REPERTORIO AMERICANO 61 En elogio de. Viene de la página 57)
afirmarse en el amor a los niños. Así el cubano cuyo poemario a Pepito tiembla en el enternecimiento varonil de la raíz sobre la cual se mece el retoño y sabe frutecer en un sentimiento de advertencia y caricia, distante del adivinado temblor que surtió de la carta montalvina de un padre joven. El que dijo, acendrado de pureza, como un niño me voy limpio a la tumba. no encontró, en la novela precursora de Manuel de Jesús Galván, el Enriquuilo, figura más atractiva que la del cacique Huarocuya en sus años de infancia y de aquel relato dominicano, fuerte en la presencia de los personajes indígenas y en la historia de la conquista, que fuera elogiado por Martí en una de sus cartas inolvidables, aprovecha para la Edad de Oro, de un episodio que magnifica con su imaginación y anima con el patetismo de su entraña: el del Padre de las Casas que viajando entre los indios, sin arcabuz que truene y abra rosas sangrientas en la carne prieta, va solo con los bra.
zos abiertos y en viendo a Guarocuya infante, le besa en la carita bronceada. Símbolo, además, del Enriquillo, el cacique que va de niño a hombre como para que no se perdiese la transpa.
rencia bondadosa de aquél, con un beso del Padre de las Casas.
Pero la vida de Martí, acrisolada en un perenne encendimiento de amor, no será fija y estable. No ha de reposar el discípulo de Mendive, por más que en rumbo vario, como en la repetida conseja del regreso, se perfile, en imagen de nostalgia, la techumbre de la casa paterna. en unas veces le deportan y en otras quiere extrañarse voluntariamente, para, desde lejos, trabajar con mayores impetus por la libración de su isla. Asi se define el primer viaje de Marti, cuando, a los diez y siete años, se le destierra a España por acusársele de intervención en un complot revolucionario. Vuelve al solar de su padre, el Capitán de Artillería Mariano Martí, pero la sangre materna, glóbulo de las Canarias, le aguarda en la posición nativa, esclavizada para entonces. En España se consagra al estudio de las ciencias jurídicas y cuando regrese a Cuba, aparentemente para ejercer su profesión, dará sa ida a su confesión, en fáciles octosílabos: Yo soy un hombre sincero. en donde crece la palma antes de niorirme quiero. lechar mis versos del alma Callo, y entiendo y me quito. la pompa del rimador. Cuelgo de un árbol marchito mi muosta de doctor. Después, como si volviese a uno de los señuelos americanistas más premiosos, su erranza por tierras de nuestro Continente, es la de quien prepara una nueva Anfictionia para la isla de Cuba Recorre México, Nueva York, Venezuela, Argentina, Costa Rica. en todos estos países trabaja. Busca a los refugiados cubanos y mientras dispone con penuria, los recursos para el material bélico que ha de revolucionar la isla, se entrega también, con la fervorosidad de su temperamento, a la devoción de la letra. En pocos como en el habráse visto, tan enteramente unidos, el pensamiento y la acción. Rayo es el de su idea que se prende en zig zags luminicos y fustiga. Pe.
ro como en la física de la tormenta, al término de la tarde convulsa, la paz de la naturaleza, en generosa prevención, aquiétase en la sonrisa del verso sencillo. como en la sucesiva marcha de los géneros, Martí es dramático cuando trae a sus prosas el accionante vaivén de la tragedia, épico cuando sepule, en su párrafo de Tersonal sintaxis, la figura difícil del héroe ciudadano, y lírico cuando, refugiándose en el subjetivismo de su enternecimiento, se confía a la paterna cantinela de su Ismaelillo o deposita, en el verso dúctil, el recuerdo amoroso que ha refrescado la frente del caminante empedernido. en todas partes escribe sin el plan modoso del literato que aspira a la gloria y si más bien como en desahogo natural que es, al propio tiempo, su destino de decir la palabra. qué bella y nueva y vivaz, profunda y admonitoria, subyugante y revestida de gracia, surge aquélla de esos labios proféticos! Marti deja sus artículos en el vuelo diario, no se cuida de recogerlos, y vivos de la primera impresión, tiene una raigambre de perennidad que reflorece hoy ante los devotos martianos que los han releído y ordenado. Así de la fragua cotidiana en la cual se quema para purificarse, se alza también, acrisolada, la figura del escritor.
Cuando regresa a Cuba en el 78, Marti es encarcelado y enviado otra vez a España. El diberrimo dejará en una de sus páginas la más conmovida impresión de esos días: Dante no estuvo en presidio. ha de escribir temblando, como para ofrecer al florentino la tristeza de angustia que acaso echó de menos en sus tercetos infernales o en los del purgatorio. el que viajaba, no por olvidadizo ni desamoroso, sino porque buscaba toda la libertad para llevársela consigo y dársela a su pueblo, estuvo, por muchos años, ejerciendo cargos consulares en países de América y en otras veces ganandose la vida a golpes de pluma y hasta penetrando en el trabajo del traductor, para llevar a su lengua que tanto conoció y amo, los poemas de Hugo, las novelas de Conway y de Jackson y la lógica de Stanley Jevons.
Marti no descansa. En la Florida se reune con los refugiados cubanos y en el año de 1892 constituye, ya con las fuerzas de la definición, el Partido Revolucionario. En los campos del vivac su palabra atrae y conquista. Llega a Santo Domingo en donde le aguardan los generales Antonio Maceo y Máximo Gómez y para 1895 ha estallado la proclama de la revolución. En abril desembarca en Cuba. En mayo viaja para más lejos. Pero su anhelo se queda prendido con tenacidad irremisible. florece, después, triunfante.
Miranda, hijo del primer compilador de la obra martiana; Los periódicos de Martí, por Joaquín Llaverías. Casi bajo la advocación del Apóstol, aparece, en la Habana, el Grupo Minorista, en el cual se reunen, con desinteresados signos, los valores más jóvenes y proficuos de la Antilla Mayor. de ellos no sólo que brota el estudio martiano, sino que apunta, en algunos, la misma fe reverdecida y constante del hom.
bre culto y libertador. así, por afinidades o aficiones, los minoristas, analizan y completan el trabajo de revalorización de Martí, como ha sido calificado por Manuel Pedro González en su gran trabajo de bibliografía. si Juan Marinello nos habla de la poesía de Martí, Félix Lizaso reune sus cartas que arrancaron de Unamuno un elogio tal como para considerar al cubano como al máximo epistológrafo de nuestra lengua. si Roig de Leuchsenring, siguiéndole a través de la Edad de Oro, trata de Martí niño, Jorge Mañach escribe para las Vidas Españolas e Hispanoamericanas del Siglo xix que publicó la Espasa Calpe, una biografía perfecta de Martí, arquitecturada así con el epi.
cismo de Ludwig, como en la técnica de Strachey y el inte és dramático de Zweig. a la completación de la exégesis martiana, contribuyen Núñez y Domínguez con su Martí en Mé.
xico. Carlos Jinesta con su ensayo documentado y nervioso, patético en el episodio, vivo como una vida y gozoso como un himnario, José Martí en Costa Rica.
Oswaldo Bazis en sus Vidas Iluminadas se afana en el señalamiento de las huellas de Martí en Rubén Darío y si la tesis ha valido para más de un interrogante, no es por eso menos seductora. Bazil considera a Martí como a uno de los precursores del modernismo, calidad ya reconocida y afirmada en lúcidos estudios y en libros como el de Arturo Torres Rioseco. El Marti de los versos libres, siempre ha de aparecérsenos como un anunciador, al lado de Casal, Gutiérrez Nájera y Silva, no sólo de la música que Darío tesitura en compases inauditos, sino también de las imágenes novedosas que iban exprimiéndose, como de un orígen, de la niisma voluntad inquieta del romanticismo finisecular. Pero Bazil cree más insistentemente en la influencia que hubo de ejercer la prosa de Martí en la de Rubén. Aquel enviaba sus crónicas para La Nación de Buenos Aires, en cuyas columnas escribiría también el chorotega de los ojos cuajados de paisajes extraños y de los labios músicos y libadores. aquí otra virtud precursora que se afianza en Martí. El fue uno de los que patentizaron la gracia de la crónica lírica, descriptiva pero sugestiva, vivaz e interpretadora, impresionnista como un cuadro esbozado y de un sentimiento que se acendra o se expande, como en un poema. Rubén, urgido por su fama y su pobreza, escribió sus crónicas para el diario de Buenos Aires. El poeta, como Martí, desembocaba en el río ancho de la prosa, pero sin perder su aptitud de música y metáfora. él sería, desde las columnas de La Nación, cronológicamente, el primer heraldo de la gloria de Martí a quien le tocó presentar a Rubén en Nueva York, cuando en el año 93 su paso de premura le acercaba ya a la caída final en Boca de dos Ríos.
En Grabiela Mistral, elogiante férvida de Martí, también se ha creído encontrar algo de la prosa del cubano y si no influencias terminanfes, acaso hay razón para indicar afinidades, aun cuando no sean profundas, entre las páginas de Martí y las de Gabriela. Ardida está la Mistral en noble fuego y es un escritor de masculo estilo en cuyo fondo acrece, sin embargo, corriente de ternura femenina, mecida en piedad. Ella canta a los hijos que no llegaron, como si estuviesen dormidos en la enLa gesta revolucionaria de Marti, alta y limpia, arranca, después de su muerte, la voz que asciende en el elogio de la zozobra mártir. se habla del hombre que gustaba de consumirse en la angustia de los demás. Del que hubo de rechazar la posible Presidencia de la República, con esa expresión consecuente y ejemplar: La Patria necesita sacrificios. Es ara y no pedestal. como en el estudio que se hace de las vidas fecundas, más tarde interesan, con fuerza apasionante, los papeles numerosos y desperdigados del escritor. Su amigo Gonzalo de Quesada, emprende en la tarea de ordenar sus obras completas. le siguen Américo Lugo y Alberto Ghiraldo. Unamuno, encontrándose tal vez en algo de fortaleza martiana, le consagra sus páginas nerviosas, hechas como del azogue espejeante para recibir la figura menuda del gran desasosegado. García Calderón se alista entre los enamorados de la obra de Martí. están a su lado Santiago Argüello y los Henríquez Ureña, Torres Rioseco y Diez Canedo. ya contemplado el hombre total, el li.
bros sintéticos o en ensayos de conjunto, revisto el campo prodigioso de su actividad y de su siembra. Jos aspectos parciales que corresponden desde luego al brillo del conjunto, como en la suerte diamantina de las facetas, conquistan morosamente a los monografistas. se escriben la Iconografía de Martí por Arturo de Carricarte, Marti periodista por Gonzalo de Quesada y Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica