364 REPERTORIO AMERICANO Sonetos del Canadá francés Paisajes blancos Colaboración. Newburyport, Mass. Junio de 1939 El camino Se desmaya un silencio en el doble resplandor de la luna y la nieve; todo lívido, extático, inmoble: ni el viento siquiera se mueve.
Se ha dormido la noche, y hay una dulcedumbre que el alma conmueve, en el yerto fulgor de la luna y en el yerto fulgor de la pieve.
Pensativo, entre el doble reflejo, el aldeano camino ya viejo, borda un sueño romántico y leve.
Ah, y no sabe el soñar sin fortuna, si es la nieve que llora en la luna o es la luna que llora en la nieve. Madera de Adela de Lines)
II El árbol la orilla del largo camino, bajo el lívido dombo del cielo, el helado esqueleto de un pino, se levanta como un desconsuelo.
Blanca y yerta la noche; el divino resplandor de la luna en el suelo, alarga la sombra del pino y alarga en el alma el anhelo.
La nieve En la inmoble tristeza del saje rteño, como pétalos albos de alba flor des hojada, caen los copos de nieve, y se borda un ensueño con nostalgia de brumas, en la tarde cansada.
En suspenso la vida. un langor de beleño flota en todo el ambiente; la blancura inviolada cubre techos rojizos, cubre el vago diseño de la gris lejanía, de la yerta calzada.
Los caminos se borran. el silencio medita en los álamos mustios, en la faja infinita de las aguas glaciales que duplican el puerto; y en su inmenso sudario, fino y lánguido y leve, de albo encanto sedeño, va envolviendo la nieve la quietud hiperborea del paisaje ya muerto.
VI El deshielo Se va la nieve; la primavera viene de azules climas remotos, y son los hielos de la pradera como un fracaso de espejos rotos.
En carro de ámbar la luz viajera recorre lomas, recorre sotos, y al mago beso de la hechicera brota un divino rosal de exvotos.
Fluyen las aguas desentumidas, cantando un canto, por las dormidas eras resecas que el sol colora; vida. horizontes. ah, primavera, túrgidos senos, cálida espera, bocas que sangran, verso que lloral Oh blancura estelar de la noche, y derroche de luna y derrocbe de blancura sin fin de la nieve. la orilla del largo camino, va hilvanando la luna en el pino albo encaje purísimo y leve.
III La ciudad El río VII Bajo el claro de la luna, el inmenso río boreal, congelado, parece una tersa cinta de cristal.
Bosque huraño a lado y lado, misterioso y espectral, y en la nieve, deshojado, un lumínico rosal.
Ah, la languida pereza de la luna, y la tristeza de su hechizo blanco y frío, cuando tiende sus crespones entre dos desolaciones, la del bosque y la del río.
IV Québec Mitad piedra, mitad sombra. la soberbia ciudad vieja sueña envuelta entre torreones un ensueño de otra edad: guanteletes y corazas y tizonas, la compleja vestidura. seda y oro. y un temblor de eternidad, Muy francesa y muy romántica, y devota y cortesana, cien asaltos resistiera con heroica liviandad; por la esquiva rosa viva de su risa campechana, desafiáronse los reyes y guerreó la cristiandad, Alma mística de sombra, embrujada y milagrera, que la farsa de Baedeker no ha podido ni pudiera despertarla de su ensueño siempre grave, siempre gris.
Porque vive en el pretérito: aún desnudan sus aceros y aún desgranan sus rosarios los ferrados caballeros, y aún tremola en sus bastiones la divina flor de lis.
VIII IX El seminario Chateu Frontenac la lumbre del poniente, Trenzando en las brumas su torre almenada. oro viejo en oro nuevolevántase el pétreo Chateau Frontenac la gris masa indiferente por cima la vasta llanura inviolada, es un sueño del medioevo.
los grises baluartes, la rancia ciudad.
En sus aulas penumbrosas Romántico ensueño. Qué historia embrujada ha trocado el seminario de beso y de luna, qué maga beldad, el aroma de las rosas qué choque de aceros, qué trova cuitada, por aromas de incensario.
evoca ese eohiesto fantasma feudal?
Siente el alma un desconsuelo Pretéritos mundos, pretéritas vidas: en su atmósfera de duelo, victorias, derrotas, empresas fallidas, y no sabe por su mal, y el épico gesto y el sordo clamor; si ese humano afán minúsculo Dos mundos coviven en su anacronismo: es la sombra del crepúsculo el estrepitoso mundo del turismo o la sombra teologal.
y el mundo callado del tienipo mejor.
El crepúsculo El rojo incendio solar perfora la seca urdimbre del bosque añoso; en el silencio cae una hora, como un angustia sobre un reposo.
Sangra el crepúsculo: sangra y colora el niveo encaje maravilloso del frío paisaje; y adentro llora un verso triste como un sollozo.
Glacial penumbra. Melancolía del albo encanto de los caminos, cuando extenuado fallece el día; sangra el crepúsculo. tañe a lo lejos una campana, y entre los pinos los buhos alargan sus gritos viejos. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica