REPERTORIO AMERICANO 227 En Lugones pensamos Apuntes del Editor. Mayo de 1939.
Nos interesa, de cuando en cuando, la revi.
sión del Rep. Amer. deja en qué pensar, hay dónae aprender, de qué acordarse.
Así, en el tomo I, y No de la compilación, lunes 19 de setiembre de 1919, abre la revista Leopoldo Lugones con el artículo Las Euménides, escrito en Londres en enero 1913. Es una de las cartas que Lugones enviaba entonces a La Nación de Buenos Aires; del Lugones que algunos dirían de los buenos tiempos. cuando luchaba contra el principio de autoridaa o dogma de obediencia. con la destreza de escritor en él característica.
En la antecitada carta comenta la ejecución de los tiranos, está contra la reacción clerical y militarista. Este primer artículo de Rep.
Amer. adverso a las tiranías, fué como una de las consignas de la empresa espiritual naciente: contra las tiranías habría que luchar sin tregua, y en eso estamos.
Comenta, por ejemplo, la caída de Maura y dice: Así se fueron y siguen yéndose a la anulación irremisible las grandes fieras (del bosque, aquellos fuertes de la garra atroz y del diente carnicero, que los filósofos y los sabios de pacotilla, falderos de los políticos, nos presentan como predestinados a triunfar por la suprema razón de su propia fuerza. Pero no es así. Esas máquinas terribles, azotes de la vida, son monstruos de suyo. Mientras aquélla, desde el fondo de las edades, a través de los cataclismos, se prolonga hasta nosotros bajo las formas amables del insecto alado, del molusco parlero, del zoofito florido, las fieras enormes han desaparecido cuando resistieron en la integridad de su ser, o han debido transformarse, para subsistir, en crasos pajarracos, tímidos marsupiales, o desdentados armadillos. Exactamente como el gobierno o sea la fuerza monstruosa en transformación, pasa de los fieros autoritarios del cons ismo, a los liberales capituladores y blanduzcos. He dicho más de una vez que la ci.
vilización, en evolución paralela, o mejor dicho, concéntrica con la naturaleza, uno de cuyos fenómenos es, tiende a suprimir la fiera. Ahí están la historia y los museos de paleontología.
También los tigres, los leones, los tiburones del mundo actual, marchan rápidamente a su fin como va por el mismo rumbo la fiera humana, llámese general, ministro o banquero.
PBAxeneb in hurdo anche don Frequin knie Mache, wounds cordial یا هے mente rico, a la rada de Nueva York. Iba de Alemania, donde estuvo en cura, dícese que a conspirar contra el gobierno de su tierra, aunque yo creo más bien que fuese por desahogar aquella mania ambulatoria de los prófugos, cuyos símbolos legendarios son el judío errante y Cain, a quienes ilusoriamente alivia ese eterno andar el peso cadavérico de la conciencia que llevan adentro muerta.
En los Estados Unidos aplicaron al pasajero Castro una ley que prohibe la entrada de enfermos contagiosos. Al día siguiente se reembarcaba para Alemania.
Comenta Lugones: Señala como uno de los ejecutores del tirano español al maestro de escuela Ferrer, suprimido por Maura, que con ello creyó matar una he.
rejia y una aspiración el ateísmo y la libertad.
Pero Maura tropezó con los huesos de Ferrer ¿Qué razón tenía Maura para no perdonar a Ferrer?
Responde Lugones: Aquella que ante la libertad es obvia: las ideas no son delito, para el dogma de obediencia no existe. Las ideas, son ante él, el principal delito, porque con ellas regla el hombre libre su conducta, mientras el gobierno reivindica el derecho omnimodo de imponer a todo hombre aquellas reglas; de tal manera que lo primero excluye lo segundo, entablándose así, entre ambos principios, un duelo a muerte. Por eso tenía que ser capital e irremisible la condena de Ferrer. Apenas fusilado, aquel maestro de escuela, libertario vulgar y escritor mediocre, conviértese en espectro formidable. Su pobre sangre derramada, formale un manto heroico y terrible. En torno de sus tristes huesos, comienza a anudarse la lógica singular que constituye los acontecimientos históricos. Desde el fondo de su tumba envilecida por la sentencia de los hombres, empieza a ser un poderoso de la tierra. Sucede que aquella lógica, va convirtiendo en instrumento de la ejecución requerida por ese espectro implacable, los individuos más extraños y los personajes más eminentes. Pero Ferrer ha vuelto más temible que nunca, y él (Maura) no va a volver de ese ostracismo que es el limbo de la tumba. Porque la tiranía sólo sabe matar, lo mismo a la víctima que al verdugo. Ningún tirano vuelve, a no ser como sus congéneres las fieras prehistóricas: hecho piedra.
Es que esos muertos por la libertad futura, iepresentan la verdadera vida. La única cierta, porque no está disuelta en el pasado ni disolviéndose en el presente. La que lleva en lo que espera el poder de estar siempre rejuveneciendo, pues el secreto de la juventud consiste en la conservación de la esperanza. Por eso todos, reyes y magnates, miserables y desesperados, tienen que acercarse a ella para mantener su misma existencia espectral, sacando fuerzas de la propia víctima que hicieron, como las sombras infernales de la Odisea cobraban vitalidad en la sangre de la oveja degollada.
Más adelante se refiere a Cipriano Castro, ilrano de Venezuela que llegaba desterrado, enfermo y estupenda¡La enfermedad de Castro! Había que ver en la prensa oficialista de entonces, y otra no toleraba él en Venezuela, aquella prosa sobrealzada al ditirambo, aquellas columnas de verso flamígero, con las cuales se anunciaba al país los análisis de la preciosa orina del restaurador. Porque Castro, como Rosas, había restaurado en su patria el imperio de la ley, el orden y los principios. Sus documentos llevaban, como los de aquel tirano en 1840, la data que se diría marca de fábrica: a tantos de la libertad y tantos de la federación. Es que todos son iguales, hasta en sus mañas, esos personajes funestos. Rosas no estuvo enfermo nunca, parecido hasta en eso a las fieras que sólo se ladean para morir; pero los famosos himnos federales de su época emanaban el mismo delirio de adulación que aquellas odas a los residuos de Cas Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica