Guerrilla

20 REPERTORIO AMERICANO lugar fijo al disparar. Mientras tanto era una lluvia de plomo muy fea, señor. mi me vol tearon el cañón, y una piedra de las que volaban me rompió la pierna. Cai; los muchachos me creyeron muerto; yo me incorporé todavía: vamos, mis hijos, que cosas más serias las hemos ganado los venezolanos con el pecho. El pueblo estaba ardiendo; la tropa fue sacada de la fortaleza y enguerrillada por los médanos; el castillo sufrió todo el fuego: melones enteros de la muralla volaban vueltos polvo. Creiamos que las descargas del Vinneta trataban de cubrir el avance del Panther, cuyo calado le permitía forzar la barra, pues habia ya entrado, como le dije, dias antes, en son pacífico y tomando profundidades. tanta gente berida inútilmente!
Después vinieron los tratados y se retiraron los barcos; me queda la satisfacción de haber cumplido con mi deber, pero, naturalmente, como la lluvia de cañonazos arreciaba; era mucha la gente agachada. De José Rafael Pocaterra, en sus aleccionadoras Memorias de un venzolano de la decadencic. Caps. III y XX del To.
mo Editorial Elite. Caracas 1937. La oficialidad del Panther fue obsequiada con un baile y con grandes festejos por el consul alemán en Maracaibo, Eduardo von Jess, y en tal virtud, se le facilitaron al comando del navío de guerra todas las informaciones necesarias para la agresión que tuvo lugar unos días después.
En una cárcel de Benavides.
Por ENCINAS Envío del autor. Northfield, Minn. 11 de novbre de 1937 liosísimos. Cuando don Eduardo Calcaño escribió su opúsculo histórico La familia Jugo en Venezuela, sin duda ignoraba que los expedientes de los proceres Jugo hermanos de mi bisabuela materna estaban entre aquellos papeles que en 1902 quemaron o dispersaron, con una salvaje furia de destrucción.
Encontrábanse alli también los libros abandonados por los regimientos vencidos en Carabobo, cuyos restos embarcaron con Latorre el año 24. Lo único que no destruyeron, las canpanas; las viejas campanas de la fortaleza que tenían la fecha en que fueron fundidas, bajo el escudo castellano. Se las robaron. El coronel Alejandro Maduro, testigo presencial, me ha referido que después de aquellos desmanes, ya en tratos semidiplomáticos, el Vinneta envió a tierra un destacamento para custodiar a los mayordomos que debían hacer compras de comestibles frescos en Puerto Ca bello. Iban los criados con grandes cestas en mitad de dos filas de marinos. Al regreso, a la cabeza de la comitiva, uno de los mayordomos alemanes traía un puñado de monedas de cobre y níquel con las que jugaba.
Verle una guerrilla de soldaditos andrajosos que estaban cerca, hambrientos, sentados en un zócalo de la aduana, al mando de un oficial andino, y comenzar a pedir, fue todo uno: Deme a mí. mí, musiú. mí, musiú!
El teuton paróse a considerarles un instante: sus ojos azules se nublaron de una piedad re mota, y comenzó ordenada, metódica, germánicamente a repartirles la vuelta que traía del mercado, como un dios rubio, bonachón y afa.
ble entre una zalagarda famélica de seres inferiores.
Maduro y otros, llenos de dolor y de vergüenza, llamaron la atención al oficial, que al principio les contestó actemente: Bustedes no tienen qué hacer en eso. los muchachos se rebuscan como pueden!
Pero al fin, convencido por las increpaciones que le dirigían, puso coto al reparto de centavos, emprendiéndola a cintarazos con los infelices troperos que volvían a la formación, aterrados y temblorosos, dejando caer las limosnas, ante una carcajada colosal de los cocineros alemanes.
Aquí en San Carlos las cosas ocurrieron de otro modo. La relación es de un protagonista y la he confirmado sobre el teatro de los sucesos. Al mes justo de haber pasado la barra el Panther y al mes de fondeado a la vista del Castillo fue el bombardeo. Cuando pasaron para Maracaibo en santa paz vimos que oficiales del barco iban tomando fotografías de la fortaleza y sondajes. Yo estaba en la explanada y manifesté con el gesto que aquello estaba prohibido. Nadie hizo caso; el vapor siguió tranquilamente su rumbo. No es cierto que Jorge Bello saliera a esconderse en un médano, como han dicho; si eso fuera verdad, yo no lo negaría. El estuvo con varios en la explanada. Cuervo y yo con nuestras respectivas piezas sostuvimos el fuego como se podía. Figúrese usted, con unos cañones que a cada disparo salían del sitio, de emplazamiento! había que traerlos otra vez a su puesto, tomar de nuevo puntería por el sistema de rueda. en una de esas se me ocurrió que marcáramos con un carbón, en el suelo, las cureñas y la silueta de la pieza para tenerla en. La celda grande del fondo! luego, el ruido de unos goznes me indi có que estaba definitivamente preso. Subí inmundas gradas y avancé lentamente a través de un estrecho pasillo. Todo estaba oscuro.
Apenas si podía distinguir. En medio de esta negrura legué al calabozo. Percibi voces. Unos compañeros, conversaban. Adelante! me dijeron a coro. Buenas noches, respondí un tanto lesconcertado, pero tratando de ser lo más cordial posible.
Mas, mis intentos no indicaban nada. des.
de que los presos políticos en las cárceles peruanas están bien acostumbrados a las fingidas amabilidades de los agentes o soplones que la tiranía suelta en las prisiones para pretender. nada más que eso porque jamás los consiguen. datos. De allí que un novicio resulte, de todas maneras, sospechoso. el resultado de esta suspicacia que para mí, conocedor de las artimañas de la tira.
nía, era otra fue una conversación tonta, llena de floreos y de intentos por desglosar las pocas verdades que en un mar de mentiras pueden soltarse. Por fortuna alguien tratando no sé si de ayudarme, pero de todos modos, de convencerse, llamó a un muchacho que, según sus deducciones, debía conocerme. Julio. Pepe! un cálido abrazo nos enredo.
Y, de este modo, toda desconfianza desapareció. Ellos y yo nos conocimos mejor y nada hubimos de temer.
neada generación de cajamarquinos encarcelados por uno de los tantos rábulas del tirano Benavides. Todos iban camino a los tres meses de encierro. Todos mascaban rabia y destilaban una fe y una pasión promisoras para el destino revolucionario del Perú. Todos sin haber cogido seguramente un libraco de los tantos tenían un agudo sentido histórico.
sabían demás que Benavides, sus cachacos ridículos imitadores de los generalotes de Burgos y burócratas significan dentro del reloj de la Historia y del Tiempo algo así como un milésimo de segundo.
Esa noche primera conversamos largo, muy largo. Anécdotas, esperanzas, reafirmaciones, todo trascurrió dentro de nuestro corrillo. dormir, carajo! Son las doce! esta voz del cabo de guardia engañado, así como los moros de España. nos volvió a nuestra situación de presos. Todos fui.
mos a los colchones y cerramos los ojos. Pero yo no dormí. Pensé mucho, mucho. Comprobé una vez más que las tiranías nunca jamás pueden derrotar la fecunda decisión de todo un pueblo y el designio fatal de toda una Historia. Que un pueblo aunque sea sólo con sus uñas, es siempre invencible. en el Perú el pueblo es el Apra. Así, el Apra es el destino del Perú. Cai, me relataba un compañero cajamarquino, hacen justamente tres meses. La mujer del Prefecto es una señora que cree en sueños. Una buena mañana se le ocurrió decirle al esposo que había podido distinguir entre sueños a mi persona persiguiendo con una pistola al propio Prefecto. luego de asegurarle que todos sus sueños se cumplían concluyeron por ordenar mi prisión. Oh! pero esto no es nada, querido compañero. Es mi quinta encerrona. aparte de los dos plomos que llevo entre cueros. Mire! cor una mueca de rabia y de sabe Dios qué recuerdos, el compañero me mostraba una pierna deforme, esquelética y con los huesos astillados Los jijunas me la clavaron cuando tomamos el cuartel de Cajamarca en la revolución de 1934.
Este bravo luchador pertenecía a una gra. El señor Encinas. Presente, dije incorporándome. Vengo continuó mi interlocutor a la vez que dibujaba una sonrisa, para mí un tanto diabólica, descubridora de unos dientes destrozados por el tabaco y la coca en primer lugar, a desearle muy buenos días. Agradecido, respondi. Me apellido Rodríguez. Tanto gusto.
Nos estrechamos las manos. Mi nombre completo es Fabián Rodríguez y soy. bueno, eso que la Justicia y los Códigos llaman. un ratero. Mi especialidad es el trabajo grande como, por ejemplo, cajas de fierro. De suerte que ustedes aquí, nada tienen que temer. Por otro lado, sabemos nosotros a quienes robamos. Ustedes los presos políticos, y nosotros los comunes, estamos hermanados por la estupidez y la falsedad de una sociedad que nos oprime y explota por igual.
Fácil es comprender la sorpresa de todos aquellos quienes le escuchábamos. No obstante todas nuestras ideas sociales y económicas, un. Alemania entregó sin combatir todos sus submarinos, o acorazados, 10 cruceros de batalla, de segunda clase, 50 destroyers, etc. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica