezan a perfilar de idénticas maneras los rasgos de la zona. Exhuberantes y variados conuestra naturaleza, conservan sin embargo un inconfundible aire de gran familia que se hace más patente en la paridad de contratiempos y en la semejanza de sus disciplinas.
Cuando se haga el balance de nuestro carácter colectivo y se busquen los signos definitorios de la conciencia americana, tres nombres, entre otros más, nos parecen indescartables operación: Andrés Bello, 1781 1865; Domingo Faustino Sarmiento, 1811 1888, y José Julián Martí, 1853 1895. En las páginas de la historia indoamericana y junto a los nombres iluminados de Bello, de Sarmiento, de Martí y de tantos otros, es hora de incluir sin regateos el de Eugenio María de Hostos, ciudadano de América.
para la Mensaje al hombre de los trópicos Envío del autor. San José de Costa Rica, diciembre de 1938 Hombre de los trópicos: Cierta ciencia nórdica ha proclamado que los trópicos son mortales, que eres refractario a toda civilización y a toda cultura y que no eres apto para una vida integral, sana y fuerte.
Cierta ciencia nórdica te ha enseñado a ser cobarde y a traicionar tu propia naturaleza: tu sencillez, tu bondad, tu férvida intuición, tu fe en el viento purificador, tu fe en el agua de tus lluvias y de tus ríos torrenciales, tu fe en el sol.
Cierta ciencia nórdica ha decretaldo, urbi et orbi, que eres un vencido, un esclavo y, por lo tanto, condenado a perpetua inferioridad, a explotación servil e inhumana.
Cierta ciencia nórdica te ha hecho comulgar con un destino fa.
tal, negativo y sombrío. yo te digo, hombre de los trópicos: Toda esta ciencia es falsa, egoísta, infamante. Toda esta ciencia está impregnada de impiedad, de injusticia, de odios sangrientos, de ambición desmesurada.
Los trópicos no son una negación: son una afirmación, cuyo verdadero sentido debes comprender y dominar en toda su profundidad y en toda su amplitud.
El cielo, la tierra, la luz, el fuego, la humedad de los trópicos son positivamente propicios a la más amplia evolución material y espiritual.
Los primeros gérmenes de vida vegetal y animal hubieron de producirse en los trópicos.
La génesis del mundo es esencialmente tropical.
Por el influjo de los bosques inmensos, de los anchurosos ríos y del sol ardiente de los trópicos surgieron las primeras civilizaciones cuyos secretos, apenas descubiertos por el hombre actual, son causas de verdadero asombro. no fué en los trópicos donde el espíritu se hizo carne por primera vez. yo te digo, hombre de los trópicos: No temas a las falacias de esa seudo ciencia, cuyo único obje.
tivo es desviar tu destino y mutilar tu vida para hacerte aparecer como la víctima fatal de un proceso evolutivo que tiene por norte la supervivencia del más apto amparado de codicia, de coacción brutal, de insensata injusticia.
Haz que nazca en ti la responsalibilidad de tu elevada misión, misión que debe nutrirse de amor, de belleza, de libertad y de acción generosa y unificada, Convéncete de que tienes una inmensa ventaja sobre el hombre del norte: espacio bello y prolífico y estaciones en el tiempo de que te puedes servir ilimitadamente para multiplicar la producción de tu tierra reconocida y fecunda.
Ten siempre presente que debes alimentarte con los productos de tu tierra y de tus aguas, vestirte con las fibras de tus plantas y que en tu hogar deben entrar el sol y el aire en profusión.
No te alejes de esta indiscutible verdad: si es imperioso acoger los progresos de la ciencia para que ellos sirvan de verdaderos fundamentos al progreso social y a la conservación de la raza, más imperiosa aun es la necesidad de acompañar estos progresos científicos del justo concepto de relatividad inherente al medio ambiente en que cada organismo, individual o colectivo, se desarrolla, ya que así la obra del hombre y la de la naturaleza se completan y se solidarizan en una expresión normal y benéfica.
Dignificate, engrandecete disciplinando por tu propia experiencia tus fuerzas interiores y exteriores, de modo que puedan converger, sin solución de continuidad, hacia este único baluarte: el desarrollo físico, intelectual y moral y el desarrollo del corazón, amplio y armo.
nioso, de la raza que la ambición desmedida de la ciencia nórdica ha postergado y anatematizado. yo te digo, hombre de los trópicos: Utiliza la cooperación inteligente y ordenada de tus brazos y pon tu razón, tu voluntad y tu conciencia al servicio de la justicia y la libertad, al servicio de tu redención, para que puedas crear, con entusiasmo y verdadero amor, tu propia obra: la obra de tu tierra, de tu clima y de tu cielo.
Hombre de los trópicos: Ilumina y fortalece tu raza y ten fe en el Sol; ámalo, adóralo para que de los cultivos intensivos de tu suelo, de tu corazón y de tu espíritu surjan el milagro de los panes y el divino milagro del Espíritu hecho carne en los trópicos.
ENRIQUE JIMÉNEZ San José, Costa Rica. 1938.
Le interesan los estudios económicos?
Suscríbase entonces a la excelente revista mexicana El Trimestre Económico Ha llegado el No. de Octubre, Diciembre de 1938.
Precio del No. 50. Solicitelo al Adr. del Rep. Amer. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica