Joaquín García Monge

REPERTORIO AMERICANO 235 Versos de la Sra. de Obaldia De la sección Feria de Ingenuos, por e. de El Panamá América.
Panamá, de diciembre, 21 de 1938 Nuevos versos de la señora de Obaldía llegan a la mesa de trabajo de este periodista. Es posible que estos versos que el periodista lee por primera vez sean ya conocidos de los aficionados a la poesía en tierras istmeñas. Al decir de linda amiga vieron la luz en una entrega del Repertorio Americano, de Joaquín García Monge, siempre atento a los latidos continentales y de antiguo entusiasta de María Olimpia de Obaldía, una de las poetisas con mayor olea je interior de la América.
El periodista ha encontrado estos versos en número de Panorama, la revista de Pereira que dirige Alfonso Mejía Robledo. el envío se debe a un dilecto camarada.
Cuatro composiciones reune la página consagrada por entero a la poetisa. Una de esas composiciones es el poemita No hay palabras.
en finos octosílabos, combinados en un romance en a a. He aquí el comienzo de un lirismo intimo y melancólico: canarino Saosas, Para cantar mi alegría me enseñaron las palabras los luceros que en la noche a esgranan sus rosas blancas.
Los cuatro versos finales son éstos: Hoy que la pena me hiere con puñales escarlata para decir mi dolor no conozco las palabras.
Continúa la señora de Obaldía por aquel sendero que la seduce y en el que encontró siempre un tesoro de aciertos. El sendero interior, alejado de toda anécdota, desposeído de mundo exterior, como quería Mallarmé para conseguir poesía neta. Las palabras adquieren suprema pureza. se verá, además, que ajustados los versos a la medida, a la rima asonante, no constituyen traba para las sugerencias poéticas, sino que se adaptan a ellas. El ritmo mece mágicamente los vocablos que se internan corazón adentro.
Los endecasílabos de Cálices son también perfectos de forma. Endecasílabos a la manera italiana, fáciles a primera vista, vencidas todas las dificultades de ritmo, con sus acentos en sexta y décima, y adecuada la rima asonante de los versos pares de cada estrofa de cuatro, que no exagera la camisa de fuerza de la consonancia. Estos versos de Cálices son deliciosamente descriptivos, sin la insistencia del detalle.
líricas acuarelas difuminadas, versos con nostalgias de brumas, como de pintor que no se ciñe del todo a lo que sus ojos ven, empeñado en traducir lo que su corazón anhela.
Así esta estrofa tan humana y tan hermosa, con cierto aliento a lo Francis Jammes: Crujen los llanos de feraz alfombra incitadora al plácido descanso y nos ofrendan su calor de seno, de seno de mujer, hermoso y casto.
No son, no, estos versos hechos sin ciencia de métrica, no obedecen a la clásica y pedestre idea de tal como salen. al contrario, esa perfección de artesanía va mucho más allá y, claro es, consigue más belleza. Que no está lo bello en la improvisación sino en la captura de un hilillo sutil e imperceptible que se esconde en un laberinto. Por algo se ha definido la belleza como lo difícil, no con acierto, pero sí con atisbos interesantes.
En el poema Maare da muestras la señora de Obaldía de un oído musical muy educado, que percibe con extremada delicadeza los ritmos. Así puede combinar versos de trece sílabas siete más seiscon endecasílabos a la manera italiana de sexta y décima y otros de dieciocho sílabas, fíciles y valientes, con sus acentos de sexta, trece y diecisiete, a propósito para el naufragio de los que no tengan un sentido musical de excepción. Léase esta estrofa: Tus ojos soñadores absorbieron la sangre del crepúsculo y el llanto de los vagos plenilunios mientras tu oído recogía el canto de los pájaros libres para dar a mi espíritu capullo de luz y armonía.
La última dice así: mañana también, cuando yo muera, tú vivirás y viviremos juntas en los tiernos retoños mios y tuyos; cadena prolongada al infinito que ha de hacerte inmortal, madre fecunda. Los últimos endecasílabos de Anhelo maternal, también son primorosos. Su tersura y música seducen. Siéntanse éstos: Transformarme en rosal, nube, cascada, oscura roca, fulgurante estrella, o dormir me en el fondo de los mares como las conchamadres con sus perlas. La poesía de la señora de Obaldía no se interrumpe. Sigue el sendero de luz definitivo de lo que es verdad, de lo que no se pierde en relumbrón de cosa falsa. Quedará esta poetisa, de día en día más austera, más dueña de sí, más flecha hacia lo infinito valor positivo del Parnaso americano.
e. u.
Sueños de opio Envio de la autora. Ponoma Como los orientales, quiero embriagar mi vida fumando hora tras hora la pipa del ensueño: esconder en el humo la palpitante herida y beber el olvido en el grato beleño.
Bogar sobre la espira como en la mar el leño, como en el éter diáfano el águila atrevida, creyéndome del Iris el absoluto Dueño, sintiéndome una estrella de los cielos prenaida.
Volcar sobre los seres la lumbre que me inflama.
Derramar el perfume que mi ánfora rebosa.
Llegar a los hogares como votiva llama. creyéndome astro y sintiéndome rosa a ejar en mi camino como lírica huella de una flor la sonrisa o el beso de un estrella. MARÍA OLIMPIA DE OBALDÍA Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica