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REPERTORIO AMERICANO 169 Evocación aniversaria Por GREGORIO MARAÑON De La Nación, Buenos Aires, 27 de marzo de 1938 Escribo este recuerdo de don Miguel de Unamuno en los días del aniversario de su liberación mortal. Recordarán este aniversario los hombres que leen el español. Lo recordarán los españoles? Acaso la pasión actual ahuyente de su memoria la fecha triste. triste? del tránsito del gran ibero. Pero, en mi España, en la que está dentro de mí, todas las grandes efemérides de la raza tienen su culto inalterable y lo tendrán donde yo esté y mientras yo viva.
Escribo ahora sobre Miguel, y sueño con él en lugares que amaba mucho; era el sur de la Francia dulce dulce cuando él la vivía desde donde contemplaba a través de la neblina que encapota en invierno el curso del Bidasca la tierra de la patria que empieza, casi al alcance de la mano, en la otra orilla.
Vivía Unamuno durante su destierro, en Hendaya, en aquel hotel pequeñito cerca de la estación; en un dormitorio, humilde, casi pobre, lleno de montones de libros, que recordarán, estoy seguro, muchos de los que me lean. Porque no había hombre de nuestra raza que, por aquellos años, viviese en los pueblos fronterizos, tan gratos a nuestro vacar; o que, simplemente, atravesase, de paso, la frontera, que no se detuviese unas horas para vistar al fuertie viejo de las blancas barbas y del ánimo liberal.
II Cuando un amigo llegaba, la alegría del desterrado no tenía medida. Jamás un grande hombre fué tan acogedor, tan poco escrupuloso en seleccionar la categoría de sus interlocutores y compañeros del diálogo, que inmediatamente se iniciaba y seguía horas y hoTas, ya en la breve habitación, ya a lo largo de los húmedos senderos vecinos. Cierto que esta liberalidad es precisamente una de las señales de la verdadera grandeza de los honbres. Aquellos personajes que se cierrar a toda relación que no sea de su misma jerarquía intelectual me han parecido siempre majaderos, cualquiera que fuese la excelencia de su obra. No es lo mismo ser un gran artista, un gran sabio, o un gran orador, que un grande hombre. Se puede ser todo aquello y encerrar una alma mezquina. Lo que caracteriza y define al grande hombre es justamente el alma comprensiva, abierta a todas las curiosidades y a todas las tolerancia s; la que no encuentra nunca en el hombre que pasa a su lado razones negativas suficientes para anular el interés, primordial e instintivo, que toda alma humana suscita, sólo por el hecho de ser alma y humana. D. Miguel la compañía que le molestaba era tan sólo la de los grandes hombres con etiqueta oficial. El, que tenía también esta etiqueta, se la arrancaba cada mañana. Tal vez prefería los hombres sin categoría porque con ellos le era más fácil hablar el solo. Pero, sobre todo, porque el hombre corriente, es el que podía contarle las cosas vulgares y nenudas, las que huelen a humanidad directa sin artificio; ese material humano, no refinado, del cual su espíritu extraía, después de sublimarlo en los grandes alambiques de su elucubración, el repertorio de sus conversaciones y de sus parábolas.
pre muy discretos. Unos meses después, estando yo encarcelado lo recuerdo sin sombra de rencor supe que uno de mis delitos era aquella conspiración, en la playa francesa, con Unamuno: que era incapaz de conspirar contra nadie no sólo por su espíritu de lealtad sino porque ignoraba en absoluto la técnica elemental del conspirador; no supo nunca ni siquiera hablar en voz baja.
Sólo podían acusarle de intriga ese género de espías que para disimular su menester bajan en pleno día las cortinas del coche que les sirve de observatorio: espías de cinematógrafo.
IV Juntos recorrimos también las callejuelas viejas de Bayona, llenas del recuerdo de esa resaca de dolor que periódicamente arroja la política española a la Francia vecina. No hay rincón de la romántica ciudad que no tenga una historia de emigrados de la guerra de la independencia, de las luchas civiles, de las revoluciones innúmeras del siglo XIX, y, ahora, Frau de nuestra española guerra internacional. Todas ellas igualmente civiles y fratricidas, con la Miguel de Unamuno misma pasión incongruente disfrazada bajo disDibujo de Flouquet tintas máscaras: capotes de guerrilleros o levitas de afrancesados; morriones de liberales o boinas de carlistas; hábitos de frailes exalIII tados o mandiles de masón; camisas rojas o camisas azules. Todo es uno y lo mismo. Cuántas veces he paseado con él por esta misma playa, batida por las olas, que pareexuberancia de energía inempleada y disperden hoy las mismas die entonces! Un día, en sa, por el exceso de crítica y por la falta de uno de los períodos más agudos de aquella sentido de la responsabilidad.
Conocía mi mentor todas las anécdotas baépoca de pasión, el paseo se prolongó ir y venir sobre las mismas huellas en la arena yonesas en relación con nuestras luchas nacionales, y evocadas allí, mojada cerca de dos horas. Durante ellas en el crepúsculo, recitaba sus versos últimos y muchos de los frente a una imprenta lóbrega donde se tiraron las proclamas carlistas que los espías painfinitos, ajenos, que tenía siempre en la mesaban al otro lado de la frontera; o, bajo un moria. Cuando de repente tomamos el camino del pueblo, vimos a dos hombres que nos balcón trasero, sobre un huerto de las afueobservaban desde un coche, lo suficientemente ras, por donde huyó un personaje en tiance de arresto, cobraban estas anécdotas trasdisimulados para que se comprendiese que eran cendencia de crónica grande. quién sabe espías. El espía y lel diplomático son siemsi lo eran en realidad! De estos granos bumildes del trigo anecdótico se amasa luego el pan Con México solemne de la historia. De Lealtad. de mayo de 1, 38 Amaba, sobre todo, Unamuno el gótico claustro de la Catedral de Bayona. Allí llevaMe asocio de corazón al homenaje que en ba a sus acompañantes al caer de la tarde.
este número, Lealtad le hace a México, en su El sacristán le conocía y le dejaba pasar aunpueblo, en su gobiteno previsor. Mi adhesión que no fuera ya hora de visita. Invariablea México, así como periodista hispanoamerica mente se quejaba Miguel de la mala traza no, ha sido perdurable. Ahora mismo, en de este sacristán que, en efecto, no podía pael tomo XXXV en curso del Repertorio Amerecérselo a un español, con aquel traje de ricano, la preocupación de México es muy vi caballero, el cuello de pajarita y adornado el va; presiento que en México ocurrirán suce rostro de copioso mostacho. Por fortuna comsos importantes. Tenemos que estar listos, los plensaba su falta de estilo con su discreción, y ojos fijos en él; México es el vigía generoso, se marchaba en seguida dejando las llaves al inteligente y denodado. Si México se hunde, maestro. Allí continuaba con fervor redoblado nos hundimos todos; si se salva, nos salvamos el recital de sus versos, los más íntimos, los juntos.
que nunca llegó a publicar, entreverados con De lo español, de la gente española, en los de sus poetas favoritos: Leopardi, Goethe, América, México. la Nueva España de antes Camoens: cada uno en su lengua natal. Ya es lo que más honra y sirve a la esencial y por entonces se iniciaba la enfermedad que eterna España. Se ha visto en estos días tra fué le brecha de asalto por donde le sorgicos. Se verá.
prendió el mal que había de matarle: el doEntonemos en coro un viva a México y a lor de España. Así son siempre las dolencias España. libres ambos de las garras del impe del cuerpo: resquicios por donde ataca a nuescialismo de siempre, el odioso monstruo de la tra vitalidad el arma letal y sutil del sufricodicia y del crimen que ahora. juna vez miento moral. Signos precoces de aquella demás! aflige al mundo con los nombres de fas cadencia eran los de una sensibilidad excesiva cismo y de nacismo.
que ponía patética emoción a sus palabras y a GARCIA MONGE veces lágrimas en sus ojos. en los de los Abril 27 de 1938 demás. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica