IRepertorio Americano SEMANARIO DE CULTURA HISPANICA San José, Costa Rica 1938 Sábado 17 de Diciembre Tomo XXXVI Núm. Año XX No. 861 La hora de Montalvo en Colombia.
Samuel Arguedas Francisco Luarca Alrededor de la Oclava Conferencia Panameri cano.
Cantemos el descubrimiento de América Caballo nocional.
Canto a la Lengua Castellon Palabras de recuerdo. quileo Echeverría, poeta populor.
SUMARIO Benjamín Carrión, Eduardo La sinalefa.
Santos y Luis Lopez de Mesa Historias boladies.
Libros y autores Eleuterio Pozo Conocimiento y expresión de la Argentina.
Graciany Archilla Miranda Los monos del Mar Muerlo.
Enrique Labrador Ruiz El hombre elerno.
Graciany Archilla Miranda El busto de Montalvo Maria de Tinoco Erase una vez.
Arturo Echeverría Loría Dos cuentos chinos.
Norberto Pinilla Tomás Carlyle Mario Briceño Iragorry Luis Nieto Caballero La hora de Montalvo en Colombia (En la entrega a Bogotá del busto de Montalvo, el 24 de octubre de 1938. Lecciones sacadas de El Tiempo de Bogotá, 25, octubre, 1938.
Discurso del Ministro del Ecuador, Sr. Benjamín Carrión Excelentísimo señor Presidente de la República. Hay horas que debieron haber sonado ya pero que, acaso para hablar mejor acento, se quedaron dormidas en el reloj de arena. La hora de Montalvo en Colombia es una de esas horas. La hora en que el símbolo de glorificación, mármol o bronce, del proscrito de Ipiales, halle sitio perenne en un lugar del aire colombiano, ha llegado.
Precedida por las campanas de plata, de la anunciación de siglos para esta ciudad gloriosa, y por la estrella de cuatro picos que cuenta con su voz de luz a las gentes que Bogotá, desde su nacimiento, severa, sabia y recogida, ha ganado plenamente el derecho de que hasta su estrado matronil, de pulcritudes inefables, lleguen a saludarla, estilizando reverencias de galantería, los más altos y claros varones de las tierras de América.
Llega primero, porque derecho tiene para llegar primero, este don Juan. Derecho de grandeza y de altura, que no creo pueda ser disputado por nadie; y derecho de anhelo cumplido en la muerte, derecho de cariño, razón pascaliana del corazón.
Porque don Juan amo de amor grande a Colombia. Porque don Juan es deudor de deuda grana Colombia. aquí, excelentísimo señor, quisiera la grave, la sonora voz de un versículo bíblico, para comenzar así esta parábola humana: en aquel tiempo. En aquel tiempo, Señor, en una de las provincias españolas del idioma, en una de las provincias territoriales de el Ecuador, era y hablaba don Juan Montalvo. En aquel tiempo y en este tiempo, y en todos los tiempos había en mi tierra y en todas las tierras de la tierra unos hombres que querian limitar la libertad el hombre, en nombre de una ambición o un ideal. había, como los hay y los habrá siemprte, para honor de la especie, hombres que querían mantener, ampliar, engrandecer la libertad el hombre.
Alta figura de ideal fanático, egregia y tropical figura de hombre de fuerza, con voluntad de poderio, como después se diría; realizador potente y dominador terrible, gobernaba al Ecua.
dor don Gabriel García Moreno. Pero frente al férreo hombre de mando, al autócrata consprimero, y luego desde las eficacias del poder; el otro, Montalvo, usando de las potencias permanentes de la idea y, tropicalmente también, de las posibilidades sustantivas del verbo. Los dos hicieron para mi pueblo y para América, obra grande; porque los dos eran así: grandes. Pero lo que nos sirve más para la edificación de Amé. rica, es lo que hizo y dijo Montalvo, el esparcidor de ideas, el maestro de gritos inéditos de liberación, el encendedor de la luz: este Montalvo que hoy viene a quedarse en Colombia.
En esta eterna y caliente lucha de la libertad con la autocracia eso fue toda la vida de Montalvo tuvo varias veces que tomar el camino del destierro. fue entonces el gran diálogo de siete años entre Colombia y Montalvo; entre la tierra acogedora y materna y el hombre grande, rebelde y doloroso, que se deja acunar por ella.
El capítulo más largo y más fecundo del escritor americano cumbre, es su época de destierro en Colombia. Siete años. Siete años como los que eran precisos para obtener el amor de una mujer, en las praderas de la Biblia. Siete años de meditar y de escribir bajo el cielo colombiano, para ofrecer luego al mundo del pensamiento y del idioma, Los siete tratados. en seguida, Capítulos que se le olvidaron a Cerventes y muchas de las páginas más bellas y terribles de Las Catilinarias. años colombianos en la vida de Montalvo, con cariño de pueblo comprensivo que lo respeta y lo acompaña, con cariño de mujer que le da hijos.
Montalvo viene hoy a Colombia porque la amo en vida y porque le debe en la paz del villorrio que horrorizaba a Rodó, horas de fecundidad, de contemplación interior, que tanto contaron en su obra. En ella, a cada paso, encontramos la frase de admiración, el signo de amor; y esa admiración y ese amor los compendia cuando alguna vez, en El Cosmopolita, llama a los colombianos con la que para él era la suprema expresión del elogio: los franceses de América. todos saben del amor inmenso del primer escritor americano por la Francia que guió su cultura y en la que representó el acto último del drama de su vida. refiriéndose a esa ciudad ilustre que hoy lo recibe y lo alberga, dijo: Bogotá es una de las ciudades más cultas y entendidas de la América española, donde no escasean literatos buenos ni buenos ciudadanos: los granadinos tiran a ser en dicha América lo que los franceses en Europa, Juan Montalvo Busto de Mideros tructivo, como en un caso feliz de maniqueismo al revés, surgió desde un valle plácido con clima fragante y nutricio de manzana y de flor, el adversario: Montalvo. Los dos, el demócrata y el hombre fuerte, Hegaban a la inquietud civil, a la operancia política, después de haber bebido en las fuentes claras de la cultura occidental: el uno, Montalvo, en los libros que leyera Bolivar; el otro, García Moreno, en de Maistre y el abate Rohorbacher. Los dos, el cesarista y el libertario iban a sembrar, en tierra bien labrada por los arados de las guerras de la independencia, la semilla que, a cada cual, le parecía más propia para fructificar en nuestro trópico. Solamente que no dispusieron los dos de los mismos instrumentos de siembra: el uno, García Moreno, desde la activa, ruda y tropical militancia política Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica