154 REPERTORIO AMERICANO gozoso tendido Que cuando mi cuerpo cobre, el color del polvo y se hundan mis carnes, en las cavernas del esqueleto, vaya mi espiritu verde a Ti a saludarte, a darte las gracias por haber vivido siempre verde, verde de emoción, verde creyente.
Todavía no ha entrado de lleno mi gusto por la corriente ultramodernista del verso, pero me imagino que si el poeta hubiera tratado de expresar estas mismas emociones tan ungidas de óleo de amor en estrofas de cima clásica, bubiera sentido su pecho oprimido por falta de libertad. La palabra sujeta a tiempo y leyes, es una cadena, aunque dorada. Dicen que los poetas mienten y su actitud ante el mundo es la de un actor de teatro. Podrá ser cierto en algunos casos, pero yo admito que un poeta sea ejemplar raro como hombre normal, y a la vez cándido como un niño cuando el soplo de la inspiración le roza con sus alas de madre amorosa. En el poema El Coro del Señor se oyen notas davídicas, de sabor de salmo bíblico.
un mofarse a este hijo del hidalgo manchego. padecer o morir decía un gran mistico español.
Otro voló más alto todavía exclamando: No morir sino padecer. Hay locuras divinas, y nunca es más sublime don Quijote que cuando se levanta molido y descalabrado y camina animoso a la aventura de la justicia eterna.
Ya me imagino que están Uds. ansiosos de oir los poemas de Labarthe. Escúchenlos a la par que con los oídos materiales, con los del alma, porque su ritmo es más que de palabras, de emoción. No se cuida con frecuencia de los acentos, ni sílabas, ni tiempos propios de la poesia tradicional, sino que salta su chorro tropical a semejanza de un surtidor o fontana, que se despeña de la cumbre de una verde colina. Quizá el poema inédito que les voy a leer ahora, les abrirá el secreto de la poesía íntima del vate puertorriqueño. Se titula: Yo he sufrido mucho.
Yo he sufrido mucho, muy mucho, muchisimo.
Asi como sale a chorros el agua de una gruta que nunca se seca, asi como corren las aguas, por el eterno Niagara, así como desembocan los ríos en los mares.
Yo he sufrido mucho, muy mucho, muchisimo.
y el dolor ha arrugado mi corazón como se drruga una fruta sin jugo, asi como se pulveriza un pétalo incoloro, así como se desfigura en el desierto la Esfinge, así como se arruga la cara de un viejo muy vieja o la uva hecha pasa.
Yo he sufrido mucho, muy mucho, muchisimo.
hasta perder los sentidos, velar noches enteras, hablar a solas en voz muy alta, arrodillarme y pedir perdón por haber nacido.
Dias y más dias con sólo agua para refrescar mi garganta llena de palabras locas.
Yo he sentido mis enclavijadas manos, heritme.
Ver cabellos entre mis dedos. sangrar mis labios.
Yo he sido el loco, el desesperado guiñol en el macabro Teatro de la Vida.
Yo he sufrido mucho, muy mucho, muchisimo. sigo amando a Cristo.
La humanidad perversa no me hará bailar en la cuerda de la duda, aunque haya sido esa humanidad perversa la autora de mi drama de Dolor, Es tan espontáneo su grito que no podemos dudar de su sinceridad. No hay nada de teatral en la actitud de Labarthe. Se resigna con gusto al irónico vaticinio de aquellos versos: Aquí enterraron de balde, por no hallarle una peseta. No sigais. era un poeta. Pero tiene el alba de oro de Rubén Darío.
En el poema de Claustro Verde cuyo título es: Señor, qué bella es la humildad, tiene pensamientos tan bellos como éstos: Tú, sólo Tú nos comprendes y dejas caer lluvia de perdón.
Los hombres humildes son mal entendidos, los humildes de corazón. Ante Ti me echo con el sayal que cubre todo mi cuerpo de transparente humildad.
En la humildad noble está el acercamiento a Ti.
Y, qué más pretende este cordero. El ritmo secreto del universo se ha filtrado por los poros sutiles del poeta puertorriqueño, y como otro Poverello de Asís o con la visión mis.
tica y naturalista a la vez del cantor de Fontiveros, San Juan de la Cruz, dice Labarthe, en Verde, Bien Verde: Yo quiero mantenerve Derde, eterna primavera.
que todas las mañanas pueda exclamar. qué lindo dia!
Pasar por las mismas montañas y saludarlas con un primer saludo de emoción.
Gritar interiormente. qué hermosas!
Envolverme en la neblina, acurrucarme en su tul como cuando tomo el baño fresco del amanecer.
Extasiar me ante el rosal, delante del gorgeo de las aves.
del atardecer rosa, del abanico nácar del sol. Sentir reverencia por estas bellezas como la siento delante del altar, en el mes de las madres, o en presencia de la Hostia Alba.
Llorar de alegría. expandir mi pecho, Henarlo de naturaleza. en cada trago de aire que respiro.
Yo quiero, Señor, mantenerme verde, verde como las hojas de la primavera, como las aguas del rio de Lohengrin.
Déjame, Señor, entrar en tu coro.
No desentonaré porque amo tu obra.
Cantaré quedo imitando la escala del arroyo.
Mis notas saltarán sobre las piedras. mitaré los violines eoleos al pasar por los pinos.
Expresaré la alegría de los dias claros como las aves, y con el aleteo de mi gratitud cantaré una oración vespertina.
Seguiré el compás armonioso. Tú me guiarás.
En esta gran orquesta, que es tu mundo, teñiré mis notas con el color de las rosas, las avivaré con el soplo divino del que te adora.
Abreme, Señor, las puertas, y déjame entrar en tu coro.
Seré el último de los aprendices, Pero el primero en la devoción y en la obediencia.
Qué bello, oh, qué honra es poder entrar en tu coro!
Labarthe ha encontardo en la sociedad. quién no. enemigos, envidias, atropellos, incomprensión. Sentirá los tiros traicioneros, pero los perdona y anhela volver a la amistad. Dice: Voy tan y tan solo por el camino.
Cuando una cara sonriente encuentro, resplandece el sol de la alegría en mi pecho y a ella toda me entrego.
Cree que los maldicientes son peores que el lobo de San Francisco que inmortalizó Rubén Darío y también Valle Inclán. Va el poeta de Puerto Rico por la senda del vivir Con una lágrima para el mundo y una oración en mis labios que se hará estrella en mi pecho desgarrado. Llevan sus poemas huellas hondas de sufrimiento dice: Niño, joven, no llores, esos son golpes y clavos que te enseñarán la vida y te harán bueno y sano. Como para todos los ascetas cristianos, el dolor significa para Labarthe purificación. Si se ve a través de él la mano blanca y suave que veía Job cuando cantaba en el muladar. Ve el encanto sutil de los pormenores poéticos: Saluda al desgraciado. Yo sé lo que un saludo vale cuando los pétalos de los ánimos se han quebrado. Quisiera que penetráramos más allá de la piel de las cosas y que consideremos a las sonoras carcajadas de la vida como cascabeles que rien, rien. huecos de saledad. Sus pensamientos tienen la gracia del poeta y la hondura del místico: saber morir es una graciacomo saber vivir. Qué horroroso es el despren.
dimiento. El pesimismo le toca el alma con frecuencia y entre las notas luminosas de su poesía se destaca a veces el fondo amargo de estas lamentaciones. Quién no desea la muerte para vivir feliz?
Es mejor vivir muerto en la vida.
No hacer nada ni conocer a nadie.
El infierno empieza con la inteligencia y el sobresalir en algo.
Felices los muertos vivos, cuya inercia los hacen inmunes a los enemigos.
Todavía es joven el poeta, y si ama el dolor le serenará. Aquel inmortal cantor de la vida tranquila. Fr. Luis de León, tenía un temperamento rebelde y agrio como el aspecto de los riscos de su sierra de Cuenca, pero los atemperó en la cárcel y en la persecución, escribiendo a vista de los cerrojos de la prisión el libro de Los Nombres de Cristo con una serenidad platónica.
Alli mismo su pluma destilo también el acibar de aquella décima: Aquí la envidia la men tira me tuvieron encerrado. etc.
El poema titulado Iconoclasta de la Amistad pacece escrito en un momento de infinita desilusión. Perdone el poeta, pero colores tan intensamente crudos rompen la armonía suave del conjunto poético del libro. Hubiera ganado en hondura y ritmo si lo hubiera escrito a la sombra tibia de la resignación. Prefiero que cante como en Adiós Amor, donde Labarthe tiene fe.
lices aciertos estéticos y psicológicos cuando dice: Canto cuando veo desmayarse una flor en un búcaro, cuando las plantas tienen sed. y las aves están mudas, cuando solo hay piedras y polvo en el río, cuando la miseria camina, con famélica cara y los niñitos, lirios del Señor, piden pan al lado de una elegante máquina.
Canto fuertemente ante las ingratitudes de los hombres. la envidia, el odio, la mala comprensión.
De rodillas y ante la imagen que llevo dentro canto por los idos que no tuvieron sepultura.
Canto por los olvidados. Cuando más alegre estoy, canto, y mi canto es triste.
Canto al dia nublado y al dia de sol, a la noche negra y a la noche azul. Adios Amor!
Cine sus riñones de fortaleza y fe inquebrantable los vacíos que dejan en el alma las incomprensiones humana y la musa del poeta puertorriqueño hará crecer en torno suyo nardos y azucenas como canta en Domingo de Resurrección. Labarthe se ha refugiado en las delicadas criaturas de la naturaleza, aves, aguas, flores, nubes, lo frágil, para descansar del su.
frimiento que le flagela las espaldas al ponerse en contacto con los hombres. Así logrará ser el hombre eterno de las mañanas. Como en el bello y delicado impresionismo del poema rreguillos, cuya ilusión poética es maravillosa.
Lindo está el ganado en el cielo. Borreguillos.
Juan, con su báculo en alto los guia al manso viento. Adónde van? En esta tarde de primavera. Paso a la pág. 159)
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