Communards

REPERTORIO AMERICANO 313 a dejaba menoscabar el principio de la autoridad absoluta, si se le metía razonamiento la ley y lógica a la economía como lo que ría ese rey tan poco español que fué Carlos III España se vendría abajo, como se vino al suelo, y el arzobispo hubiera sido un mal español. El virrey don Antonio defendía a esa España como usted puede defender hoy nuestra república liberal de un levantamiento soviético o de un dictador falangista. como arzobispo, el virrey defendía la grandeza material de una iglesia que sólo podía pelechar y crecer a expensas del pueblo sumiso e ignorante que, según la eterna ley de los trueques, cambia las bendiciones de Cristo por las monedas del César. Defendía a la iglesia que vende las velas a dos cuartillos, que se lleva las primicias de las sementeras y el diezmo de las cosechas; que saca plata del nacer y del morir de los hombres y es heredera de viudas beatas y patrona de huérfanos millonarios; que no paga impuestos ni deja que la toquen su hacienda, con el objeto de que los hombres como su señoría ilustrísima puedan vestir de seda y contar el cuento del rico Apulón y Lázaro el mendigo, a un corro ingenuo de beatas que le baten el incienso y el chocolate. Qué otra España y qué otra iglesia quería usted, señor don Germán, que representara el arzobispo en el siglo XVIIL?
Ahora que, como político y como estadista, sale muy grande de ese libro donde usted quiso humillarle la cerviz orgullosa.
Como político de ambición muy levantada su conducta para salvar el escollo de una gleba insurrecta y de un mundo que amenazaba ruina, fue perfecta desde el punto de vista de los grandes políticos que amaestró el genio del señor Maquiavelo. Al engañar a unos ingenuos cabecillas y a un pueblo exacerbado por el alza de los impuestos, tiene ejemplo notables al través de toda la historia del mundo en tiempos, es verdad, en que la historia la hacían los hombres y no las muchedumbres. no cito ejemplos, porque huelgan. Sólo le diré que, por este aspecto, basta citar en abono de la habilidad política de su señoría ilustrísima el hecho concreto de que si deja usted el virreinato en manos de Flórez o de Gutiérrez de Piñeres, la independencia de la Nueva Granada la hubiera llevado a cabo José Antonio Galán treinta años antes de Bolívar.
Pero el arzobispo le atravesó el macho, su macho manzurrón y frailuno.
Qué podía pesar más para un político español, ambicioso y de agallas. La grandeza del reino o los reclamos de una plebe cobriza que regaba su dolor por los campos todavía enmontonados y feraces de la colonia. Podía un prelado pararse en pelillos, en juramentos y en promesas cuando se trataba de salvaguardiar esa magnífica presa de la silla romana que eran estos pueblos sin desasnar, que sudaban oro para el cepillo insaciable de las iglesias. un hombre que había traído de México joyas, sedas, estatuas y libros, podía darle alguna importancia al hecho de adquirir compromiso ante el generalísimo Berbeo, que escasamente sabía firmar y con quien su señoría no podía departir sino sobre la sal gema o los bocadillos de Vélez?
Me dirá usted que a pesar de eso, o por eso mismo, la personalidad de Caballero y Góngora resulta más doble, más engañosa y más abominable. Mirada con nuestros ojos de criollos de ayer y de claro que el arzobispo es un ladino. Pero juzgado como ejemplar humano, en abstracto, resulta hábil e inteligente sobremanera, y puesto dentro del marco que usted supo pintar tan bien, aparece demasiado grande. Para verle como es, hay que prescindir de la idea de que a usted y a mí nos conviene la causa de los comuneros y hay que pensar que para don Antonio esa causa fue criminal, puesto que no podía conciliarse con las dos inflexibles categorías en que su conciencia se apoyaba: el reino de don Carlos y la iglesia.
la gleba suramericana que culmina en una feliz invocación a Bolívar; pero mi propósito no era hacer una crítica de ese magnífico estudio de un hecho histórico tan complejo en el cual ha sabido encontrar y contraponer los dos héroes magníficos que son el pueblo y el arzobispo. Yo solamente quería, desde un ángulo ideal, y en el campo puro de la especulación histórica, volver por la grandeza del arzobispo. Caballero y Góngora es un hombre grande dentro de un mundo pequeño; es como un retrato pintado por la mano de un gran artista y enmarcado en un vil marco de palo. para terminar, dejando de una vez por todas al arzobispo en su marco, quiero declarar que usted ha escrito un gran libro. Yo no sé hacer elogios y usted sabe qué mal me desempeño cuando usted me ordena como director de este diario, con una crueldad implacable, que adorne de adjetivos la llegada o la salida de cualquier Perico el de los Palotes, que un deber de conveniencia política, o lo que sea, obliga a despedir y a saludar. mi elogio es éste: sería admirable que usted cogiera toda la historia de Colombia que tal como está escrita no se deja leer y la volvie.
ra a escribir.
Así murió Plotino Los últimos años de Plotino estuvieron llenos de soledad y de dolor. Algunos de sus amigos más amados habían muerto rápidamente unos tras otros. Su protector, el emperador Galieno, con quien tanto había contado para llevar a cabo sus ideas, fue prematuramente arrebatado por la muerte El mismo fue atacado por una terrible enfermedad. Su voz perdió su sonido, la luz de sus ojos se ex.
tinguió y úlceras cubrieron sus manos y sus pies. Sobre esto, se tornó cada vez más soli.
tario, pues no pudo continuar en Roma el trato con sus discípulos y amigos. Retiróse a la posesión de un amigo en Campania y alli pasó los últimos años de su vida.
Su libro de Los Comuneros es un canto a El caballo bermejo De La Semana en Buenos Aires. 27 de mayo de 1938, En el sexto capítulo del Apocalipsis de la trinchera, de convertirlas en matadescribe San Juan la aparición del jinete doras de gente, veremos surgir en nuestro montado en caballo bermejo, con poder terror piadoso el caballo que cabalga en de destertar la paz de la tierra y de hacer el libro de los tremendos augurios. Se le que los hombres se matasen unos a otros. vislumbró, pues, en el horizonte y la su.
Lo que anuncia el apóstol en una llama perficie del globo se estremeció y los puerada de palabras y está de acuerdo con el blos se ensombrecieron ¿Retornaría el plan de los designios divinos, se nos pre mundo, nos preguntamos, a las pesadisenta con frecuencia como un resultado llas de sangre y de lodo de 1914, a la de las inquietudes humanas. El monstruo tarea de destruir, con la ciencia y la inapocalíptico asoma a cada instante, sobre teligencia al servicio de la crueldad, las su rojo corcel, con la grande espada en ciudades hermosas, las antiguas sedes de la mano. En estos últimos días vimos su la civilización, y los almácigos de vida resplandor en un vericueto de la Europa y de pensamiento? Desde el instante misCentral y nos preció oír sa relincho como mo en que un grupo de estadistas teósi pisara con regocijo montañas de osa ricos firmó el Tratado de Versalles, las menta. La humanidad sintió una vez más naciones comenzaron a predicar la exisla angustia solemne de su destino. Le tencia pacífica y a prepararse para un nuees desconocido ese espectro del milenario, vo conflicto mundial; empezaron a paese fantasma que deja tras de si huellas ramentar el caballo del Apocalipsis. Ade fuego y de muerte? Un escritor ruso hora, después de lanzar sus crines al vien Garschin. simboliza la guerra en un to, se retrajo, y retrocedió a su misterioesqueleto a horcajadas de un potro fu sa cuadra. Consolémonos, mas no nos rioso. Es decir, vuelve a la imagen del tranquilicemos, con esperanzas inútiles: vertiginoso ensoñador de Patmos y siem el caballo reaparecerá de tiempo en tiempre, cuando se habla de la probabilidad po hasta que no se le amanse definitide interrumpir el trabajo y el reposo de vamente y no se le convierta en una buelas personas, de torturarlas en la tragedia na bestia de Labur.
ALBERTO GERCHUNOFF En Campania, en aquella región de Italia donde, conforme a su deseo y anhelo, debió erigirse la ciudad del divino Platón deseo que habían frustrado sus adversarios en aquella región murió Plotino. Próximo a la muerte, encontróse en un principio privado de los auxilios del médico. Cuando, por fin entró éste en su habitación, exclamó Plotino. Sólo te esperaba para hacer ascender lo divino que hay en mi a lo divino que alienta en el universo. Asi murió Plotino, como un filósofo y un hombre profundamente religioso. De Jorge Mehlis, en su libro Plotino. Revista de Occidente. Madrid. 1931. En la ciudad de Nueva York consigue usted este semanario con STECHERT Co 31 33 East 10th Str.
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