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104 REPERTORIO AMERICANO Fernando de los Ríos, voz y espíritu de España Por RAUL ROA Envío del autor. Habana, diciembre de 1938 Sot Fernando de los Rios Dibujo de Sancha Dos veces estuvo ya Fernando de los Ríos en esta tierra morena de sol y anhelante de justicia social: la primera, para introducirnos, con óptica personalísima y técnica rigurosa, en la problemática política de nuestro tiempo atormontado; la segunda, para desentrañarnos, en disertación inolvidable, el sentido de la vida en José Martí. Esta vez, por la alta representación dip omática que ostenta y la invitación especifica de que ha sido objeto por la Asociación de Auxilio al Niño del Pueblo Español. Fernando de los Ríos se trasciende objetivamente a si nismo por el valor simbólico que encarna.
La circunstancia española ha querido, en efecto, que en su tercera visita, Fernando de los Ríos nos traiga, como nos trajera en días no lejanos José Gaos y recientemente Alfonso Castelao, junto con su espíritu y junto con su voz, la voz y el espíritu de España. Una voz y un espíritu que es, en el horizonte enconado de esca hora, clarinada de angustia y fulgor de esperanza: el espíritu y la voz de los que, en impar pelea, están roturándole al hombre el camino de su reconquista y de su plena realización y aniquilando, para siempre, las raíces his tóricas que alimentan la panza infecunda y tenebrosa del fascismo. aun hay algo más que precisa dejar subrayado. El pueblo español y Fernando de los Ríos se hallan tan ardientemente vinculados en esta sazón memorable de su historia que el hombre y su circunstancia acaban por fundirse en una misma llama. Nunca pudo sospechar José Ortega y Gasset que fuera la propia rebelión de las masas españolas da que, con impebu espléndido, virara al revés, como un vulgar calcetín, el más elaborado y encarecido de sus lujos dialécticos.
Pero si la circunstancia española y Fernando de los Ríos se funden en esta coyuntura dramática es, porque, además, el insigne profesor granadino ha venido descollando, en lo que va del siglo, en la vanguardia misma del pensamiento de esa circunstancia. Si el pensamiento español contemporáneo ha producido valores auténticos de exportación, uno de los más cua.
lificados es, sin duda, Fernando de los Ríos, cuya autoridad en el área de la ciencia política y de la doctrinologia social ha extravasado, hace ya tiempo, las fronteras de España. No hay, en la actualidad, en el ámbito de la cultura española, quien señoree tan cabalmente como él en estas disciplinas y goce de su prestigio.
Fernando de los Ríos, que desciende, por linea directa, del esclarecido fundador de la Institución Libre de Enseñanza. fue también su discípulo por excelencia y su heredero legíti.
mo. la vera iluminada y cordial de Francisco Giner de los Ríos, se formó éticamente y penetró en el mundo de las ideas con un claro sentido de la subordinación de éstas al mejoramiento humano. Los gérmenes de su concepción del socialismo, que empezarán a asumir forma concreta en su libro La Filosofia del Derecho en Francisco Giner de los Ríos y sus Relaciones con el Pensamiento Contemporáneo, se respiraban ya en aquella atmósfera renacentista.
Estuvo en Alemania largos años sometido a un severo y fecundo aprendizaje. La Alemania de entonces era radicalmente distinta a lo que es hoy bajo el signo sombrío de la swástica: un inmenso presidio de la inteligencia y de las masas populares en el interior y una maquinaria de piratería en el orden internacional. La Alemania de entonces era, no obstante su estructure imperial, una afanosa colmena de investigadores y de teorizantes y, junto con Rusia, la fragua encendida de la reorganización histórica de Europa. Fernando de los Ríos sorbió las más acendradas esencias del pensamiento filosófico alemán en Jena con Eucken y confirmó en Marburgo, de labios de Herman Cohen, que la idea del fin de la humanidad se convierte en la idea del socialismo y que todo hombre se define como fin en sí, como fin propio. su regreso a España, dueño ya de una culiura cernida y de hipótesis de trabajo de inapreciable valor eurístico, se incorporó, con el tenso fervor de la juventud, a la querella irreconciliable entre la España oficial y la España vital, entre la España que tramontaba y la España que amanecía. La generación del 98, qiie se planteó este conflicto en toda su magnitud sin aportar sus elementos idóneos de solución, tuvo en Fernando de los Ríos uno de sus mílites más bizarros. Inconporado poco después a la docencia en la Institución Libre de Ensenanza. obtuvo, en 1911, en la Universidad de Granada, su tierra natal, la cátedra de Dere.
cho Político. El Partido Socialista Español no tardaría mucho tiempo en empinarlo a su dirección y la Universidad Central de Madrid lo acogería en su seno en 1930.
Como profesor, Fernando de los Ríos luce la misma estatura humana que Francisco Giner.
No lo aventajó éste en timbre moral, en efusión ponderada, en sapiencia jugosa y vivaz, en amor por la justicia y por la verdad. La tarea docente no se concreto nunca en él a la hora de clase, ni a servir, durante ésta, una ración oficial de conocimientos que el estudiante rumiará luego en casa para devolverla, mecánicamente, en los exámenes. El magisterio ha sido en él, por el contrario, la sustancia misma de su vida, su actividad primaria y permanente. Yo recuerdo haberle oído, en ocasión de un intimo ho.
mer:aje que le organizamos un grupo de estudiantes universitarios en su primera visita, una emocionada remembranza de su vida de relación con sus discípulos dilectos. Era Sócrates redivivo en un atardecer morado de Granada.
La obra de Fernando de los Ríos como pen.
sador político es extensa y sobremanera rica de contenido. Yo quisiera detenerme, aunque fuera simariamente, en el examen crítico de libros tan fundamentales suyos como La Filosofia Política en Platón, La Crisis de la Democracia y Mi Viaje a la Rusia Soviética. No es posible en el angosto perímetro de este artículo. Si quie.
ro, de todas maneras, centrar la atención un momento en los que constituyen, a mi juicio, sus aportes más importantes al pensamiento politico y social contemporáneo: su interpretación de la España del siglo xvi y su concepción hu.
manista del socialismo. En lo que a la primera cuestión respecta, Fernando de los Ríos no sóle concluye que en el Estado Iglesia organizado en España en el siglo XVI se ha simbolizado una tendencia permanente en el Estado sino que postula, también, que si América ha de representar algo nuevo en la historia, algo fecundo e innovador espiritualmente, no podrá conseguirlo sino superando el dualismo europeo en aquella edad, resolviendo en unidad lo que Reforma y Contrarreforma subrayan como opuestos; rehaciendo de un nuevo modo la conciencia que en el siglo xvi quedó desgarrada.
En lo que atañe a su concepción del socialismo, Fernando de los Ríos la sustenta en una nueva interpretación del humanismo, que diverge, parejamente, de la de Ramiro de Maeztu en su obra La Crisis del Humanismo y de la del malogrado Aníbal Ponce en su gran libro póstumo Humanismo Burgués y Humanismo Proletario. El humanismo histórico que, para Anibal Ponce, se cuajó entre mercaderes y se puso a su servicio, para Fernando de los Ríos es la síntesis originaria en que se contiene orgánicamente la idea de la finalidad armónica de los seres. Este concepto troncal, que para él implica la realización de lo universal huma.
no como lo humano peculiar en cada individuo, es el sustentáculo de su tesis socialista. ΕΙ socialismo humanista resume Fernando de los Rios. aspira a superar el estado actual me.
diante la humanización de la economía tanto por la generalización de la responsabilidad de las acciones cuanto por el ennoblecimiento que a la profesión aporta ser el fruto de la voca(Pasa a la página 111)
DUHUSU Ricardo Moreno Cañas Omar Dengo in Esta es la columna milioria del Rep. Amer. En ella escribiremos los nombres de los suscritores que por años de años, hasta el final de sus dias, le dieron su apoyo. Servidores del Espiritu fueron Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica