Democracy

68 REPERTORIO AMERICANO do una explosión de rasgos reveladores actro, de que don Juan Montalvo sea entre nosotros no sólo el representante de su propia obra sino el introductor magnífico de la nueva cultura ecuatoriana. Vivimos demasiado del pasado y sin descuidarlo ni desconocer su grandeza tenemos que vincularnos en el presente y crear la estrecha y constante comunicación de nuestros escritores y de cuantos cultivan, a los dos lados de la frontera, la vida del espíritu. Ni Colombia ni el Ecuador, tan entrañablemente unidos por la historia, por el afecto y por las necesidades del porvenir, se creen llamadas a las grandezas materiales de las potencias ni les quita el sueño esa grandeza que a veces se paga con tánta amargura. Pero sí tienen una misión espiritual y han de realizarla con intensidad cada vez mayor. En rápida peregrinación pude yo admirar las maravillas de vuestros campos y de vuestra inolvidable capital, verdadero cofre de raras joyas. vos nos presentáis ahora la falange de vuestros hombres nuevos dignos de aquel cuadro, tan hermoso como excepcional. Juristas y pintores, novelistas e historiógrafos, pensadores y artistas, toda una pléyade que don Juan Montalvo vería con ternura y con orgullo y que debieran alternar con nuestros hombres de la hora presente y crear con ellos la permanente corrien te intelectual que vincule y fecunde a nuesros pueblos hermanos. Creed, señor ministro, que esa aspiración vuestra es mía también; pero yo anhelo la unión de nuestros pueblos vigorizada, sobre todo, por la puenetración mutua de ideas, de sentimientos y de intereses.
Vos, señor, representáis a cabalidad esta nueva generación ecuatoriana, cuyas energías están reciamente tendidas hacia el porvenir, y ojalá la comunicación que ambos anhelamos entre nuestras clases intelectuales sea cada día más intensa y frecuente. Pero a más de ésa quedan ya en Bogotá, eternizados en el bronce, dos heraldos permanentes del Ecuador, dos símbolos de su energía y su espíritu, que para contento nuestro fueron a la vez dos incomparables amigos de Colombia: el general Alfaro, guerrero nobilísimo que encarnó con noble entereza todos los anhelos liberales y los sirvió con heroica eficacia, y éste don Juan Montalvo, cuya excelsa figura saludan hoy Colombia y su gobierno y que ha de ser aquí lección permanente. Vos lo habéis evocado en su originalidad, imposible de superar; hombre que salía de lo común por su genio, por su carácter, por sus pasiones, por su prodigioso temperamento de luchador y artista. Humano, con humanidad desconcertante, si tuvo defectos los denunció él mismo con más severidad que nadie. Fue su vida dura, y triste, pero su alma de cíclope la superó y no nos dejó una obra pesimista ni melancóica, ni fatigada por el desconsuelo, sino llena de energía y de estímulos para la acción.
Yo fui desde siempre devoto de don Juan y su ferviente admirador. Cuando hace años se inauguró el París una placa que recuerda la modesta casa en donde murió, tuve el honor de contarme en el pequeño grupo de ecuatorianos y colombianos que espontáneamente acudieron alli a rendir un tributo emocionado a su memoria, y considero como un privilegio el que hoy me toque inaugurar su busto, tan generosamente ofrecido a Bogotá por el Ecuador, en esta biblioteca donde su memoria recibirá culto perenne.
Me halaga la ilusión de que este admirable don Juan, hombre de lucha, apóstol indomable y artista integral, desde este alto sitio contemple con simpatía la obra que en Colombia realizamos. No sólo la obra de amistad para con su patria, que será leal y constante, sino la de consolidar en esta parte de América los ideales de democracia y de libertad que le fueron caros; la de afirmar un régimen en que los derechos del sería muy oportuno investigar también si este Montalvo que encarnó una modalidad entrañable de sus propias razas y tierra, se vincula a vosotros representativamente, o apenas en la intima consonancia de lo humano y genérico.
El destino de estas dos naciones se ha venido revelando históricamente con similitudes de ción muy interesantes: ya los aborígenes añadieron a la comunidad geográfica el vínculo atavico de sus múltiples migraciones, de sur a norte y del sep:entrión al mediodía, de oriente a occidente viceversa, en inextricable confusión de poblamiento.
La conquista española nos da un común antepasado a los dos, en la personalidad imperativa de Belalcázar, el más grande sembrador de ciudades de aquella jornada inverosímil, y lo une en acto solemne al licenciado Jiménez de Quesada, eximio fundador de nuestra urbe madre, Durante el período penumbroso de la Colonia, mayor intercambio espiritual ocurrió entre estos dos países; de ello queda el grato testimonio de aquellos eminentes varones de la pintura, Miguel de Santiago y Gregorio Vásquez, que en lugar de rivalizar en envidias y suspicacias de su menester, realizaron una especie de potlash o trueque de sus producciones de la más gentil manera y generoso espíritu. la hora del alba de nuestra gesta de emancipación política, Nariño, el criollo audaz, y Espejo, el mestizo avizor, se comunicaron normas e ideas, perspectivas de acción e inquietudes del ánimo, con un mismo derrotero espiritual que había de llevarlos al sufrimiento inenarrable y a la gloria.
Lustros después, el gran Mejía y Morales, el prócer, viéronse cobijados por la unidad histórica de su actuaciónn y la indeficiente gratitud de las nuevas generaciones. allá sobre las laderas tradicionales del menor de los Pichinchas, dos mancebos enlazaron hazañosamente sus nombres: Calderón, la víctima insigne, y Córdoba, el héroe que tantas ocasiones detuvo paralizada y confusa a la muerte con el grito inédito de su mando.
Dr. Luis López de Mesa (Hacia 1929)
individuo están seguros y los fueros de la comunidad garanizados; que a nadie oprime ni tiraniza y que se empeña en crear un ambiente propio a la vida del espíritu y a cuanto tienda a formar las almas americanas, como quiso don Juan que se formaran. su memoria insigne aseguramos que no hemos de ser indignos de los ideales que él acariciaba. En las horas de incomprensión o de la ingratitud yo, que creo en las cosas inmateriales, recordaré las ardientes enseñanzas de Montalvo, del Montalvo auténtico despojado de las exageraciones inevitables y afianzado en su fe democrática, y sentiré que él aprueba esta labor nuestra, que es para todos pero que se ilumina con la luz permanente de una doctrina y con la convicción de que sólo en la realidad de la democracia, sincera y lealmente practicada, pueden hallar nuestros pueblos el secreto de su destino. este será el mljor homenaje que podamos rendir a don Juan Montalvo.
Discurso del Ministro de Relaciones Exteriores, Dr.
Luis López de Mesa a meMedia centuria más tarde, y ya disuelta la unidad política de nuestra gente de allende y aquen.
de el Rumichaca, surgen dos capitanes de la democracia criolla, bautizados los dos con el mismo apocalíptico nombre de Juan: don Juan Montalvo y Juan de Dios Uribe.
No sé de alguien que los haya traído moria de la nueva juventud así enlazados en paralelo de virtudes: uno y otro machacaron el hierro inductil de la lengua castellana con habilidad pasmosa: tal vez más asido al pasado el meridional; tal vez más vivo y palpitante, más recio de urdimbre el nórdico; a una los dos trabajados por esencias irreductibles de liberación.
Nos llega a Colombia el Macabeo de las lides ecuatorlanas en busca de mejor ambiente para el hervor de su prédica heroica; y a la tierra suya va luego el polemista colombiano, dolorido también, y también, enalbada la pluma al rojo blanco de su honestidad y valentía.
Dióse el uno a espigar en el campo de las artes literarias con devoción de orfebre celliniano, y tan afortunado triunfo que cautivó la fe de todo ese dilatado continente; a tiempo que el más joven acuñó, como jugando, por mera riqueza de los juegos nutricios de su numen, joyas de literatura y pensamiento que sacudieron las entrañas de una generación.
no Sea lo primero pedir gracia de poder encomiar la obra del artista que ha interpretado en esta efigie el carácter del héroe.
No sé qué consonancia espiritual se presiente entre uno y otro: ambos representan un algo, si un mucho, de la trágica indole del país ecuatoriano y de la rebeldía recondita que bulle en su nación bajo las especies suaves de una vocalización musical atenuada y la dulcedumbre de su comportamiento.
Porque tal vez en uno y otro obraron arcana conjugación el torrente imperativo de la sangre ibera y el hilo mesurado y abisal de la estirpe aborigen: la tempestad del prosista se apaga en la observancia meticulosa de las buenas maneras sociales; y la placidez de conducta del estatuario se ahce huracanada tormenta en el cincel que muerde rabiosamente la dureza del granito, creanDe ahí, pues, que al llegar a nosotros esta efigie de Juan Montalvo, la miremos complacidos como cosa nuestra también y patrimonio espiri Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica