REPERTORIO AMERICANO SEMANARIO DE CULTURA HISPANICA Tomo XXXV San José, Costa Rica 1938 Sábado 16 de Julio Núm. 22 Año XIX No. 854 Luis Urbancja Achelpohl Trabajar según la vocación El feafro en la La palabra se vigila a sí misma Esto es historia argentina, Las dos Españos. El forolito en la calle Politica sanitaria chilena.
SUMARIO Arfuro Capdevila: un poeta que es profeta en José Rafael Pocaferra su fierra.
Francisco Giner Un proyecto de Ley y una moción.
Guillermo Jimenez Sanin Cano Después de la poz diplomática, paz democrática Criaturas de Unamuno: Elvira. Sarmiento el Presidente de la República Española Fernando Luján se dirige al poís (y Corta alusiva Alfonso Campos Menéndez El padre de los pájaros.
Arturo Mejía Nieto Alfredo Palacios Hoya de la Torre Luis Sanchez Trincado Oscar Barahona Streber Clemente López Trujillo Luis Urbaneja Achelpohl Por JOSE RAFAEL POCATERRA Colaboración. Montreal, Canadá, agosto de 1938 Debane Richelbokal wa Pointe Claire, Quebec, setiembre de 1937.
Sí, eso es lo natural. Cae dentro del marco lógico de una época.
Le habrán ido a sacar de su casita de El Valle, allá oculta tras un jardin, bajo algunos árboles. Habrá trepado, esta vez a hombros ajenos, las escaleras que suben hasta la callecita urbana, con sus tejadillos bajos y sus fachadas al temple. Al temple de la modestia ciudadana, callada, humilde que fue la existen.
cia de un gran artista, Ya no volverá a descender más la cuesta, ya no irá a pasarse sus tardes a la estrecha mesa, con los espejuelos caídos y las cuartillas dispersas; y le habrán cantado el responso final y por la misma carretera que de la vulgar capital le traía la paz de su albergue, ahora le llevarán, a ubicarlo en la medida estrecha, bajo la piedra cifrada. Algunas lágrimas, el registro de su partida de propiedad en la tierra ve.
nezolana donde al fin tiene casa propia. Comentarios de prensa. No mucho ruido, no, que ése que llevan a enterrar es un pedazo de la Venezuela eterna; y a Venezuela entierra así, por trozos y modestamente.
Hace quince años en El Valle vivía. Alla fuimos una noche con Arvelo Larriva cuando fundamos La Lectura Semanal y adquirimos para una de las primeras entregas Ovejón. Nos en alto lugar. El más genuino artista criollo de leyó con su voz suave, lenta, como correr de su época, cuando los de Cosmópolis y sus suagua por arena menuda que a ratos se quie cedáneos iban a los altos cargos, a las acadebra en una guija, el cuento aldeano.
mias, a las misiones decorativas o decorosas, Después nos acompañó (por las vegas del se quedó siempre con su corbata de romántico rio, al descenso de callejuelas en torrentera. Un de la revolución de julio y su chambergo inderato contemplamos los tres aquella orgía de pendiente, o en una mesa de juzgado o por ahi, estrellas, aquel volcar del carro de las conste cesante, en pequeños negocios para magras laciones sobre nuestras cabezas. Porque era utilidades de pancomer. lo más hondo y nouna noche incomparable. Contra la claridad es. ble de este prócer auténtico de la literatura telar, árboles de lento erguirse de sombras iban nacional es que jamás destilo amarguras de dello marcando el paso misterioso del rio. la luz suya. En él por un milagro de química espicruda de los ventorros, de las bodegas, de ritual volvíase miel la torpe goma que cuaja alguna ventana entreabierta, chafaba arriba en grumos en el tronco de los jabillos de nuestra la acera y se partia en tonos amarillentos como prohombria, punzante de corteza y floja de couna agua sucia que nos saliera al paso por razón las bocacalles.
Acaso solo con su alma y con su talento, Arvelo Larriva ya murió. Luis Urbaneja por los ojos se le entraba mejor el paisaje; y también. Cuándo nos moriremos todos para como si todo lo demás fuera un mundo de fandejar el campo libre y la vanidad expedita e dasmas, captaban ek gañán y el predio, la yunta este tropel de exacerbados que ensayan sus me de bueyes y el crepúsculo, la moza y la vieja, y lopeas y sus croaidos a costa de nxestros dolom fál vez el campanario del puebfecito, y siempre Tes!
el pelaje de sangre. coagulada y el verde tierLuis Urbaneja vió a sus compañeros todos no de los botones de algodortero.
Le premió Argentina una novela. En Venezuela apenas si la leyeron. En este país. En este país vivió, escribió y murió un hombre que es gioria de las letras de este país y no le costó nada a este país.
Ayer, una dorada tarde de este mayo pasado, fuimos allá, con Gornés Mac Pherson, a sorprenderle en su casita. lo hallamos como tres lustros antes trabajando. Mucho más viejo; un poco más triste. Honda emoción le embargó al vernos. Entre nosotros se incorporó la teoría de todos nuestros amigosoca dispersos. deshonrados. una época, la más áspera, brutal e incomprensiva, acababa de zarpar a zarpazos. Leyó otra vez! un capítulo de su obra que ahora es póstuma con la voz de entonces, pero velada a ratos y dejando un eco de rumores finales en cada frase que una mano flaca y patricia antes que la palabra terminara iba desflecando en el aire.
Convinimos en que el prologaría Casa de los Abila y nosotros ese libro inédito suyo la Sombra de la Negra Juana que ahora comenzaba a leernos. Porque La Casa de las Cuatro Pencas no dice su deshilvanado contexto y en el descuido de su forma ya que plena de gemas hermosas, de puñados de guijarros recogidos de prisa en la confusión de una mina oscura cómo es de genuina y honda esta otra obra que alli terminaba de escribir, el grande, en en el dulce y genial Urbaneja Achelphol de los mejores días.
Regresamos al extranjero. Comenzó a friarse el verano. Anochecía más pronto.
La punta de los arces se orificó; luego oxidóse.
Con los ojos fijos en el último gorrión sobre la primera rama de otoño murió el gato negro; y dos rosales ya secos, rodeabanse con pétalos blancos, caidos en torno, como una improvisación de nieves.
Una carta llega. máquina, en caracteres rojos, la firma tumbada como esta hierba que las primeras ráfagas empujan hacia la muerte Es de dos de agosto. Ya la Otra andaba acechante por la Calle Atrás vienda para el número urbano de la casita escondida. Querido amigo: los trozos de capitulo, que tuve el placer de leerle, pertenecen a lo que ba de llamarse la Sombra de la Negra Juana Novela de la que mucho desconfio por el modo como ha sido trazada, que hace de ella algo así como un cáos. Deseo volver a verle pronto y con calma; no entre dos fechas de endel Valle