EDITOR: GARCIA MONGE Repertorio Americano EXTERIOR: EL SEMESTRE: 50 EL ANO: 00 o. am.
CORREOS: LETRA TELEFONO 3754 En Costa Rica: Suscrición mensual. 00 SEMANARIO DE CULTURA HISPANICA El suelo es la única propiedad plena del hombre y fesoro común que a todos iguala, por lo que para la dicha de la persona y lo colmo público, no se ha de ceder, ni fior a otro, ni hipotecar jamás. José Marti.
Giro bancario sobre Nueva York Erase una vez. Rincón de los niños)
Yo sí. yo no.
Por MARTA BRUNET Selección y envio de Sacado de Cuentos para Mari sol.
Santiago de Chile 1938.
sus Resulta que hace muchos años vivía un matrimonio de Sapos que se querían grandemente y que lo pasaban muy bien a orillas de una charca. La casa en que vivían era de dos pisos, con terraza y todo, y en el verano salían de excursión en una barca hecha con un pedacito de pellín y una vela que les tejiera una Aroña amiga. Se mostraban muy elegantes con trajes de seda verde y sus plastrones blancos. no eran nada de feos, con sus grandes bocas y sus ojos de chaquira negra.
Por la única cosa que a veces peleaban era porque al señor Sapo le gustaba quedarse conversando con sus amigos de la ciudad Anfibia y llegaba tarde a almorzar y entonces la señora Sapa se enojaba mucho y discutían mucho más aún y a veces las cosas llegaban a un punto muy desagradable. resulta que un dia llegó el señor Sapo con las manos metidas en el bolsillo del chaleco, canturreando una canción de moda, muy contento. resulta también que ya habían dado las tres de la tarde. En verdad que no era hora para dlegar a almorzar. Como nadie saliera a recibirlo, el señor Sapo dijo, llamando. Satia Cua Cua. Sapita Cua Cua.
Pero la señora Sapa no apareció. Volvió a llamarla y volvió a obtener el silencio por respuesta. La buscó en el comedor, en el salón, en la cocina, en el repostero, en el escritorio, en la piscina, hasta se asomó a la terraza para otear los alrededores. Pero por ninguna parte hallaba a su mujercita vestida de verde.
De repente, el señor Sapo vió en una mesa del salón un papel que decía: Almorcé y sali. No me esperes en toda la tarde.
Al señor Sapo le pareció pésima la noticia, ya que no tendría quién le sirviera el almuerzo.
Se fue entonces a la cocina, pero vio que todas las ollas estaban vacías, limpias y colgando de SL respectivos soportes. Se fue al repostero y encontró todos los cajones y armarios cerrados como si uno era porfiado, el otro lo era más, y ninguno de ellos quería dejar con la últinia palabra al otro, pues a media noche todavía estaban repitiendo. Yo no Yo si. cuando apareció el sol sobre la cordillera, el matrimonio seguía empecinado en sus frases. Yo sí. Yo no resulta que esto pasaba poco tiempo después del diluvio, cuando Noé recién había sacado los animales del arca. resulta también que ese día Noé había salido muy temprano para ir a darle un vistazo a sus viñedos, al pasar cerca de la charca, oyó la discusión y movió la cabeza desaprobatoriamente, porque no le gustaba que los animales del Buen Dios se pelearan. cuando por la tarde pasó de nuevo, de regreso a su casa, llegaron a su o do las mismas palabras. Yo si. Yo no Le dió su poco de fastidio a Noé, y, acercándose a la puerta de la casa de los Sapos, les dijo. Quieren hacer el favor de callarse?
Pero los señores Sapos, sin oírlo, siguieron diciendo obstinadamente. Yo si.
Dña. Maria Moyano Por Maria Carmen Aráoz Alfaro Yo no a Noé, enojado a su vez, porque hasta allá arriba llegaban las voces de los porfiados discutidores. Los vamos a castigar y, desde ahora, cuando quieran hablar, sólo podrán decir esas dos palabras estúpidas. ya sabes ahora Mari Sol de mi alma, por qué todos los Sapos de todas las chaccas del mundo dicen a toda hora y a propósito de toda cosa. Yo si.
Entonces a Noé le dió fastidio de veras y gritó, enojado. Se quieren callar los bochincheros? San Pedro que estaba asomado a una de las ventanas del cielo, tomando el fresco le dijo Yo no El agua grande Sacado de Cuentos populares de China, Revista de Occidente. Modrid. 1925. Selección y envio de con llave.
El señor Sapo comprendió que todo aquello lo había hecho la señora Sapa para darle una lección. Y, sin mayores aspavientos, se fue donde la señora Rana, que tenía un despacho cerca del sauce de la esquina, a comprarle un pedazo de arrollado y unos pequenes para matar el hambre.
Pero como este señor Sapo era muy porfiado y no entendia lecciones, en vez de llegar esa noche a comer a las nueve, como era lo habitual, llegó nada menos que pasadas las diez.
La señora Sapa estaba tejiendo en el salón, y, sin saludarlo siquiera, le dijo de mal modo. No hay comida. Tengo hambre contestó el señor Sapo, con igual mal humor.
Una vez era una viuda que tenía un hijo. El hijo tenía buen corazón y todas las gentes le amaban. Un día el niño le dijo a su madre. Todos los demás niños tienen abuela y yo no la tengo. Esto me da mucha pena. Te buscaremos una abuela dijo la madre.
Un día se presentó una vieja mendiga muy pobre y muy débil. Al verla el niño le dijo: Tú serás mi abuela. Se fule en busca de su madre y le dijo: Ahi afuera hay una pobre; yo quiero que sea mi abuela. La madre se mostró conforme y la mandó que entrase. Pero la vieja estaba muy sucia y muy llena de miseria. El niño su madre: Ven, vamos a lavar a la abuela. La lavaron. Pero también tenía muchos picjos. Se los buscaron todos y los echaron en un puchero, que se llenó hasta arriba. La abuela dijo entonces: No los tiréis; enterradlos en el jardín. no los desenterréis hasta que venga el agua grande. cuándo vendrá el agua grande. preguntó el chico El agua grande vendrá cuando se pongan rojos los ojos de los dos leones de piedra que hay delante de la cárcel dijo la abuela.
Entonces el niño corrió a ver los dos leones; pero sus ojos no estaban rojos. La abuela le dijo: Haz un bacquito de madera y guárdalo en una cajita. Así lo hizo el niño. Todos los dias se iba a la cárcel y se quedaba mirando a los leones; de manera que los que pasaban por la calle se asombraban de verle.
Un día, al pasar delante de una pollería, el pollere le preguntó por qué iba todos los días a ver los leones. El niño dijo: Cuando los ojos de los leones se pongan rojos, vendrá el agua grande. El pollero se rió de él. la mañana siguiente cogió sangre de pollo y pintó con ella (Posa a la página anterior)
le dijo a Yo no. Yo si. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica