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REPERTORIO AMERICANO ecoa la labor humana. Valparaiso no es un faro en el Pacífico ni un farol en su propia casa.
En esa ciudad mal situada, próspera por el comercio, despertado por la revolución america.
na, con galas prestadas, que no ha tenido tiempo todavía de producir hechos ni hombres.
y cuya historia son los acontecimientos que por acaso suceden en su inmediación, sin que ella los produzca, impulse o dirija, ni en el sentido político, ni en el intelectual o nómico.
Sigamos: Ese italiano aventurero, revolucionario en Creta y radicado de periodista en El Mercurio hasta 1930, Salvatore Nicosia, me dijo, haciendo vibrar sus vocales de barítono: El roto es el lazaroné napolitano; su divisa: il dolce far niente.
Antiguamente nuestra vanidad se abanicaba en el renombre, siempre dado por viajeros ilustres, según decían. El uno bautizó a Chile de Prusia americana. y al Bío Bío, de Rin de los bárbaros chilenos. Un Lord venía después, directamente del Támesis, a bautizarnos de británicos de Sud América. Un yanqui más tarde provenía de Nueva York para ponernos otro apodo acariciador. Ahora la peregrina idea de un señor, de un monsieur, cuya celebridad súbita consiste en haberse ocupado de Chile, nos da el sobrenombre de griegos.
Todo Chile parece suspirar. Ah! Por fin alguien descubrió la verdad. Eso es! Eramos la Grecia. no haberlo visto antes! Gracias, señor. cómo es. señor. Lawe. Gracias. Somos griegos. Griegos de dónde. Modernos. Somos griegos del año 449 de 1937. Somos griegos del siglo de Peri.
cles o del año del general Metaxas? Para resolver este punto he resuelto ponerle cable al señor de Lawe. Estimado señor: Diga si en su paralelo de Chile y Grecia. se refiere a la Grecia de Pericies o a la de Metaxas? Expresiones a la familia. Respuesta pagada. Contestación: Me refiero a la de Alcibíades. Abrazos.
Recibiendo esta laconica respuesta todo Chile quedará tranquilo. Somos griegos clásicos.
Caramba! nos habían querido hacer creer que éramos zulúes, nipones, británicos, antipáticos, sísmicos, andinos. Todo era mentira. Somos griegos!
Mala pasada para la señora de Skottsberg, que en el Svenska Dagblad, de Estocolmo, nos liamo salvajes antipáticos. Somos griegos! Nos pondremos la clámide de telas leves y vaporosas; calzaremos el coturno. Don Alcibíadas Castro cortará el rabo a su quiltro quillotano.
Los poetastros se creerán Esquilos y las negras ninfas de la calle Lingue recibirán convites de Sócrates, iluminados en copas de FaIerno. Serán hetairas dignas de la mesa de Aspasia y de los versos de Safo, y yo me pregunto. Qué Grecia será esa que recuerda el cscritor de Lawe: Grecia del nuevo mundo, matizada de elementos amarillos y cobrizos.
Una Grecia medio isla, parecida a Nueva Zelandia. Qué guirigay! El juicio llegó, como siempre, en fardo certificado, por ese mar que tranquilo te baña. entre latas de anchoas y relojes pulseras.
Antes, el propio Bolívar había dado dos juicios contradictorios. En Jamaica aseguró que Chile sería un país de orden, y más tarde, en carta a Fernández Madrid, puso: No deje perderse a Bello en el país de la anarquía (Chile. En resumen: no creemos en generalizaciones. Se puede narrar un momento y un carácter; se pueden contar costumbres y del cúmulo di detalles podría florecer un total de modalidades diversas.
Un Siegfried acierta cuando comenta el presidencialismo sudamericano, que ya don Domingo Santa María trató magistralmente. Un Keyserling, sin habernos leído, repitió a su manera, la ley popular que manda cultivar la grosería, el andrajo y cierta fealdad, en nombre de la fuerza y la hombria tarbernaria. Hace quince años, el que esto firma escribió de go enumerar, forma el recargo en el presupuesto de gastos trabajado por nuestro progresista y munifico congreso. para decirlo todo en una cifra, ese presupuesto suma 12. 338. 179. 45. cuánto el de tentas. 379. 008. Déficit: 599. 179. 45.
Peto al ver tal resultado se dirá: aparecierdo este déficit de siete y medio millones, claro es que la mayor parte de los gastos votados se quedarán escritos, y no habrá nada perdi.
do, fuera del tiempo empleado por los senadores y representantes en discutir tales partidas ¡Error grave, y gravísimo! No se gastarán, es cierto, los doce y medio millones, porque no hay de dónde sacarlos, pero queda el poder cjecutivo autorizado para aplicar las rentas nacionales. escogiendo entre los capítulos y urtículos de esa lista de gastos, sin otra regla que su voluntad. Quiere eso decir, en otros términos, que no hay presupuesto; y no haber presupuesto es no haber sistema representativo y mucho menos republicano.
Todas las cortapisas que las leyes y constituciones pongan al poder ejecutivo para impedir el abuso de sus funciones, son inútiles y hasta nocivas y ridiculas cuando ese poder ejecutivo no tiene la traba de las trabas, la única eficaz, la del presuupesto. He ahí el sólido fundamento de las libertades inglesas; y he ahí lica también por qué en Colombia no ha habido nunca, y menos de veinte años acá, algo que parezca a república. Decir a un gobernante: gastad como queráis y en lo que queráis, es decirle: abrid todas las puertas, desatad todas las ligaduras que por fórmula hemos puesto a vuestras manos, y es decirle algo más: podéis corromper a los hombres y a los partidos, intimidando a unos con la violencia y ganando a otros con el aliciente del lucro vergonzoso. Esa es la historia de México y del Perú: y téngase entendido que nación que toma ese sendero, marcha derechamente a un abismo de degradación y envilecimiento, de donde no se sale jamás. De Carlos Maurtínez Silva, en Prosa Politica. Bib. Aldeana de Colombia. Bogotá. 1936. todo eso.
La traba de las trabas La primera, la más urgente de las necesidades de la república era la de organizar la hacienda nacional; pues es bien sabido que en un país donde no está bien arreglado el erario no puede haber paz, ni administración de justicia, ni crédito, ni mejoras materiales, ni instrucción pública, ni nada, en una palabra, de lo que debe hacer todo gobierno para merecer el nombre de tal. Para conseguir ese resultado no había sino uno de dos caminos: o aumentar las contribuciones o disminuir los gastos.
El congreso de 1880, echando en olvido la lastimosa situación económica de la república, profundamente quebrantada por la última guerra civil y por causas de otro orden por todos conocidas, agobiada por el peso abrumador de las contribuciones que se cobran para sostener diez gobiernos rumbosos y derrochadores, optó por el primer camino: la ley de la tarifa aduanera y la de timbre, fueron el resultado de las habilidades económicas de nuestros modernos Turgots.
Pero la república habría quedado satisfecha con la nueva carga, si sus legisladores se hubieran limitado a eso. Mas no fué así: no sólo no realizaron economía alguna en los gastos comunes y extraordinarios de la administración pública, sino que los elevaron a una proporción aterradora. Durante sus siete meses de sesiones, el congreso no tuvo otra ocupación, ni otro afán, ni otro pensamiento que el buscar desagües al tesoro, temiendo sin duda que a no tomar tales providencias las entradas superaran a las salidas y pudieran ocasionar una inundación, un nuevo diluvio de oro, no menos calamitoso que aquel con que Dios castigó en otro tiempo al género humano.
Visto por este lado el congreso de 1880 no fué sino una sesión de siete meses de la junta det Despacho universal de España en tiempo de Carlos II, que Victor Hugo da a conocer en el acto III de su Ruy Blas. Pensiones para todos los que la solicitaron; regalos a todos los héroes liberales de Manizales, Garrapata, etc. a sus hijos, sobrinos, primos y demás parientes hasta el décimo grado; suscripcione por ento nares a novelas, poemas épicos, dramas y articulos de costumbres de ingenios desconocidos o injustamente despreciados; condonaciones de deudas; sueldos olvidados hasta de sus dueños; construcción de diques, ferrerías, cárceles, pilas, caminos, puentes en todos los pueblos de los diputados; retratos y estatuas para héroes y mártires, diplomáticos y guerreros; buques blindados, arsenales y escuelas náuticas para elevar a Colombia a la categoria de potencia marítima: cónsules para todos los puertos y ministros diplomáticos para casi todas las naciones; aumento de empleados y de sueldos en casi todas las oficinas; todo eso, y mucho más que seria larAnécdota Una vez, la Marquesa de Solanda, de tránsito a sus haciendas, entró pata comprarle unos artículos. Ninguno le gustó e iba poniendo, fastidiosamente, muestras sobre muestras, con el ademán autoritario, naturalmente, de la gran señora sobre el triste vendedor de bayetas. Colérico, al fin, el viejo José Santos Montalvo, arrojó despectivamente sobre el mostrador la última pieza y dijo que ya no tenía más que eso, de precio terminante. Ah, señor comerciante le dijo la marquesa, ofendida, por la actitud poco servicial. y el precio de ese orgullo? Ese orgullo, señora, no se vende. respondióle, dando enseguida las espaldas a la aristócrata para atender otro cliente. La cuenta Oscar Efrén Reyes en su libro Vida de Juan Montalvo. Quito, 1935. Con FAXON Co.
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