REPERTORIO AMERICANO 359 enVivimos para crear artificios, para dejar ve. sobre él todos los odios. si una doncella se getar imposturas. Un boca abierta tropezó con fue obediente a los impulsos de la vida, más una rampa y al momento se mandaron a qui por el camino tenebroso de la incultura. tar, obligando una erogación que, en el con ipues que no salgan las doncellas y que se junto de las casas con garage que había en la ca queden en casa!
pital, montaba por lo menos a treinta mil colo.
No. Dejemos que se encienda la batalla, la nes. Si mañana otro boca abierta se desnariza concurrencia, la lucha. Las naciones deben man.
con un poste de la luz eléctrica, pediríamos que tenerse en un ambiente caldeado, fatigado, mo.
se mandasen quitar los postes. Como el Alcalde vido, animoso. Sólo así se forjan caracteres y de San Miguel que mandó dinamitar la presa se afinan los altos méritos de una raza. Los porque se había ahogado un hombre que no maestros deben incitar a sus alumnos a sabía nadar.
trar a la vida, a arriesgar, a ponerse en peY así, fulano es un pésimo profesional. ligro, a buscar la victoria que se alcanza por abogado, periodista, poeta, empleado o funcio medio del esfuerzo que hace sangrar y no que nario pues que nadie lo toque! Hombres en se vislumbra con una imaginación enfermiza vueltos en papel periódico o figurones hincha y al través de los cristales opacos del invernados como vejigas con el soplo inmundo de dero.
escritorzuelos serviles y mezquinos. ipues no así los niños, los hombres, los pueblos, hay para qué molestarles, porque reventarían! aprenderán a nadar, y no habrá para qué diY si el automóvil aplasta a un cristiano, los namitar las albercas, ni cegar las fuentes, automóviles no deben circular ni los niños sa Lo que abunda en la vida es la vida. Lc lirse a la calle. si un periódico viene a de que falta es fortalecerla, dignificarla, refinarcir la verdad o siquiera a negarse a mentir, pues la, templarla. la vida, como el acero, sólo a rodearlo como a un enemigo y a descargar puede templarse en el yunque. De Rodrigo el mío. Ve que sinvergüenza. no me lo había dicho. Pícaro el hombre. Debe ser lindo el muchacho. Dónde vive la Remigia. Pobrecita. Donde el señor Irineo. Bueno. Gracias. Vas conmigo a la noche a verla. Pero niña Tona. No le voy a pegar. Le llevaré chocolate.
Bien se lo ha ganado, si no le quemó la canilla a Rodrigo. Las mujeres son malas, Rosenda. Peso yo conozco la pinta del marido. Si es hijo de él le ayudo a la muchacha. Pero niña Tona. Eres boba, Rosenda! Hoy desearas verme pataleando, echando espuma por la boca y maldiciendo. Deseabas enojarme, hacerme llorar, desvelarme. Pues no, hija: me has re.
galado una dicha. Le serviré al cipote, sin que lo sepa Rodrigo. Pero, sábelo bien, Rosenda, si Rodrigo me dice algo, te saco la lengua y la hago tamales. Te vas a callar. Nunca he pecado pegándole a un prójimo, pero si tú le robas la dicha al cipote de la Remigia, te neviento la vida. Los niños son hijos de Dios, y nadie los ha de manchar. la tarde vienes y nos vamos a donde la Remigia. te callas la boca, Rosenda.
La Rosenda obedeció. Bien sabía la mujer mala como son las buenas cuand se enojan.
La niña Tona defendía al niño, sin importarle ni la Remigia ni don Rodrigo. le hubiera cortado lengua y orejas, si no se calla comentaba años más tarde cuando se refería a la historia que narro.
Oscurecido ya, salieron las dos mujeres la mendaz y la buena. Iban a casa de la Remigia.
No es para narrar el espanto de la recién madie. No se murió, porque Dios es grande.
Pero dicen que no podía ni hablar y que el semblante era el de un cadáver, al ver frente a ella, serena, risueña, a la niña Tona, que sin preámbulos díjole. ver el cipote. Lo desenvolvió, lo registró minuciosamente, y luego, siempre sonriendo:Es hijo de Rodrigo. a la Remigia: Bueno, mujer, el cipote ha nacido sano y bonito. Debes criarlo bien. Te voy a ayudar. Traigo ropa y chocolate. Procura cuidarte. Vendré o mandaré todos los días. No te aflijas. Los niños proporcionan aleDesfile de seres humildes La niña Tona Nerio Por FRANCISCO LU ARCA Colaboración. San José de Costa Rica, setiembre de 1938. Para Anayansi, cariñosamente)
Biznieta de algún andaluz andariego, sería hermosa en sus mocedades, embellecido el fino cutis blanco por el clima galante de mi pueblo, que regala fino carmín a las mejillas de las mozas.
Yo la conocí pasando el umbral de los cuarenta, lozana, risueña, laboriosa, con hijos buenos y marido gruñón y beodo.
Fue de esas celebridades pueblerinas donde es muy difícil haber gloria, porque la envidia mata lo mejor del corazón. Sin embargo, la consiguió la niña Tona, en lid fecunda, la del trabajo hecho a conciencia y con amor.
Una casta la odió y la temió: la de los cerdos. La niña Tona degolló marranos por cienes, y vendió los mejores tamales del pueblo. Nadie los hizo más sabrosos, y si había de elogiarse algo de Ataco, los tamales de la Nerio merecian ditirambos bien ganados.
Hermosa y buena mujer.
Mi niñez oyó de ella elogios sin cuento, y su bondad era proverbial. Si daban lecciones de santidad y paciencia, a la Tona mencionaban.
Los vecinos enfermos, indios o ladinos, amigos o enemigos, recibieron ayuda de la mujer que daba, porque en ella servir era. placer.
Otras mujeres reñían con el hijo, el marido, el vecino: la Nerio reía: reía si sufría; reía si gozaba. Reía porque Dios le dió el divino dón de la bondad.
En cuerpo sano y hermoso había alma grande.
Derramó sangre porcina, porque nació en la hora mala del yantar oanibal; pero ella vino a la tierra con misión muy bella: deshojar flores al paso de los niños. Por eso no fue mala, y por eso hallaron los niños regazo bueno en el regazo de la niña Tona. Los ví, muchísimas veces, llegar llorando a la casita humilde, y salir felices con pan o carne en las manos y sonrisas en ios labios.
Un día se enamoró de don Rodrigo. Su cruz, decía en broma ella. Le salió borracho, pelión y estorboso en casa. El oficio le daba ocasiones de ganar mucho y beber más.
Don Rodrigo tocaba violín, y por tocar, el hombre tornóse andariego. Fiesteros los indios, multiplicaban las cofradías. los músicos de mi pueblo, únicos ambulantes en el Departamento, iban de lugar en lugar, romeros del arte, diciendo alabados. como cran los días de los casorios regios, cuando los indios, para una sola fiesta, mataban dos terneros y diez marranos en honor del hijo desposado, y bailaban ocho días, don Rodrigo bebía y gozaba fuera del hogar, y al regreso por hacer algo reñía a la niña Tona.
Los disparates del guaro, más los del enfurecido señor a quien la mujer no le respondia, desesperaban a don Rodrigo, y hablaba, y hablaba, y hablaba.
Por todo comentario, la niña Tona, sonriendo, le decía: Duerma, don Rodrigo; no diga disparates.
Hay las vecinas buenas y las vecinas malas.
Una, la más favorecida por la niña Tona, llegó con el chisme. Sabe, niña Tona. Dicen que la Remigia está criando. Tan joven la cipota. Pobrecita!
Ingratos los hombres. de quién es el cipote. Me da pena decirlo, niña Tona. Echá luego el chisme, Rosenda. Pues. a mí no me lo crea. la Adela dice que es hijo de don Rodrigo.
gría. como viera llorando a la Remigia, le dijo: No imagines que sufro sabiendo la traición del marido. No, mujer. El hombre mío es malo, pero yo lo perdono. Figúrate: si no fuera por vos, el hijo tuyo lo hubiera nacido yo. Dónde pusiera tanto hijo? Con que los cuatro niños míos ya me hacen ruido. Dios se los pague a todas las queridas de Rodrigo. Ellas me ayudan con el bolo y con los hijos.
Yo mantengo a Rodrigo; Rodrigo mantiene a las queridas; las queridas me libran de parir cada año.
La Rosenda no sabía qué hacer. En cambio, la niña Tona envolvía maternalmente al niño, le hacia chocolate a la Remigia y se lo daba con pan. Así, como lo narro yo, de modo natural, sin sombras de rencores.
Para la niña Tona, la Remigia era benefactora, una pobre mujer que le ayudaba con las penas del embarazo y del bolo.
Volvió al hogar la niña Tona, hizo tamales, durmió a los hijos, y luego ella también se dur.
mió, santamente, como se duermen los buenos.
Santa Ana, El Salvador, de noviembre de 1936.
Solicite este semanario a la Señorita MATILDE MARTÍNEZ MÁRQUEZ LIBROS La Habana, Cuba. Apartado 2007.
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