Democracy

REPERTORIO AMERICANO Proyección espiritual de Cecilio Acosta Por ISMAEL PUERTAS FLORES De El Universal. Caracas, de dicbre de 1937 Cecilio Acosta La tierra americana espera mucho del que cultiva el pensamiento en la teoría y en la práctica. Hombres generosos han prendido su fanal para alumbrar a las mentalidades jó.
venes El mismo Acosta aborda esta realidad con la visión del hombre cortando las cabezas doradas de las mieses y con la del artesano que sale de la escuela con su cincel arrebujado en su burda blusa, para ir a dejar prendido en el silencio de las horas el eco clarisimc del choque contra el yunque. Al lado de Bello y Acosta, los dos que amaron a las cosas en su totalidad telurica, se añaden en el Continente hombres nuevos, capaces de inocular con su amor el amor a la tierra.
El que pudo resolver la capacidad del alma venezolana fue Acosta. Verdadero progresista, es el primero que hiere con su venablo a la loba para que no amamante a un solo par de hombres. La Universidad aparace a su mente elevada a cien años de progreso como el cuartel de una nueva avan zada en los campos militantes de la cultura.
Nada del platonismo: diálogo del querer y 110 hacer. Acción es su lema porque movimien.
to es la fuerza de los astros. Hay hombres que pueden representar realmente a un pueblo. Bolívar, por ejemplo, es la realidad viviente del soplo libre de América y de la fuerza del espíritu venezolano;. el día en que la política universal tenga sistema planetario, él será el Sol, dijo Acosta. es que en nuestra Patria no hemos comprendido en su cabalidad lo que fue Acosta. Alberdi en la Argentina es la proyección de temperamentos necesarios para que la civilización se complete en nuestras patrias. El Sur tiene su estrella como también los norteños.
Están para el mármol las palabras de Martí. Las generaciones actuales tienen que profundizar la obra de nuestro civilizador, estudiarlo en su vida acción y en su espíritu: saber que ha sido el más generoso granero de ideas fecundadoras para nuestra nacionalidad. La imagen de su vida podría vagar en un paisaje de apostolado. Atrapémosla fuertemente en nuestro círculo de paraíso, sabiendo a priori que ha pasado como Dante por las visiones del Infierno sin perder la esperanza y por el Purgatorio purificando su materia.
Su enseñanza es creadora porque concibe la realidad ética de las naciones, en progresismo sistematizado: como función social. Admira más a los hombres de nuestro siglo de hierro que a muchos de otras edades; enseñan más Webster, Lincoln, Bolívar, Santander, que Sila o César. Llora como un monje viendo su huerto en desolación, se abraza al paisaje con su figura blanca y noble para ver volar los pájaros sobre la tierra removida que le da una lección de patria; muy de mañana fertiliza la hora con unas tantas palabras benditas de verdor en cualquier periódico de la localidad, al igual que lee profundamente para enriquecer su reino espiritual. Era tan rico en su Casita Blanca. como Cicerón en Tusculana. Vivió en el esfuerzo perenne, sin cólera y con un gran espíritu de construcción. Es el único que mira los problemas fundamentales y por ellos actúa. Hace germinar la semilla de los principios económicos en la juventud universitaria. Es el que escribe sobre cooperativa.
Prevé que las ideas chilenas en este sentido des que hicieron potente en expresión total al Renacimiento. Venezuela no era una Florencia que en medio de las luchas, el mismo calor que lanza a los hombres a la rivalidad humana los empuja a las rivalidades creacio.
nistas.
Era siempo de que se escribieran cosas sabidas y por saber. Dirigiendo la alrededor nacional veía el florecimiento de otros pueblos que, como Chile, echaban el basamento del progreso.
Vive al mismo tiempo casi de Juan Vi.
cente González, y qué diferenciación temperamental! Si algún día se escribiera el período turbulento de nuestra democracia destruyendo lo que está aún per crear, hay que acudir a Juan Vicente González por haber dicho tantas verdades, y a Cecilio Acosta por su espíritu organ zador. Ambos vencidos por la incomprensión, pero que trazan programas eje:rplares para la formación de nuestra joven nacionalidad. Uno en medio de la política, respirando el odio y abatido muchas veces por el vendaval, el otro por encima de eila y comprendiéndola más en su significación éticamente social. Pero hombres necesarios en el curso de la vida política, porque acertaron a comprender dentro de su radio visual e! gran significado heroico de que: dentro de cada hombre hay un héroe sin el chauvinismo corriente. Ellos representaron en nuestro medio a este héroe social.
La generación americana con sus nuevas tendencias nacionalistas en la pura ética del razonamiento, encuentra a Sarmiento. Alberdi, Lastarria, Acosta, que le enseñan el camino para limpiar en la obra, lo que ya en el esfuerzo latía buscando avenar su energia a las partes estériles del continente. Los encontramos practicando una moralidad salvado1a. Creados socialmente para la transformación del medio en que actúan, naturalezas descubridoras, se asombra la gente poco llevadera a resolver problemas, ante sus programas de reformas.
Están los pensamientos de Cecilio Acosta como para epígrafes de una obra de cultura patria. Cualquiera de ellos resume el título de una aspiración nacional. Siente sobre su sér los íntimos reflejos de la opinión y ellos los resuelve en una parábola perdurable: Amor para su Patria y esfuerzo para la obra salvadora.
En la vida de las naciones se encuentra a menudo de esta espécimen de hombres cuya pluma escribe por toda y para toda la comunidad. Como si fuera el único nervio que actúa; el único músculo que ejecuta movi.
mientos de Guliver. El no se asombra de bacer este papel de gigante en un pueblo de enanos. Llevando en sí mismo la fuerza total que puede agrupar a los hombres. por qué no ensavar el toque milagroso? Ensayar a ver si se puede ejercer la virtud en levantar la opinión al lado de una cosa nacida para triunfar.
Mientras se pierde la energia en cauce estéril, él no se cansa de predicar la obra que transforma. Por esa constante acción, en todo alcanzó altura. En filosofia, sus Cartas es un epistolario que hoy se lee con fervor, tanto enseñan. En su famoso cuanto didáctico ensayo sobre La Influencia del Elemento histórico político en la Literatura y la Novela. recorre el panorama de España en la pueden brotar prósperas en nuestra flora y las aplaude con generosa acogida.
En sus Cartas es que resume su fiel amor hacia esta Patria que aún espera la germinación de sus ideas. No teme el decir los errores, pero consuela en la mañana. Prodigioso. Mañana no es hoy, eran sus palabras textuales. En ellas, más que en ninguna parte, palpita la realidad del momento. Aplica por su particular método, el que los hechos bay que estudiarlos en el momento que se vive y no con el concepto del pasado. Con su rica pobreza tuvo horas en que le faltó la estampilla a su carta. se relacionó más con la gente que forma la masa de la nación, sobre todo en Caracas y especialmente en la Universidad, donde se reunen las Provincias.
Parte de la realidad viviente de su vida, en las Cartas. se trasluce al ensayar el difícil punto de vista de la Historia como representación interior según su certero juicio. Asombia la serenidad clásica que se respira en ellas.
Es la posición del hombre interesante que dejó trunca José Ortega y Gasset. Para el aprecio psicológico nos pueden dar datos para conocerlo más profundamente. Pero coino ellas no son tan personales en su sentido intimo, el papel representativo que tienen es reflejar el momento, porque son más del mundo externo que de su mundo espiritual.
Reflejan y aquí está parte del contenido personal la clara apreciación del panorama en principios sociológicos que con atinadas conclusiones especifica: He aquí uno: la ley del progreso es más individual que del gobierno. En pueblos que como el nuestro se espera todo de la administración con un falso concepto social, tenía que sonar muy acabado el pensamiento.
El individuo debe agigantarse solo en el esfuerzo. Fuerza de gobierno como ley realizable sería esta atracción entre los individuos, haciéndolos más fuertes en su soledad y vigorizándolos en la reunión. La hora que se vivía adolecía de las recias individualidaun Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica