380 REPERTORIO AMERICANO Tres poemas de Mariblanca Sabas Alomá Yo quiero vendar tu herida negra con mi mano blanca. Envio de la autora. De Pueblo, La Habana, junio 11 de 1938.
Canción del hijo que no ha de nacer Yo quiero vendar tu herida negra con mi mano blanca. Ay, hombre negro, raíz de perdonadoras savias, niño sin canción de cuna y sin estrellas de plata. Ay, hombre negro que ríes, ay, hombre negro que cantas, mientras implacablemente tu corazón se desangra!
Yo quiero vendar tu herida negra con mi mano blanca. Ay, hombre negro que das tu sangre al pueblo de España levantando haces de luz sobre la conciencia humana!
Yo quiero vendar tu herida negra con mi mano blanca.
Yo quiero vendar tu herida negra con mi mano blanca. Ay, hombre negro que domas las fieras de la venganza y en estrecho abrazo aprietas a los hombres de mi raza. Ay, hombre negro que sabes de hombres negros de piel blanca, milanos clavando el pico en el corazón de Africa!
Yo quiero vendar tu herida negra con mi mano blanca.
Surges de mi raiz más intima y profunda, oh, hijo mío, hecho de jamás y de sombra!
Como vellón de paz por mis venas circulas.
Como luz de esperanza a mis ojos te asomas.
Niño pequeño siempre, hijo mío que nunca saldrás de mí, rutrido de mi savia más honda. Soy la maravillosa madre única de un hijo hecho de sueños, sin edad y sin forma!
Tienes la voz que inventa para ti mi ternura.
Yo te escucho en silencio. Ya no me sier:to sola.
Te salvas en ti mismo, hijo que me perfumas, manantial de agua clara que de mi pecho brotas.
Esencia de mi sangre, cima de mi alma pura, ritmo seguro y firme de mi playa y mi ola, Tn carne que no existe no temblará de angustia, ni la verdad tremenda te quemará la boca.
Jugarás con fantásticas golondrinas nocturnas.
Enhebrarás collares con estrellas remotas.
Ya no tendremos miedo de las noches sin luna ni nos darán tristeza los jardines sin rosas. Soy la maravillosa madre única de un hijo hecho de sueños, de jamás y de sombra.
Paisaje Yo quiero vendar tu herida negra con mi mano blanca. Al, hombre negro de ayer, hombre negro de mañana parábola de inquietudes en cielos sin esperanzas. Yo quiero vendar tu herida negra con mi mano blanca!
Cicerón en funciones edilicias Buenos Aires colonial Envío de Buenos Aires Pupila inquieta como vuelo de pájaro, ebria de azul profundo, irisada de nubes lilas. Surco donde florece mi amoroso reclamo, nido donde se anida mi sonrisa.
Pupila que se esconde bajo el párpado, noche fugaz, de nuevo amanecida. Sin urgencia de besos, paz y miel en los labios, dulce ritmo en la sangre sin clamor de caricias.
Pupila inmersa en mares virgenes de naufragios, mariposas de oro, palomas de alas tibias. Espejo de celestes panoramas morados: mi imagen, en el fondo, flotando, pequeñita.
Tú y yo, solos, fundidos en el silencio vasto: savia de sueños en raíz de vida.
Terminada la contienda judicial, Cicerón se hizo cargo de su puesto de Edil, y se dedicó con entusiasmo a sus funciones.
Congraciábanse los Ediles con el pueblo, preparando suntuosas fiestas públicas y organi.
zando reparticiones frecuentes de dádivas a los menesterosos de la ciudad. Fueron muchos los Ediles ilustres, que en el desempeño de su cargo arruinaron su hacienda particular y aún el erario público, a trueque de mostrarse magnificos.
Cuenta Plinio que en los espectáculos preparados por Julio César para celebrar los funerales de su padre, todas las decoraciones del teatro eran de plata maciza, siendo esa la primera vez que las fieras habían caminado sobre tan rico metal.
Lúculo, Hortensio, Léntulo y Murena sa.
jieron desplegar en el cargo de Ediles tal deproche de lujo y riquezas, que en el ánimo po.
pular su memoria perduró por muchos años. Qué haría Cicerón, sobrio y económico por naturaleza, a fin de salir airosamente en sus funciones, con antecesores tan difíciles de emular en magnificencia y derroche?
Supo gastar moderadamente y hacer lucir el dinero, no comprometiendo su fortuna privada ni el erario público, y captándose las simpatías populares. El equilibrio de su talento le permitió conciliar lo que antes era conceptuado como irreconciliable: ser Edil parsimo.
nioso en sus gastos y grato a sus gobernados.
La conservación de los edificios públicos, la vigilancia sobre los mercados, defensa de la moral pública y la magnificencia del culto divino fueron también la atención del Edil escrupuloso, que multiplicó su actividad y celo para cumplir en todo momento los deberes de su cargo.
Justas, pues, y muy efusivas fueron las manifestaciones de la ciudad en honor de Cicerón al abandonar las funciones edilicias, trascu.
rrido el plazo legal. La gratitud de los habitantes de Roma debía renovarse años después, cuando el Edil saliente aspirase a nuevos y más elevados cargos públicos. De Alejandro Vicuña, en su libro Cicerón. Santiago de Chile.
1933. Era una sociedad melancólica y silenciosa, como si un aura de abatimiento, de opresivo desconsuelo envenenara la atmósfera. Aun en estas cosas que dependen de peculiaridades de temperamento, la gente no se movía si no la azuzaba el estímulo del látigo oficial. En 1667, para la celebración de la fiesta de San Martín patrón, se acordo que se eche bando en la plaza pública ordenando que, pena de cincuenta pesos corrientes, salgan a jugar dichas cañas y alcancias las dichas personas nombradas y señaladas en la dicha lista, fecha para el caso, que está fijada en las puertas destas casas de Cabildo, y se declare el que todas las dichas personas susodichas se hallen en ensayo general que ha de hacer el día veinte del corriente, y di.
chas cañas se han de jugar el día siguiente, y el otro las alcancías, y se les aperciba que se procederá a otra demostración. En 1669, no obstante la ordenanza del Cabildo, se resistieron a divertirse el dia de San Martin, y se mandó se les saque a cada uno a cuatro pesos de condenación y se les ponga presos en esta cárcel pública.
Juan Agustín García, La ciudad indiana, capítulo IX.
Lamento de una blanca por un negro ¡Ay, hombre negro, color de noche sin madrugadas, que siembra gritos calientes en surcos de sangre y lágrimas!
Yo quiero vendar tu herida negra con mi mano blanca. Ay, hombre negro que al mar jamás le viste las aguas cuando a ritmo de cadenas con el remo las golpeabas!
Yo quiero vendar tu herida negra con mi mano blanca. Ay, hombre negro marcado por el látigo en la espalda que rumias destinos negros ayer esclavo y hoy paria!
Dos cosas juntas Después pasó Platón a la Italia Meridional, movido seguramente por el deseo de continuar en la tierra de los pitagóricos sus estudios de matemáticas. De la secta no quedaban restos sino en Tarento, la ciudad más importante de la región, y en ella residió principalmente nuestro filósofo. En este lugar trabó amistad son Arquitas de Tarento, célebre político, hom.
bre de ciencia y artista. En la personalidad del ilustre tarentino, encontró Platón reunidas dos cosas, cuya armonía durable y general forma.
ba uno de los votos más ardientes de su co.
razón: el poder político y la inteligencia cien.
tífica. De Enrique Molina, en su libro La herencia moral de la Filosofia griega. Santiago de Chile. 1936. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica