REPERTORIO AMERICANO 101 Dover Beach de MATHEW ARNOLD Adaplado al castellano, y envío, por Emilio Le Fort Minneapolis, Minn febrero de 1938 Noche, y plenamar en calma; la luna, el Canal de la Mancha clara alumbra.
Allá a lo lejos, en las costas de Francia, ora fulgura. y se pierde.
Llenas de luz, los promontorios de Inglaterra, vastos se yerguen, en la tranquila quietud de la bahía. El aire es dulce de la noche! la ventana ven, conniigo. Escucha solamente!
Allá en el largo confin de agua que surge, salpicando entre la espuma; donde la tierra con el mar se junta; en la playa bañada por la luna. Escucha!
ese rugir distante de los guijarros que al llevar las olas, y al retornar arrojan en la costa; con trémula cadencia empieza, cesa, y otra vez comienza, y en su vaivén nos trae aquella lenta, inota eterna, continua, de tristeza. Ya Sofocles antaño, en el Egeo, oyó ese oleaje, túrbido incesante; el rumor sordo de la mar lejana.
y el turbulento pulsar trajo a su mente, iel flujo eterno de la miseria humana. También nosotros, que ese fragor oímos del Mar del Norte distante, en su tedio hallarnos un sentido.
El mar de anhelos y de Fe, en otros tiempos, también en plenamar estaba, y a la tierra en sus pliegues radiantes circundaba; ceñida toda en piélago sereno. Mas hoy, escucho tan sólo ese profundo melancólico rugir. y se retira al soplo helado de ráfaga nocturna; retrocede, y se aleja allá junto a esa orilla de las desnudas escorias de este mundo. Oh amor. Oh tú mi amada. El uno al otro fieles seamos!
Ya que el mundo que aparece ante nosotros, ante tú y yo como un Edén de ensueño; tan cuevo, tan variado, y aún tan bello. Cierto es que en él no hay gozo, luz, ni amor; ni paz, ni certidumbre, ni alivio ante el dolor; y aqui moramos en lóbrega llanura, en fuga arrebatados por confusas alarmas; de terror, de combates, donde chocan sus armas ¡ignorantes ejércitos luchando en noche obscura. Poesias nuevas de VITAL NORIONGUE Envio del autor. Managua, Nicaragua, febrero de 1938 OTRA VEZ.
SON LOS MISMOS. Francisco Luarca Es ya tiempo, Cristo santo, de que vuelvas.
Oye, mosco; Es ya tiempo que tus ojos te convenzan oye, zambo; de lo estéril de tu prédica.
oye, hermano: Es ya tiempo de que mires lo insólito; no se han muerto todavía es ya tiempo de que escuches lo inaudito: los Contreras y Pedrarias, señorones de garrotes la insana raza de viboras. y encomiendas.
fariseos y escribas, Los fraternos camaradas del malvado proclamados tus exceisos sucesores, de aquel López de Salcedo, los guardianes de tu iglesia.
los negreros que nos trajo la colonia que han tornado, retornado, aún respiran.
en mercado las galeras de tu templo.
Son los mismos es penoso, doloroso, ver tu gloria más factible que nos hacen doblegar los espinazos a los ladrones y asesinos y opresores de los pueblos; como esclavos, ver tu gloria rebajada a la bufa igual que ellos con sus amos condición de mercancia convertible en vil dinero.
de otros climas y otras razas Es ya tiempo, Cristo santo, de que vuelvas.
que se llevan a sus patrias En tu nombre, desde ha siglos se persigue: las riquezas de estas tierras en tu nombre, desde ha siglos se encarcela; tan amadas y tan nuestras; en tu nombre desde ha siglos se asesina: son los mismos caporales de la Bragmann; en tu nombre desde ha siglos se tortura; son los mismos concerberos de la Cukra; en tu nombre desvalijan a las masas; son los mismos qite en los vastos bananales con el oro, en tu nombre colectado, y en los cortes de maderas y en las minas se hacen guerras de conquista; del Atlántico y Segovias y Chontales en tu nombre la guadaña de la muerte se nos roban el trabajo; se pasea triunfadora sobre España, son los mismos capitanes y tenientes de la Guardia, Es ya tiempo, Cristo santo, de que vuelvas.
también ellos La Justicia ya está ronca de gritar; pero es vuno: empresarios.
este pueblo miserable que te trajo a redimirlo oye, mosco; necesita tu consuelo como entonces.
oye, zambo; Todavia se debate en su tristeza; Oye, hermano: todavía lo oscutece su ignorancia; no existe mal sin remedio.
lo han hartado de mentiras; y el del cáncer que hoy nos mata.
lo han uncido a sus carretas; lo tenemos en la mano: y lo asfixian entre miasmas un poquito de curarse en la punta de las flechas de abyección y de miseria.
y bastante de la fuerza de indios bravos Es ya tiempo, Cristo santo, de que vuelvas.
en las cuerdas impulsoras de los arcos. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica