Democracy

Repertorio Americano EXTERIOR: EL SEMESTRE: 50 EL ANO: 00 o. am.
EDITOR: GARCIA MONGE CORREOS: LETRA TELEFONO 3754 En Costa Rica: Suscrición mensual 00 SEMANARIO DE CULTURA HISPANICA El suelo es la única propiedad plena del hombre y fesoro común que a todos iguala, por lo que para la dicho de la persona y la calmo público, no se ha de ceder, ni fior a otro, ni hipotecar jamás. José Martí.
Giro bancario sobre Nueva York La glorificación del indio Discurso pronunciado por Armando Solano ol colocarse la primera piedra del Monumento al Indio. De El Tiempo. Bogotá, 28 de agosto de 1938 Excelentísimo señor Presidente, señores: través de años y años, que ya parecían interminables, he venido esperando esta hora que al fin me depara la fortuna. Hora de reconocimiento y de glorificación que aguardaban conmigo, cuantos sienten el amor a la tierra colombiana, no como resultado de una confrontación de ideas, sino como algo consubstancial con nuestra vida, como una emanación envolvente del suelo y de la atmósfera, como la identificación orgánica de nuestro cuerpo con cada una de las moléculas que vibran en el ambiente de la patria.
No era posible, cuando el país se perfila y se moldea con caracteres definidos de madurez y de cordura; cuando todas sus actividades crecen y se desarrollan con precipitado ritmo que garantiza un mañana de grandeza, que siguiera de espaldas a cuanto hay en él de inconfundiblemente propio. Solamente el sello de una educa.
ción mal dirigida y empeñada en negar las evidencias que nos deben enorgullecer, pudo conseguir que nos avergonáramos de nuestros orígenes, que despreciáramos la investigación de la historia precolombina y prosiguiéramos a ciegas una senda que se ilumina con las virtudes del aborigen. Porque allí es y no en parte distinta, donde se hallan la intuición súbita y penetrante, la sagacidad y la prudencia, la dulzura, la tenacidad y la decisión que le han da.
do a Colombia el sitio que está ocupando. Los preciosos dones de la raza, todavía sin el cantor que en estrofas broncíneas inmortalice su dignidad y su estoicismo; sin el artista que condense en notas el lento murmullo de su conIndigena mexicano Pintado por Foujita fidencia y el rumor de sus noches insomnes, acribilladas de reminiscencias y de sobresaltos, habían sido por nosotros ignorados. Peor que ignorados, desconocidos por el ruin prurito de parecer extranjeros.
Estamos, señores, en este inolvidable día, rompiendo para siempre aquella extraña confusión; y nos hemos reunido para proclamar la verdad de nuestro nacimiento, la legitimidad de nuestra filiación histórica, la diversidad de caracteres y destinos que nos separa de otros pueblos, a quienes nos une la deliberada resolución de fraternidad ideal. No tiene el acto, por su misma naturaleza, una ruidosa presentación; es más bien una cita familiar, de tácitas rememoraciones, destinada a una reflexión severa sobre los errores pasados y sobre la trayectoria de la Nación, que se siente anclada en larga y accidentada historia, con sus triunfos y sus derrotas, con sus genios y sus caudillos. Alabados sean los que tomaron eficaz interés en esta celebración de indeleble significado, que miro, acaso con exceso de optimismo, como punto de partida para rectificaciones esenciales.
Para cerrar los festejos del Centenario, dignos del género de prestigio que Bogotá cultiva con delectación, nada más propio que iniciar el monumento que ha de levantarse alquí, como un recuerdo, como una afirmación y coino un voto de esperanza. Las ciudades no viven históricamente por la adopción de aquellos adelantos inseparables de su categoría y de su volumen, sino de unas pocas características que revelan su alma, su voluntad, su modo de ver la vida y de dominarla. Así nosotros, felices habitadores de esta cumbre serena, de esta capital asordinada y discreta, que baja todavía tímidamente de los cerros, y sigue envuelta en nieblas, el camino de los ventisqueros hacia la posesión de la Sabana, no podríamos concretar mejor nuestro intimo sentimiento, que alzando en esta escarpada estribación, más alto que todas las fugaces agitaciones urbanas, el muro que decoran manos maestras, con el símbolo inmorta! de los monarcas raciales, Venimos, con la consagración de nuestro homenaje al indio, a reparar seculares injusticias, a enderezar el concepto mismo de la nacionalidad, y a glorificar a nuestro pueblo en aquellas excelencias que germinan inagotablemente en la misteriosa raíz de su sér.
Hemos permitido con negligencia culpable que se extravíe el criterio de las gentes indi.
genas y extrañas, para juzgar nuestro pasado, para valorar nuestro presente y para trazar la ruta de nuestro porvenir. cuando en esta ceremonia reivindicamos la memoria de nuestros abuelos, no estamos fallando un torneo retórico, ni convidando a una justa de vana erudi.
ción, sino fijando términos y sentando premisas para que la sociología colombiana y sus deducciones políticas y económicas, no sigan perjudicialmente tocadas de fundamental equivocación. Para dónde van el gobernante, el estadista y el legislador, si desconocen la densidad de la levadura indígena en nuestro abi.
garrado mestizaje; si obran sobre inestables bases de imitación, o se dejan arrastrar cada dia por la seducción de nuevos sistemas que sólo tienen razón de existencia en los remotos suelos donde brotaron?
Las dos poderosas corrientes de sangre que alimentan nuestra raza, cada vez más cercana de una cierta individualización, fueron la india y la española. Ninguna de las dos puede ser negada, olvidada o postergada, porque nunca fue cierto que el chibcha fuese aniquilado numéricamente por el conquistador, sino ciegamente vencido, dispersado y sometido a una subordinación que la república ha conservado con suicida tenacidad. Los hijos y los súbditos de los magnos caciques cuya soberana presencia revivirá en estas perdurables piedras, andan todavía, doblegados en la labranza, ocultos en las arrugas de nuestras cordilleras, silenciosos y desconfiados, pero adheridos a la vida con una decisión geológica, con esa indomable y burlona malicia con que los bejucos tropicales enredan su voluntad de ascender, a los troncos de los grandes árboles. así, no hay acto en la vida nacional, en nuestras reformas políticas, en el perezoso desarrollo de nuestros partidos, en el confuso litigio de nuestra educación, donde el influjo de las cualidades indígenas, que la miseria y la ignorancia convierten en defectos y en lastre, no se haga sentir decisivamente.
Pero este influjo, como todo el que se ejerce torcida o soterradamente, ha sido en ocasiones malsano para el progreso colectivo y para el florecimiento de actividades leales y francas, Colombia, como otros pueblos hermanos, renuncia voluntariamente a la incorporación metódica de aquella potente fuerza en su civilización, y prefiere impulsar sin planes una cultura flotante, que se mece en el vacío al soplo de todos los vientos. Si la raza quedó mortalmente herida por la conquista, la democracia criolla es, puede llegar a ser, la única responsable de su final desaparición. Yo pienso a me(Pasa a la pagina anterior)
La protesta Por José Huapaya Francia Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica