Democracy

66 REPERTORIO AMERICANO PS Benjamin Carrión (Hacia 1930)
lo que los atenienses en la Antigua Grecia, regenteadores y maestros del progreso humano.
Grandes voces colombianas, junto a las más grandes voces contemporáneas del maestro, hicieron su elogio y le rindieron pleitesía. Mientras desde Europa, el genio de la historia, César Cantú, le llamaba honra del género humano. y sostenían diálogo lepistolar con él Víctor Hugo, Lamartine, Castelar y Valera, desde esta Colombia de las generosidades, Miguel Antonio Caro escribía a Montalvo: Siento una verdadera satisfacción de poder someter mis humildes producciones a un juez americano tan competente como usted. y Rufino José Cuervo le escribía pidiéndole sus libros, con frases de abrumador elogio.
Mi país ha querido hacer una ofrenda de voluntad y espíritu a Colombia, en el año de años de su gran capital. para dar vida a ese deseo, buscó entre sus hombres, y halló pronto, al que había de bien representarlo: Montalyo. allí está: grande y duro, acusador y fuerte, como le viera Unamuno: recio, voluntarioso y libre, como lo interpretara Blanco Fombona; severo, clásico, haciendo ver en su estampa la capitanía máxima dle espíritu hispanomericano que le asignara Rodó. Vedle alli, hecho bronce por la potencia de su dominio sobre la muerte, por su poder de grandeza, engendrador de inmortalidad. Mideros, el escultor quiteño que lo modelara, siguió para hacerlo, las líneas matrices que le diera el gran rebelde de Venezuela que acabo de citar.
Así lo evoca Blanco Fombona. Era don Juan Montalvo un caballero de estatura procera, tirando a cenceño, bien apersonado. La tez morena del hombre blanco nacido en los trópicos, con una gota tal vez de sangre indigena, daba un tono ambarino a su semblante; la rizada cabellera de azabache se ensortijaba sobre la frente amplísima formando un orbe de serpientes lucias; los ojos obscuros, grandes, luminosos, se van, dice el propio Montalvo, se van como balas negras al corazón de mis enemigos y como globos de fuego celeste al de las mujeres amadas.
El Montalvo que hoy viene a quedarse en Colombia, no es sólo el hablista castizo, insuperado hasta hoy. Ni tampoco solamente el escritor de formación clásica, capaz de pasearse comodamente en su tiempo, por todas las provincias de la cultura humana. El hombre que hoy viene a hacer a Colombia esta eterna visita de bronce es, esencialmente, un ecuatoriano integral, un tropical completo. Porque eso es mi tierra, altiva y orgullosamente: trópico. Sus hombres de hoy, los que aspiramos a edificar en ella una pequeña gran patria del espíritu, de la libertad y de la justicia, no tenemos ya ese importado y rastacuero gesto desdeñoso para la gran palabra mágica, señaladora suprema de nuestros destinos verdaderos: tropical. El Ecuador de ahora siente el orgullo de ser trópico; orgullo de clima y aire que redondean y maduran la naranja, que perfuman y hacen capitoso el cacao, De clima y aire que reducen la tragedia del lied doloroso de Heine, pues que puede ofrecer, en conversación vegetal de la montaña al valle, la vecindad del pino y la palmera.
El Ecuador que envía hoy a Colombia el presente del más grande de sus escritores es, excelentísimo señor, el pueblo que durante el sueño de oro, sangre y hierro de la colonia, edificó las maravillas de sus templos que vos habéis visto, señor, y celebrado tan generosamente. Es el pueblo que produjo los pintores excelsos de la escuela quiteña; los escultores que, en su propia época, superaron a sus maestros españoles, y que hicieron de Quito la ciudad más artista del continente, y uno de los sitios del mundo. Pero el Ecuador que mereció a Montalvo es, además, contar que en y primordialmente, un pueblo vivienie, que está edificando, con resolución extraordinaria, su futuro. Que algo ha conseguido en los amplios campos de la educación, de la liberación humana, de la justicia social.
Que la presencia de Montalvo en un lugar de aire colombiano, sea una presencia activa y estimuladora. Que sea la inicial una obra de conocimiento y de colaboración espiritual quehablando el franco y veraz lenguaje de la fraternidad ha sido muy descuidada entre los dos países. Penoso es que en otros continentes hasta se ignore el nombre de nuestras tierras nuevas. Pero es más penoso aún que en comarcas fraternas de la cultura como lo son las nuestras, las aduanas del espíritu sólo dejan pasar los nombres grandes, con el sello oficial de la consagración definitiva. Colombia el Eouador, nos preguntemos todavía por Caro, por Isaacs, por Olmedo y Montalvo.
Me hago a la ilusión de que esta visita de Montalvo a Colombia, tenga el valor de la llegada de un Adelantado de nuestra actual inquietud espiritual. Que en seguida tengamos los hombres nuevos del Ecuador, el cuidado de hacer conocer a esta tierra fraterna, nuestra obra presente. De decir, por ejemplo, que en Guayaquil ha surgido el grupo de novelistas autóctonos más poderoso de América. Que a hombres jóvenes como José de la Cuadra, Alfredo Pareja, Aguilera Malta, Enrique Gil, se los ha traducido a la mayor parte de los idiomas cultos. Que la novela Huasipungo, de Jorge Icaza, ha sido vertida a once idiomas, incluyendo el japonés y el yiddish, y se han hecho de ella siete ediciones castellanas. Que escriben libros de alto valor continental Jaramillo Alvarado, Humberto Salvador. Que los tratados jurídicos de Angel Modesto Paredes, han sido citados para corroborar doctrinas, por eminencias universales tan altas como León Duguit. Que Jacinto Jijón y Caamaño, ha contribuido como nadie en América a esclarecer inquietadores y trascendentales problemas prehistóricos, haciendo colaborar con él a los más grandes sabios europeos. también que la escuela quiteña de pintura está en pleno florecimiento, con Egas, Mideros, Kingman. Que hemos llegado a la nacionalización y gratuidad integral de los tres grados de ian za: primario, secundario y universitario. Que todos los anhelos válidos de nuestros artistas, nuestros pensadores, nuestros hombres de ciencia, están dirigidos hacia la justicia e igualdad sociales.
Entonces, qué bello sería que Colombia, esta Colombia magnífica, nos haga saber el florecimiento extraordinario de su presente admirable. Que nos haga llegar sus libros, sus professores, sus estudiantes. Que nos abra más sus ventanas de democracia de sabiduría, en forma continua, permanente. Porque quisiéramos que su generosidad vaya más allá del milagro de avasallarnos con el poder inmortal de la Maria, para medio siglo después, volvernos a deslumbrar con la genialidad ciclónica de La Vorágine. Allá, en mi tierra, queremos saberlo todo de este país ejemplar. Que se nos ayude en este conocimiento.
Bien está, Señor, que nuestro abolengo de fraternidades arranque y se enraice cada vez más en la Epopeya Magna y en los hombres excelsos de los libertadores. Pero para cultivarlo, bueno sería que al par que sonemos el dlarin recordatorio de batallas y usemos la frase acuñada en metales sonoros, hagamos la efectiva y viva fraternidad del presente, apoyándola en los basamentos efectivos del conocimiento, de la cultura, de la economía.
Qué clima humano éste de la Colombia de hoy, excelentísimo señor, para ser grato al espíritu ancho y libre de don Juan! para que su llegada a esta nación de sus predilecciones tenga todos los más claros augurios, debo anotar el hecho precioso de que váis a recibir esa visita, en nom Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica