70 REPERTORIO AMERICANO III Grande es el Lenguaje; es la más poderosa de las ciencias. Su sonido es su vigor; su color, su forma; es la diversidad de la tierra, de todos los hombres, de todas las mujeres y de todas las cualidades y procesos.
Es más grande que la riqueza, más grande que los edificios, que los buques, que las religiones, la pintura y la música.
La lengua Inglesa es grande. cuál destino es más grande que el suyo? Grande es la generación Inglesa. cuál progenie es más vasta?
Es la madre de la generación que dominará en el mundo con la nueva ley. Reinará la rueva ley como el Alma, y como el Amor, la Justicia y la Igualdad, en el Alma reinan.
Majestuosa es la Ley y grandes son también sus pocos y viejos preceptos. Son los mismos de todas las edades y no deben removerse.
de de las mayorías. Estas, lo sean o no, llegan al fin a postrarse ante el mismo tribunal exacto y desapasionado.
Por la justicia son grandes los abogados naturales, y los jueces, perfectos. Ella está dentro de sus almas.
Todo está sabia, debidamente ordenado. No se estudia en vano y lo grande incluye lo pequeño. Reina la Justicia en las más altas cúpulas y desde su elevación contempla los campos, los eriales y los gobiernos.
El Juez perfecto no teme nada. Podría ir frente a frente basta Dios. Antes que el Juez perfecto retroceda, la vida y la muerte, el cielo y el infierno, retrocederán. Grande es la Vida, real y mística, donde quiera.
Grande es la Muerte: ésta, como la Vida, mantiene la cohesión de todo. Tiene la Vida su significancia. Ah! la Muerte tiene la más grande significación.
IV Grandiosa es la Justicia. No la afirman ni los legistas ni la ley; ni es tampoco susceptible de variar por medio de reglas como tampoco puede serlo el amor, la nobleza o la ley de gravedad. La Justicia es inmutable y no depen.
1914 José Ortega y Gasset, España y México Por EDUARDO AVILES RAMIREZ De El Nacional. México, 10 de febrero de 1938 Desde que estalló la felonía de los generalotes españoles, José Ortega y Gasset vive en París, obstinadamente, voluntariamente distante de los centros nerviosos y doloridos de España.
Como se trata de una personalidad considerable, lo busca todo el mundo. trata de buscarlo, más bien, porque el filósofo se obstina en pasar inadvertido, en que nadie hable mucho de él, en que ur manto de olvido cubra su persona y lo haga invisible, como en los cuentos de hadas. El sabe, que, en torno, las lenguas hablan. Es un hombre frío dicen unas lenguas el dolor de España no altera, no conmueve sus facciones. Es un hombre egoísta dicen otras porque está de espaldas, deliberadamente, a la desgracia de su patria. Su silencio dicen otras parece indicar que él desprecia parejamente a unos y a otros, a militares felones y a trabajadores que se defienden, más ¿quién podrá impedir, mañana, que también se traduzca por amor a su comodidad personal, a su paz casera, a su horror por las polémicas que turban las digestiones filosóficas? José Ortega y Gasset debe saber que se dice todo eso de él, pero, como al proletario y al general, él también desprecia al que habla. Desprecia así a todo el mundo y le importa poco que del análisis que de él se hace resulte frío, insensible, indiferente, dándole las espaldas a su patria malherida en la única ocasión en que hubiéramos querido verlo con ella entre los brazos, ensangrentándose juntos, no importa en cuál de las trincheras, o en ninguna de las dos, pero por lo menos llorando. El suyo es un desprecio altivo, de altivez filosófica. Eso le basta. por qué no. Acaso no está en su derecho?
Don José Ortega y Gasset irá a México, dentro de pocos meses. Irá para dictar un ciclo de conferencias, según ha declarado a la prensa de París. No sabe él mismo sobre qué materias versarán esas conferencias, aunque quizás va en ellas a estudiar las raíces de este estado psicológico que se llama la Indiferencia, broquel resistente para su persona, en estos momentos.
Precisamente los hombres andan buscándole las costuras al vocablo y opinando sobre su significado intimo, porque se ha revelado una especie de enfermedad de la época, Unos piensan que la indiferencia es falta orgánica, carencia de energia anímica, imagen de lo pusilanime. En una palabra: cobardía. Otros opinan que es una derrota del corazón. Cuando uno se desentiende (por razones que desdeña y no explica en público) del dolor del prójimo, y más aún del dolor del hermano, testimonia falta absoluta de fe. De fe en la Religión, en el Hombre, en el Cielo, en la Tierra, en cualquier cosa, en todas las cosas. El hombre se convierte entontes en muñeco doloroso de silencio. Las articulaciones del espíritu están agarrotadas por el reumatismo de la indiferencia. El alma está tullida El fervor piensan otros es la condición humana por excelencia. como el fervor es la antitesis de la indiferencia, no habrá filósofo sobre la tierra capaz de negar que la indiferencia es antihumana. Otro, el de más allá, opina que la Indiferencia es una deidad letárgica que hace vivir más largo tiempo a los viejos que ya no tienen nada que decir, y que hace perecer a los jóvenes que tenían mucho que comunicarnos. Hay hasta quienes consideran que la Indiferencia que es íntimamente Renunciaciónes un estado pre mortuorio. Físicamente el indiferente puede seguir viviendo, pero moralmente entra en agonía. La facultad del entusiasmo es lo que hace vibrar vivir a las especies que gozan de buena salud. Cuando esta facultad preciosa no se manifiesta, es porque la buena salud no existe, sencillamente. Ahora bien, cuando se es indiferente por naturaleza, es una desgracia. Qué hacerle? Pero cuando se es indiferente por cálculo, por poltronería, en forma especulativa, y se habla con timbres que parecen venir del Más Allá, con serenidad nirvánica, con solemnidad de ultratumba, el individuo ya no es indiferente. Es peor que el indiferente de pura estirpe: se convierte entonces en simulador de baja clase. Es un emboscado.
Louis Ferdinand Celine cuenta cómo durante la guerra algunos cobardes se habían ido a emboscar en las células de los manicomios, simulando la locura. Por qué la Filosofía no sería una célula tranquila de cómodo refugio. Eso y otras cosas se dice en París a propósito del filósofo español, José Ortega y Gasset, quien sigue sin inmutarse por eso y aun las cosas que puedan decirse mañana, cuando llegue la inevitable hora del ajuste de cuentas general.
Ahora bien, se nos asegura que el filósofo deja de ser indiferente cuando sus corifeos (unos por que lo comprenden demasiado y lo imitan en su actitud y en su conducta, los otros porque es elegante admirar a los filósofos sin comprenderlos y por tanto sin ensayar siquiera, sobre ellos, un análisis, por pequeño que sea) se nos asegura que no es indiferente, repito, cuando esos corifeos llegan hasta su apartamento parisiense de la rue de Gros, en Auteuil, y desgranan en la antesala los sartales de baratijas de su dialéctica babosa, y aseguran al filósofo indiferente que su indiferencia es considerada por el misero mundo exterior (con el cual él hace bien en no tener contacto) como una prueba de que ha entrado tanto en la Profundidad, en la Meditación, en la Serenidad Definitiva, en la Intensidad Interior, en la Verdad Perenne, en la Esencia Escondida de las Cosas, tocando casi los límites de la Transfiguración, que no puede abandonarlas ya y menos aún para tornarse simple hombre accesible al dolor, al amor, a la cólera, a la ternura, esas pasioncillas, esos fue.
gos fatuos del hombrecito transitorio. José Ortega y Gasset irá, pues, a México, tierra apasionada por excelencia, tierra en donde no se conoció jamás la Indiferencia, en donde el corazón estuvo siempre latiendo con fervor, en donde la mente nunca dejó de enaltecerse al contacto de la virilidad. El clima espiritual de México y el clima filosófico de José no están hechos de la misma substancia. Son, por el contrario, antitéticos y sinceramente contradictorios. Cuando André Bretón dice que México es un reservoir de romantisme. no hay que engañarse. Hay que traducir claramente lo que Bretón llama romántico, que no es melindre, sen.
timentaloidismo, neurosis, lloriqueo, languidez, nostalgia, enfermedad del siglo como en tiempos de Musset, sino todo lo contrario: dolor, pasión, efervescencia, capacidad de odio, facultad viril de combate, calidad humana. como precisamente esta calidad humana es la que en esta época de prueba, le hace falta a José Ortega y Gasset, no cabe duda que él y México no van a entenderse fácilmente. México no está hundido en ningún nirvana, su voz no nos llega llena de sutileza y solemnidad desde las riberas inaccesibles del Más Allá, sino que está en plena fornicación con la Tierra y sus problemas, espasmódico, exhubero, sonoro de pasiones y de sentimientos vibrantes. Sinceramente yo creo que no es muy oportuno celebrar este matrimonio entre México y José, porque en las circunstancias actuales se parecería mucho al contubernio de lo Indiferente y de lo Romántico. De la marmota inmóvil y de la salamandra que vibra y que quema.
Aunque, viéndolo bien, quizás esta visita sería muy provechosa para uno de los dos. Naturalmente para José. Porque su indiferencia filosófica podria disolverse y deshelarse al contacto con aquella salamandra de cien lenguas picantes y sonoras que viaja en la sangre de la mexicanidad. quizás así lo viéramos después regresar a Europa virilizado humanizado y por fin lo contemplaríamos por lo menos llorando, como hubiéramos querido contemplarlo desde el principio del drama, con el cuerpo malherido de España entre sus brazos, contra su corazón, Con la LIBRERIA HACHETTE, Maipú 49, Buenos Aires, Rep. Argentina.
Dir. Tel. Aglibrairi. Tele. 38. Mayo 0101 y 0255, consigue Ud. este semanario Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica