Repertorio Americano EDITOR: GARCIA MONGE CORREOS: LETRA TELEFONO 3754 En Costa Rica: Suscrición mensual 00 EXTERIOR: EL SEMESTRE: 50 EL ANO: 00 o. am.
SEMANARIO DE CULTURA HISPANICA El suelo es la única propiedad plena del hombre y tesoro común que a todos iguala, por lo que para lo dicho de la persona y la calma público, no se ha de ceder, ni fior a otro, ni hipotecar jamás. José Martí.
Giro bancario sobre Nueva York Erase una vez. Rincón de los niños)
El gallito de cresta de oro De Cuentos populares rusos. Espasa, Colpe Madrid. Selección y envio de ver Un viejo matrimonio era tan pobre que con gran frecuencia no tenía ni un mendrugo de pan que llevarse a la boca.
Un día se fueron al bosque a recoger bellotas y traerlas a casa para tener con qué satisfa.
cer su hambre.
Mientras comían, a la anciana se le cayó una bellota a la cueva de la cabaña; la bellota germinó y poco tiempo después asomaba una ramita por entre las tablas del suelo. La mujer lo notó y Idijo a su marido. Oye, es menester que quites una tabla del piso para que la encina pueda seguir creciendo y, cuando sea grande, tengamos bellotas en casa sin necesidad de ir a buscarlas al bosque.
El anciano hizo un agujero en las tablas del suelo y el árbol siguió creciendo rápidamente hasta que llegó al techo. Entonces el viejo qui.
tó el tejado y la encina siguió creciendo, creciendo, hasta que llegó al mismísimo cielo.
Habiéndose acabado las bellotas que habían traído del bosque, el anciano cogió un saco y empezó a subir por la encina; tanto subió que al fin se encontró en el cielo. Llevaba ya un rato paseándose por allí cuando percibió un gallito de cresta de oro, al lado del cual se hallaban unas pequeñas muelas de molino.
Sin pararse a pensar más, el anciano cogió el gallo y las muelas y bajó por la encina a su cabaña. Una vez allí, dijo a su mujer. Oye, mi vieja. Qué podríamos comer. Espera le contestó ésta. voy a cómo trabajan estas muelas.
Las cogió y se puso a hacer como que molía, y en el acto empezaron a salir flanes y pasteles en tal abundancia que no tenía tiempo de recogerlos. Los ancianos se pusieron muy contentos, y cenaron suculentamente.
Un día pasaba por allí un noble y entró en la cabaña. Buenos viejos. no podríais darme algo de comer. Qué quieres que te demos. Quieres flanes y pasteles. le dijo la anciana. tomando las muelas se puso a moler, y en seguida salieron en montón flanes pastelillos.
El noble los comió y propuso a la mujer. Véndeme, abuelita, las muelas. No le contestó ésta. eso no puede ser Entonces el noble, envidioso del bien ajeno, le robó las muelas y se marchó.
Apenas los ancianos notaron el robo se entristecieron mucho y empezaron a lamentarse. Esperad les dijo el gallito de Cresta de Oro; volaré tras él y lo alcanzaré.
Echó a volar, llegó al palacio del noble, se sentó encima de la puerta y canto desde allí. iQuiquiriquí. Señor. Señor. Devuélvenos las muelas de oro que nos robaste!
En cuanto oyó el noble el canto del gallo ordenó a sus servidores. Muchachos. Coged ese gallo y tiradlo al pozo!
Los criados cogieron el gallito y lo echaron al pozo; dentro de éste se le oyó decir. Pico, pico, bebe agua! poco a poco se bebió toda el agua del pozo. Enseguida voló otra vez al palacio del noble, se posó en el balcón y empezó a cantar. Quiquiriquí. Señor. Señor. Devuélvenos las muelas de oro que nos robaste. El noble, enfadado, ordenó al cocinero que metiese el gallo en el horno. Cogieron el gallito y lo echaron al horno encendido; pero una vez allí, empezó a decir. Pico, pico, vierte agua! con el agua que vertió apagó toda la lum.
bre del horno.
Otra vez echó a volar, entró en el palacio del noble y cantó por tercera vez. Quiquiriquí. Señor! Señor. Devuélvenos las muelas de oro que nos robaste!
En aquel momento se encontraba el noble celebrando una fiesta con sus amigos, y éstos, al oír lo que cantaba el gallo, se precipitaron asustados fuera de la casa. El noble corrió tras ellos para tranquilizarlos y hacerlos volver, y el Gallito de Cresta de Oro, aprovechando este momento en que quedó solo, cogió las muelas y se fué volando con ellas a la cabaña del anciano matrimonio, que se puso contentísimo y vivió en adelante muy feliz, sin que, gracias a las muelas, le faltase nunca qué comer.
AFANASIEV La pobre vieja y el pez en seco De Cuentos malayos, Revista de Occidente. Madrid. Selección y envio de Una vez era una mujer, vieja y menesterosa, que vivía en la mayor miseria, y sus vestidos estaban tan rotos y deshechos, que apenas cubrían su desnudez. Sólo podía comer y beber una vez al día, y con mucha frecuencia le ocurría no tener qué. así solía pasar hambre uno o dos días, y sólo agua podía beber. Hacía ya mucho tiempo que no estaba en situación de participar en la recolección del arroz. Además, no la recibían allí con gusto, pues como era vieja ya, no podía trabajar con bastante rapidez.
Así, pues, vivía solamente de lo que recogía en los campos o en los jardines de bambú, y lo que así obtenía lo cambiaba en casa de sus vecinos por arroz crudo, cocido o secado al sol.
Su casa era sólo un miserable chozo apoyado contra la casa de su vecino. El agua rezumaba por el techo y las paredes, pues nadie quería ayudarla a repararlo, y no tenía nadie que pudiera valerle: ninguna familia, ni hijos, ni nietos. Vivía completamente sola y entregada a sí misma.
Aunque la mujer era ya tan vieja y sus cabellos se habían vuelto blancos, aún no sabía nada acerca de Alah; no procedía en nada según su ley; no lo reverenciaba, y creía que el cielo y la tierra se habían originado por sí mismos. Cierta vez hacía ya dos días que no tenía nada que comer, ni tampoco nada que pudiera cambiar por arroz. Estaba tristemente sentada dentro de su choza, y sollozaba. Oh. Qué desdichada suerte la mía! Voy a morirme de hambre. Pasa a la página anterior)
Huyendo del bombardeo aéreo Madre. Por ué nos hacen marchar. Por miedo civilización fascista.
Por Bagaria. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica