152 REPERTORIO AMERICANO El hombre y sus rutas Envio del aulor. Bogotá. Colombia.
turnas del puerto, la partida de un barco, una canción distante, un domingo frente al mar: he aquí motivos que se encuentran muy a menudo en sus canciones. El hotel tiene ahora la flotante pereza que tienen los hoteles de los puertos de mar; pasa entre los vapores anclados la tristeza amarilla del agua, la angustia de viajar.
leemos por ahí. En otro poema dice. Siempre zarpa una nave de este puerto.
Alguna vez hablamos de los itinerarios marinos de Castañeda Aragón, a propósito de los cuadernos Faro y Orquesta negra, editados en Barcelona.
Por aquel entonces no habíamos verificado aún el conocimiento personal del autor, detalle éste que suele ser importante para la apreciación exacta de una obra literaria cualquiera, así se trate de una simple ojeada de conjunto.
Para hablar del autor da Recortes de Vida y Rincones de mar, apenas disponíamos a la sazón de los documentos bibliográficos. Dos de sus libros y numerosos recortes pillados a filo de tijeras en revistas y periódicos nacionales y foráneos, constituían todos nuestros elementos de juicio. Unas cuantas referencias amables, además. Pero nada sobre el ambiente de sus páginas, nada sobre la formación literaria del escritor, ningún testimonio directo acerca del marco en que han nacido sus canciones. Ni siquiera la visión maravillosa del mar, cuyo conocimiento implica una dimensión de la existencia del hombre. Quien desconoce el mar tiene forzosamente limitado su panorama vital.
En un tercero canta: Playas de las mis costas, y playas mías del mar.
Obsérvese que siempre habla como un hom.
bre de playa, como un barco en la rada de un puerto, como un velero en la cala, como un goloso de horizontes que permaneciese atado con hilos invisibles a pesar suyo al madero de la quietud. Quizás ese vivir frente a las perspectivas, ese rondar por las costas, roto apenas por uno que otro viaje, sea lo que ha despertado ese anhelo de evasión, esa ansia de fuga, ese constante añorar otr puertos que en la obra de Castañeda Aragón son como un leitmotiv angustiado.
Hombre de rutas sin término, su mayor tortura es la de no poder como Pierre Loti irse de un lugar antes de que llegue el fastidio.
Se consuela cantando. Frente a la estela de la nave trémula de lejanías que se hace a la mar en la tarde, exclama desolado. Qué dulce cosa sería irse también algún día pero para no volver.
Castañeda Aragón por una calie de Bogotá Pero un medio día ametrallado por los rayos solares vimos el mar en las playas domésticas de Puerto Colombia. Un mar de tarjeta postal, pero perfectamente apto para que un hombre die imaginación se forje el paisa je completo de ensenadas mansas, de barcas y pescadores, de palmeras y brisas, todas esas cosas en do menor que discurren por las páginas de Castañeda Aragón La presentación del poeta y su amistad periecta, han iluminado después muchos de los recodos de su obra que antes no alcanzábamos a apreciar en sus justas proporciones.
LINO GIL JARAMILLO Gregorio Castañeda Aragón es el poeta marino por antonomasia. yo que soy una anguila, yo que nací en el fondo de una barca, yo que fui bautizado con un celeste poco de resaca.
Su musa ha recorrido todos los itinerarios del mar, desde los que se desenvuelven dócil.
mente al paso de las barcas pescadoras, hasta los que rompen los trasatlánticos abarrotados de turistas, y en cada puerto ha dejado un retazo de su nostalgia y ha captado el anhelo de otro puerto mejor. Un día, Cartagena; después, La Guaira; más adelante, Barcelona; luego, Nápoles, para anclar más tarde en Trinidad o en Curazao. Siempre, eso sí, con los ojos puestos en su costa nativa, en Santa Marta y en Ciénaga, rincones que recogen muy a menudo sus cansancios vagabundos.
De esas marchas sin término, de ese ir y venir por las rutas inciertas del océano, ha sacado el poeta todos los motivos de su vasta obra literaria, que es una iconografía marina de tonos encantadores, de sensaciones inéditas, de musicalidades impresentidas. En Recortes de Vida, en Rincones de mar, en Faro, en cada uno de sus poemas, en cada una frases, hay el afán y la inconstancia de quien habiendo conocido muchos horizontes, no sabe al fin con cuál quedarse. Busca siempre la fuga, y si no quiere comprarse una casa, es porque en ella no puede transportarse a todos los paisajes que anhela: se compraría en su lugar una barca que tiene perspectivas infinitas.
Las páginas de Castañeda Aragón tienen la virtud extraordinaria de ser breves y móviles a la manera de las estampas que recorta nuestra pupila desde un ferrocarril. Como los pai.
sajes que contemplamos gozosos cuando vamos en la butaca viajera, así son de rápidos sus apuntes y por eso nunca producen fastidio ni cansancio. Por el contrario, la amenidad de ellos, la sencillez de su estilo y la pureza de sus imágenes, nos hacen apetecer dosis mayores. Pero no hay esperanza de que el poeta nos dilate el placer, pues su deseo es ser a todas horas fugaz, instantáneo, casi inasible. Tengo horror a lo kilométrico ha dicho pues sé bien que, prolongado, hasta el placer es una tortura.
Poeta de síntesis, las de Castañeda Aragón tienen muy pocos equivalentes. Tal vez Pablo Neruda, el chileno imponderable, haya hecho cosas semejantes, como en aquel poema del estanque que redujo a un solo verso: Quiero arrojarme a esa agua para caer al cielo. Torres Bodet, de vena límpida, cuando dijo. Colmena de la tarde, diálogo en el verjel: la palabra es abeja, pero el silencio es miel.
Pues bien: Castañeda Aragón ha logrado en prosa concreciones tan perfectas como las de aquellos poetas. Leed: La mano de la mujer que en el aire brumoso de la tarde, desde el barco que se iba, aleteaba diciéndome adiós, era ciertamente como una de esas pequeñas aves blancas que horadan su itinerario en las tormentas. Más que el cuerpo de aquella mujer, aquella mano es lo que yo he sentido distante muchas veces. Habéis encontrado mayor encanto y un dejo de melancolía más suave en menos líneas?
Notas alusivas La madre del poeta En viaje apresurado, por el aire, salió ayer Gregorio Castañeda Aragón, el nobilísimo ami.
go y el inspirado poeta que ha visto el mar, que nació a la orilla del mar y que al mar ha robado, para sus poemas, los mejores secretos.
En esta ocasión el vuelo no tenía la finalidad maravillosa de ver la bahía azul y de inspirarse en su contemplación para otro canto. Marchó ahora llamado por su madre en la agonía, para recibir la bendición postrera y para sentir desgarrarse el corazón en la emoción suprema de la vida.
La madre del poeta, doña Mercedes Aragón de Castañeda, ha muerto. Los setenta. y tantos años de la viejecita no esperaban sino la, llegada del hijo ausente, para apagarse en la noche que empieza a descender en su recuerdo. Tenía ella la bondad, la suavidad, la dulzura, de las madres que ven en el hogar el reflejo del paraíso que brilla más allá de la tumba, y tenía la limpieza de alma de quienes han encanecido haciendo el bien, aliviando el dolor de los humildes.
Para hablar de ella, el poeta se hacía niño.
Cuántas veces nos dijo que su ilusión era acompañarla los últimos años en su marcha terrena, para lo cual estaba dando los pasos ne.
cesarios, que implicaban su abandono de. Bogotá, porque en Bogotá, por la altura, por el clima, no podía vivir la vie jecita! cuando (Pasa a la página 158)
sus Pero con todo y ser un poeta marino saturado de yodos y de sales, hay que advertir que Castañeda Aragón, más que un poeta de mar adentro, es un cantor de playas y de puertos.
Son los detalles de color, las notas pintorescas, las emociones ligeras, lo que más toca su sensi.
bilidad. Las tardes de la playa, las luces noc Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica