98 REPERTORIO AMERICANO en un. y pertenecen a una raza que posee en mayor grado que ninguna el instinto de la decoración.
Al tratar los planos que tienen muy cerca de los ojos, como ven más y ése es su deseo, llegan a un realismo que pasa inadvertido para nosotros, antes de que el artista viniera a revelarlo, puesto que se han arrodillado en la tierra a recoger la flor olvidada y a examinar la rana palpitando sobre su mano.
El impresionismo de manchas negras y gri.
ses unidas por los espacios blancos que se combinan en el ojo produciendo la imagen, corresponde a la distancia, que tratan con sentimiento sumamente delicado, como gente nacida en islas y unidas al mar desde la infancia. Sin embargo a veces el realismo de los primieros planos y el impresionismo del fondo alternan momentáneamente y se halla, analizando, cosas próximas de una síntesis impresionista con volcanes lejanos en que la man.
cha ha sido sustituída por la línea cerrada.
Si interpretamos al japonés por su dibujo podríamos parangonar su minuciosidad y su pasión por igualar la naturaleza con un sentido positivo y a la vez espiritual, quizá de las religiones que han bañado sucesivamente su tradición. El impresionismo corresponde en esa raza al sentimiento del paisa je tal como la distancia lo presenta, borroso pero propicio al sueño. La alfarería está diciendo como el sentido de lo efímero y de lo eterno se combinan al confiar a frágiles porcelanas sus más bellos dibujos.
Las sombras que tienen los objetos y las que éstos proyectan, no les interesaba a los japoneses de aquella época, su realismo no era fotográfico ni perseguía tampoco la tridimensionalidad escultórica que tanto se parece al sentido plástico. Hokusai le bastaba la línea de tinta china, sinuosa y flexible, que se engruesa volviéndose mancha, se adelgaza gris hasta lo invisible o va finalmente a rematar el cuadro con la firma, bella también como una decoración, sobre todo que para ellos el arte habla a la imaginación y tiene su límite decoroso con la realidad. Esto último es también con respecto al color. Si los grandes coloristas son los que con la menor cantidad y aún con los tonos más extenuados suelen darnos armonías de una fir.
meza y una exquisitez no previstas, los japoneses son en este sentido grandes coloristas.
Cuando hacen penetrar en el papel color del marfil la emotividad de los azules, o combinar el negro de la tinta china con el bermellón o avivar las grisallas con la luz de los amarillos, o introducir en la plateada transparencia del agua el rojo de los peces dorados.
No procedían como los cubistas, haciendo que el verde y el gris por la necesidad de adoptar alguna forma se transformaran en potrero en cielo de invierno. En todo artista subconcientemente existen preferencias fundamenta les tanto que la naturaleza es en ellos un pretexto. Pero en Hokusai la naturaleza es quien dicta el estilo y ofrece el color, luego su imaginación completa corrige e inventa siguiendo el sistema concreto de utilizar las mismas for mas de la naturaleza.
Hokusai sabe destacar las cosas por su penetración psicológica al presentarlas. Si ama el contorno fino y flexible, al darnos sus impre siones se vale del contraste, elemento primordial para nuestros juicios, es la comparación hecha sensible en el arte. El contraste moral, el contraste material, el contraste estético los er.
plota al tratar con un humor que va más allá de la caricatura, los acontecimientos qu: le ofrece la vida cotidiana. Inspirándose en las leyendas del Japón arcaico, ilustra el contraste de la joven desposada cuya belleza aumenta el terror y la desnudez ante la figura monstruosa de un demonio que su marido estrangula. El del joven rico cuyo sendero está enmarcado entre almendros florecidos y el del joven pobre cuyo camino es abrupto. Los gordos y los flacos, motivo que trató también Breughel y donde la fantasía llega a sus propias fronteras.
Inventario de mentiras, libro cuyo texto o ilustración provienen del mismo Hokusai y cuyo título da bastante que pensar.
La universalidad de su talento que le confiere tanta humanidad a su obra lo hace saltar con la misma energia al tema cuyo lirismo realiza la pintura en la decoración y la plástica. El dibujo de las mujeres que ponen unas gruas en libertad, conmemorando así el aniversario de una persona querida, o los patos salvajes dibujándose en su vuelo sobre la circunsferencia roja del sol o el águila que se mira reflejada en el espejo móvil de la cascada, o el hombre que se maravilla al llevarse la copa a los labios, de hallar en ella reflejada la esbelta geometría del Fusiyama.
Esta síntesis lírica de tratar el objeto con sencillez y humildad pero aislándolo del material infuso que lo rodea, es la manera poéti.
ca y religiosa de entender la naturaleza que ha hecho en el Japón que los poetas dibujen y que los pintores escriban Hai Kais.
El final de su vida, final prolongado y de una longevidad fecunda es tan dramático como el de Rembrandt; sin embargo en Yokusái no se exterioriza en una bíblica amargura y en la cbsesión del autorretrato. Siempre con serva su ironía pero no dibuja para darle salida al odio demasiado grande para conducir el arte por ese camino su humor es siempre amable y fantasioso. Cuando se posee untalento como el de Hokusai, que es una superioridad y una riqueza, no se pueden tener bajos pensamientos ni pasiones mezquinas.
Este hombre que firmaba el viejo Hokusái ebrio de dibujo y cuyo afán de profundidad lo llevó a menospreciar algunas de sus o.
bras anteriores, espera conseguir un sentido de realización que entrevee ya en sus dibujos de entonces y que constituye su única y poderosa pasión. Podría aplicarse al anciano Hoku.
sái lo que Baudelaire dijo de Goya, Se volvía más audaz a medida que se aproximaba a la tumba.
En esta última parte de su existencia se agudizan cus querellas con los editores y Ulia de sus crisis decide vender cuadros únicos como los pintores occidentales. El casamien.
to de su hija le trae a Hokusai la alegría de ser abuelo, pero con el crecimiento de este nieto que resultó estafador y calavera, la vida del viejo se complica y se vuelve cada vez más difícil. Tiene que pagar las cuentas de su nieto. Contrae deudas que no podrá satis facer y por fin, se ve obligado a abandonar su ciudad natal para recluirse en la provincia de Sagami escondiéndose bajo un nombre vulgar. Allí permaneció cinco años, escribiendo cartas a sus editores, hablándoles del invierno y de su condición de pobreza que no le permite abrigar debidamente su cuerpo de setenta y seis años. Hablándoles a sus editores de no escatimar los medios de que sean sus di.
bujos grabados con nitidez y dando interesantes detalles sobre el oficio. Vuelve por fin a Yedo después de una ausencia de cinco años y no se atreve a presentarse a las gentes, vive como sacerdote, recluido en un templo situado en la floresta, de donde escribe a uno de sus editores que para hallarlo pregunte por el sacerdote que dibuja y que habita en un templo de Mei o in. con el nombre del sacer.
dote pintor firma sus últimos dibujos. los noventa, año de su muerte, escribe a su viejo amigo Takaghi, que se va a habitar una calle del infierno y a pintar allí algunos de sus cuadros, que no se olvide de visitarlo si tiene la oportunidad de pasar por allá. Hokusái, co.
mo el Dante, parece que hubiera transitado en vida por el infierno, tan poderosos eran los demonios y tan complicadas las torturas del infierno budista, pero posiblemente habiendo sufrido tanto en su patria, por compensación, iría a babitar al lado de la diosa Kwannon que tantas veces diajó con sus uñas afiladas como puñales y con la gracia de las mujeres de la tierra, sobre los peces gigan.
tescos y buenos que la conducían felices sobre el mar del Japón.
en. Los que tengan corazón, los que el alma libre tengan, los valientes, ésos vengan a escuchar esta canción!
Nuestro dueño es la nación que en el mar vence a la ola, que en los montes reina sola, que en los campos nos domina, y que en la tierra argentina clacó la enseña española.
como las nubes, el rayo, el Veinticinco de Mayo clamó de súbito. Guerra. Hijos del llano y la sierra, pueblo argentino. qué haremos?
Menos valientes seremos que los que libres se aclaman. De Buenos Aires nos llaman, Buenos Aires volemos!
o Hoy mi guitarra, en los llanos, cuerda por cuerda, así vibre. hasta el chimango es más libre en nuestra tierra, paisanos!
Mujeres, niños, ancianos, el rancho aquel que primero llenó con sólo un ite quiero!
la dulce prenda querida. todo. el amor y la vida!
es de un monarca extranjero. Ah. si es mi voz impotente para arrojar, con vosotros, nuestra lanza y nuestros potros por el vasto continente; si jamás independiente veo el suelo en que he cantado, no me entierren en sagrado donde una cruz me recuerde: entiérrenme en campo verde, donde me pise el ganado. Décimos del Santos Vega. Ya Buenos Aires, que encierra. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica