248 REPERTORIO AMERICANO Elogio póstumo de César Vallejo Por ROSA ARCINIEGA De El Tiempo. Bogotá, 29 de mayo de 1938 Siempre el elogio póstumo. Siempre el elogio cuando ya no puede llegar a unos oídos cetrados. Qué triste cosa la de tener que morir para escuchar, acalladas, las menudas rencillas que impiden el exacto conocimiento en vida! así, sin ser conocido en todo su valorexcepto por un reducido grupo de sus admiradores, se ha ido ahora César Vallejo hacia las profundidades del Gran Sueño después de haber arrastrado una existencia sumida en el sueño menor de la poesía y de las miserias humanas. qué existencia más desolada por fuera la de este César Vallejo que jamás tuvo concomitancias con ese tópico retórico del gustar las mieles del triunfo. Acaso, porque él mismo se propuso no gustarlas para no abdicar de su rica intimidad. César Vallejo acaba de morir en París en un suburbio del multiforme París. consumido por una extraña enfermedad yo diría que por su propio fuego interior, por aquella su propia ingénita tristeza de hombre al margen de la moderna vida tumultuosa. ha muerto, naturalmente, pobre. En el centro de esa pobreza terrible que intentó acogotarle desde la infanicia. que seguramente acabó por vencerle, royendo poco a poco su físioa armazón con sus dientecillos de fiera a la que no se engaña con versos.
Porque Vallejo, muchos días, no tenía otro mendrugo de pan en su alacena que la vena poética que fluía de su pluma para acallar los alfilerazos del hambre que le claveteaban el estómago. Ni otro inhóspito rincón para reclinar su cabeza hirviente de sueños que el tugurio parisino cedido por otros compañeros de miserias y de arte. César Vallejo, llevando aquella triste vida de miserias a que le redujo su gran señorío artístico, tenía que morir joven. murió.
París es el hada madrina compasiva que acaba de cerrarle los ojos.
que se enraiza todavía en las gargantas de los Andes y lo expresa con extraordinario vigor, trasmitiendo su modulación a los jóvenes que vienen a la vida poética tras de sus originales pasos.
Pero, hombre multiforme y abierto a todas las bifurcaciones psicológicas, en seguida César accede a apartarse del camino de la neta indigenidad, del tema racial, para sumergirse, en Trilce su más considerable obra poéticaen las lobregueces de sí mismo, en lo recóndito de su yo interior, a la manera un poco metafísica como pudieran hacerlo el múltiple Huidobro, el recogido José María Eguren o el sibilino Pablo Neruda ¡Y que sondas de longuísima profundidad las que sabe lanzar entonces César Vallejo sobre el mar de las teológicas oscuridades. Cómo acierta a dar con la voz perdida. con esa voz perdida cuyo hilo logró anudar, alguna vez el otro gran poeta de los acentos extrahumanos, Rainer Maria Rilke!
En tales momentos, Vallejo, pupila que parece penetrar, no ya sólo en la desolación de una raza sino en una amplia desolación cósmica, adopta un susurrante acento de lluvia o de fría ráfaga de aire en noches entristecidas de invierno y, con ella, se dispone a recorrer los húmedos subterráneos del alma, en el fondo de los cuales duermen, inaprehensibles, los misterios de todas las eternidades que hacen signos cabalisticos al hombre.
Nada queda en estos instantes ni en la voz de Vallejo de netamente terráqueo, de cosa que tenga relación con la vida humana como anécdota externa. Las palabras repetidas, sibilinas, carentes de sentido a primera vistapierden de pronto su exacta significación y se truecan en oscuros símbolos proféticos que sólo pueden ser comprendidos después de diversos sometimientos del espíritu a su música extraña (Pasa a la página 255)
César Vallejo Y, a ustándose a este extraño canon ideado por su propia inquietud, Vallejo, a diferencia de tántos definidores estériles, se lanza a la arena de los hechos. Al campo de la fecunda productividad. produce. Largamente. Copiosamente.
Insuperablemente.
Vértice neto y claro de dos cruces raciales, del blanco y del indígena peruano Vallejo siente sobre sí mismo, en lo más hondo de sí mismo, el trágico destino del indio del Tahuantisuyu y así lo enfoca desde sus Heraldos Negros y desde esa recia novela, de fama universal. Tungsteno. El vive en su clara intimidad el drama racial de sus ascendientes incaicos, lo palpa en el cotidianismo del indio César Vallejo Por XAVIER ABRIL De El Tiempo. Bogotá, de junio de 1938 Quiero demostrar que todo el que obra recta y noblemente, puede, por ello mismo, sobrellevar el infortunio.
Beethoven dialogar con su alma ejemplar, gloria de Amé rica y de España, no olvidaremos nunca su altura y su armonía matinales.
César Vallejo representaba, dentro de las actuales juventues poéticas del Perú y aun continentales un banderín, un guión. Fue una de las primeras voces que en América marcó hitos por los nuevos derroteros literarios que demandaba nuestra moderna sensibilidad. En reñido contraste con el lirismo oficial, con los retóricos maestros que aún continuaban encerrados, no ya en sus torres de marfil. sino en auténticas torres pétreas, con factura y sabor medioevicos. Mal camino para cosechar triunfos. aspirar a la consagración oficial ceñir coronas de oro en la frente!
Pero César Vallejo no aspiraba a nada de eso, estaba por encima de todo eso, puesto que voluntariamente sensitivamente había escogido la senda de los difíciles calvarios. César Vallejo, joven aún, se debe el siguiente decálogo lanzado a las nuevas generaciones para concretar la esencia de un novísimo arte poético que empezaba a elevarse ya, como un humillo de incienso, por sobre las cenizas de toda índole dejadas por la Gran Guerra: Los que hemos conocido y amado a César Vallejo, no podemos resignarnos a la terrible noticia de su muerte. Vallejo era la misma forma de la vida hecha espíritu: un varón superior de la especie humana. Nos recordaba en su dolorosa plástica y profunda ex(presión física, la máscara de Beethoven, transida de patetismo y de eternidad. El verbo del poeta era sabio, magnífico y sencillo; hacía pensar en el mundo de maravilla de los cristianos primitivos. El tono de su pensamiento estaba ajustada a la experiencia biológica de la historia. La raíz de su voz nos venía de las parábolas. Era un manantial de inagotable belleza y amor. Su espíritu Se volvía unidad en las líneas rotundas y vitales de la materia; espejo de su adolorida existencia que nos ha dado, en las formas supremas de la estética de su arte, los poemas más puros del idioma y del sentimiento.
La vida del poeta ha sido inseparable de su concepción artística; hombre y creador fueron una misma esencia. Los que tuvimos la dicha de Cuando pienso ahora, en él, la luz de la distancia hace más intensa y aguda la agonía de su rostro, que fue siempre agonista y mortal. Las Mamas de sus ojos no se apagarán jamás, porque son el fuego que renueva en el misterio el espíritu del mundo.
Por el verdadero camino de la humanidad, sangrantes los pies del hombre y maravilloso poeta, le vemos un día acercarse al corazón de los oprimidos y encontrar multiplicado el suyo propio, que sigue viviendo entre nosotros como la extraña y humanísima música de su Poesia universal.
Nueva ortografia.
Nueva caligrafia del idioma.
Nuevos asuntos.
Nuevas imágenes.
Nueva conciencia cosmogonica de la vida.
Nueva sensibilidad política y económica.
Cerraré los ojos en el alba donde su voz ha muerto. Que mi duelo hecho flor lo acompañe en la paz de su reposo, ya que no será su muerte como fue su vida: un generoso y dramático temblor. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica