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258 REPERTORIO AMERICANO su causa el ilustre hijo de Andes, y algunos jóvenes inclinados a las letras, le hicieron honores merecidos a su túmulo y guardan con cariño esas cenizas. En los tiempos pasados de su muerte a hoy, fué imposible al Editor cumplir el compromiso contraído con su amigo y pariente moribundo. Aun en el extranjero que se hubieran editado estos escritos, no habrían podido penetrar a Colombia regenerada, donde un régimen infamante había imperado. La libertad de imprenta había escrito el autor de Los Refractarios, en Caracas no volverá a Bogotá y a toda la tierra colombiana sino en el morral de nuestros soldados. en efecto, el morral de nuestros soldados. después del titánico esfuerzo de 1899 a 1902 no volvió vacío: en él vinieron las libertades necesarias de que hoy goza el país y que el autor de este libro ayudó a fundar con su pluma fulminante. Los manumisos de la Regeneración el vórtice profundo en que hundió Núñez cuanto hubc de prestigioso y honorable en este país le deben no pocos de los bienes hoy reconquistados al batallador tenaz que atizó como ninguno, en sus trece años de destierro, la hornaza purificadora, el inmenso horno crematorio donde se consumió entre pólvora toda la podredumbre de aquel sistema, que Ospina llamó política de la morfina y Uribe ia catalepsia de todas las virtudes y el hervir vividor de todas las concupiscencias en ejercicio del estrago. No le tocó volver a su patria redimida, santificada en el dolor y desmembrada geográficamente, pero integrada y resurrecta en la antigua nacionalidad gloriosa de otros días. Que duerma el Apóstol sueño secular de triunfo, reclinado en sus obras y su pluma. Mientras se hable español en estas latitudes; mientras la dignidad humana forcejée por arrojar de si los harapos que el fanatismo y la ignorancia han echado sobre sus hombros en estos Andes ateridos, y mientras los que apreciamos sus ricos donde de corazón sensible y generoso respondamos a la lista entre los vivos, su memoria no morirá. Sus libros lo vengarán del silencio de la envidia, de la calumnia e insultos de los pillos y de la indiferencia de los necios. RESTREPO Bogotá, abril de 1913.
Seguir a Juan de Dios Uribe como periodista, es querer seguir, no exageramos, la huella que deja en el espacio la chispa desprendida del encuentro de dos corrientes eléctricas opuestas. No le solicitéis para las propagandas tranquilas, no pretendáis que se adapte a un medio determinado y transija con ésta o con aquella debilidad política. Sigue el camino de la línea recta, es honrado por convicción y su individualidad moral está defendida El indio Uribe galado el mejor de los dos a quienquiera que lo necesitara. La gran farmacia de su padre era literalmente saqueada por él en beneficio de cuantos pobres enfermos le hacían saber sus angustias. La miseria ajena le dolía y le irritaba contra la mala organización de las sociedades modernas. El comunismo de los primeros cristianos y las obras de Misericordia era su ideal y su guía práctica de la vida; por supuesto, sin el más leve resquicio de superstición religiosa, para el abominable sonsaca de la bolsa popular y mazmorra del pensamiento y libertades públicas. Núñez, que temblaba de la pluma cuando ya tuvo a su servicio las espadas y el hisopo, le desterró por escritor, por escritor incontrastable de verdad y venganza, de castigo enhiesto al crimen coronado por el éxito y la general incurable sujeción de los conservadores colombianos. Trece años duro ese exilio, con una fugaz entrada a Medellín, a dar un abrazo a su querida madre. Habló allí, en el discurso inmortal a Epifanio Mejía, de los financistas que soplaban sobre los billetes de Banco y fraudulentamente los multiplicaban; habló con voz profética de vate de aquellas emisiones clandestinas del Banco Nacional, que nadie presumía entonces, pero que el orador supo presentir y denunciar, y al punto los conservadores de Antioquia, meros honrados lenones de los hábiles traficantes de la Altiplanicie, se lo denunciaron al Gobierno suspicaz del Sr. Caro, y fué preso alla en Medellín, en un cuartel, incomunicado de los suyos y sacado entre veinticinco soldados hasta ponerlo, fuera de hierros, entre las rocas golpeadas por las olas en el Archipiélago pútrido de San Andrés y San Luis de Providencia. Aquí llegué vivo no escribía aquí llegue a este refugio y madriguera del pirata Morgan, donde he debido encontrar, precediéndome, al pirata Núñez. Allí organizó unos cuantos negros y un esquife miserable y en ellos y con ellos se echó al mar. Militares valientes, como Abraham Acebedo, no quisieron seguirlo en la temeraria empresa de ganar la costa hospitable nicaragüense. En salvo allí, los radicales le tendieron los brazos, y volvió.
su pluma a reverberar al pie del Momotombo y su espíritu libre a respirar entre auras vívidas.
Allá conoció y abrazó por primera vez a los futuros caudillos de la libertad ecuatoriana, Eloy Alfaro y Leonidas Plaza Gutiérrez. Junto con ellos fué a Quito donde se le desarrolló una lenta pleuresía cuyos síntomas lo venían preocupando desde que en Centro América, en algún desfiladero peligroso, una caballería se rodó con él a un abismo, causándole graves lesiones externas, de donde tomó cuerpo y desarrolló la mortal dolencia que lo mató con cruel y paciente lentitud. Quito supo llorar al escritor valeroso, recatado y digno, que tanto luchó en pro de su cultura y resurgimiento liberal. El cable esparció la noticia en toda Amé.
rica española y puede decirse que ningún centro intelectual dejó de conmoverse al conocerla.
Venezuela, particularmente, donde Juan había vivido como huésped de la gentil Caracas, recibió con luto en el corazón la infausta nueva. La patria de Cecilio Acosta, de los grandes prosadores de lengua castellana, sintió que otra pluma de águila caía del Avila de la vida al insondable mar del silencio y del no ser.
Su figura de muy relativa atracción física, agarraba en cambio, una vez en movimiento, las válvulas de su fragua interior. De estatura napoleónica, de cabeza dantoniana pero recubierta de cabellos lacios, indomables, rebeldes a la coiffure, tendiendo al rojizo, cabellos tipicos que le ganaron el apodo de El indio, Juan de Dios Uribe era de continente taciturno. a pesar de su violencia, de su arrebato en el ataque contra los hombres y las ideas que chocaban a su temperamento de radical, seducía en la intimidad por la nobleza de su yo, por la bondad de carácter y la purzea de sus entrañas de niño.
Pero colocado en la tribuna o al frente del periódico, sufría las más extrañas metamorfosis. Su voz, de vibración metálica, cortaba el aire denso de las asambleas como una cuchilla y sobre la vana palabrería de los rábulas escudados tras la metafísica, lanzaba como un proyectil su dialéctica tremenda. Su pasión honda y reconcentrada como la de Pablo Iglesias como la de los grandes apóstoles de la democracia, descarnaba los problemas hasta descubrir en sus fibras la trama psicológica elemental. como en aquel francotirador, visto por Albornoz, la complejidad de la vida política desaparecía ante la rigidez de sus esquemas humanos, la lucha se simplificacaba en su espíritu hasta la aspereza y el rencor del combate singular, y era entonces cuando en su corazón rebosaba la inquina revolucionaria, y era entonces cuando se atropellaban en sus labios la sílabas indómitas del odio. De Clemente Manuel Zavala, en Caudillos liberales, Vol Ediciones Antena, Bogotá. 1936. John Keith Co.
San José, Costa Rica AGENTES PRESENTANTES DE CASAS EXTRANJERAS Cajas Registradoras NATIONAL (The National Cash Register Co. Máquinas de escribir ROYAL (Royal Typewriter Co. Inc. Muebles de acero y equipos de oficina (Globe Wernicke Co. Implementos de Goma (United States Rubber Export Co. Máquinas de Calcular MONROE Refrigeradoras Eléctricas NORGE Refrigeradoras de Canfín SERVEL ELECTROLUX Plantas Eléctricas Portátiles ONAN Frasquería en general (Owens Mlinois Glass Conservas DEL MONTE (California Packing Corp. Equipos KARDEX (Remington Rnad Inc. Maquinaria en general (James Motley, JOHN KEITH Socio Gerente RAMON RAMIREZ Socio Gerent Sus restos inanes reposaron en Quito hasta que fueron trasladados a Medellín, por su señora madre, que alli vive. Los artesanos de esa ciudad, que comprenden cuánto hizo por Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica