REPERTORIO AMERICANO 67 bre de Colombia, vos, exdelentísimo señor. En nombre de un pueblo libre entre todos los pue.
blos del mundo; de una tierra que, además del oro y las esmeraldas de la leyenda sonora a carabelas, produce la planta que nos hace dudar si es árbol o es idea, si es emoción o fruto: el café; en nombre de la nación que siguió dedo indicador de Santander y no se ha alejado del camino de la ley que el grande hombre señalara; de este país que produjo, con la Maria vallecaucana, la más bella música para que, tomados de las manos, al pie del árbol romántico, lloren todos los adolescentes enamorados de la América nuestra; en nombre de esta ciudad en cuyos jardines los pájaros ya no tienen miedo a que los niños les arrojen piedras; de este pueblo que aprendió el bien hablar de los labios untuosos y magistrales de Caro y Cuervo, y cuyos niños Se durmieron oyendo el cuento lindo de Simon el Bobito y la canción de cuna Los maderos de San Juan, que no supo retener en el mundo al suicida inmortal.
Qué grato para el bronce de Montalvo, ser recibido por vos, excelentísimo señor Eduardo Santos! Por vos, el colombiano del presente con el cual más habría gustado platicar, en altura espiritual y ética, el gran Cosmopolita. El hombre americano cuyos esfuerzos de cultura he seguido con devoción y con cariño. El colombiano de colombianidad plena en sus aspectos esenciales: el valor civil permanente en más de media vida de obra, el sentido jurídico inquebrantable, el amor al espíritu y a la realización de la cultura. Vida pulcra, diamantina, alta. Para hallarle paralelo, se nos abre la historia por las páginas mayores: cuando se cimentaba en virtud y en dreecho la república romana.
Recibid, señor, a Juan Montalvo. Es el presente que el Ecuador hace a Colombia, quando Bogotá ha cumplido cuatrocientos años.
Dr. Eduardo Santos en Discurso del Presidente de la República, Dr. Eduardo Santos Excelentísimo señor: Bienvenido don Juan Montalvo a esta tierra colombiana, suya por la admiración, afectuosa y etusiasta, que aquí lo ha acompañado siempre; por el amor que él profesara a Colombia y que le da título sobrado para contarse entre los nuestros; por la gloria de su obra espléndida, que hace al egregio hijo de Ambato ciudadano de toda la América.
La amistad entre Colombia y Montalvo no fue una pasajera amistad, sino hondo sentimiento mutuo, de vastas raíces. Don Juan vivió, como vos lo habéis recordado, señor ministro, más de siete años en tierras de Ipiales, tan fervorosa y noblemente colombianas. Llevó allí la vida austera del proscrito, allí escribió sus mejores obras, en una soledad acorde con su extraño temperamento, y nunca había de olvidar esa época, decisiva en su vida. En carta escrita desde Paris decía a su hermano Francisco en 1881: Ya estoy suspirando por el cielo y el clima de Ipiales. más tarde, en vísperas de su muerte, repetía: Si contara con medios de subsistencia en Ipiales, allá me fuera. Me acuerdo con amor de los Andes y sé decir que los días menos amargos y más tranquilos de mi vida han sido los de mi destierro a orillas del Carchi.
Bien pagado estaba ese amor de don Juan por Ipiales con el respetuoso e intenso afecto de nuestros compatriotas. Momento hubo en que el gobierno que el proscrito combatia quiso reclamar su entrega y contra tal pretensión se levantó enérgicamente el jefe municipal de la provincia de Obando, don Ramón Cerón, en documente lleno de amor y de nobleza que me place recordar en este homenaje. Se duele el señor Ce.
rón de que alguien pretenda mezclar en ciertos necesidades y de adversas circunstancias, pero incidentes nombres como el de don Juan Mon que en tanta parte se diría de artífice consagratalvo que, dice, no se pueden pronunciar sino do a perseguir todos los encantos de la forma, casos grandes y con respeto. y agrega: fue el fruto ardiente de un alma tempestuosa que Cúmpleme decir que es tal la simpatia de que no conocía ni la tranquilidad, ni la transacción lel señor Montalvo goza en estos pueblos, simpa ni la indolencia; de un alma en perpetua ebullitía fundada en su carácter y su comportamiento, ción, como algunos de nuestros volcanes, y que no menos que en su amistad declarada por Co no ambicionó nunca la torre de marfil, sino las lombia, que una demostración contra él en todo marchas resonantes a través de los campos de Acaso habría ofendido altamente al público. mérica en persecución de un ideal generoso.
Ante este admirable busto que en nombre del Hay una frase de Montalvo que quizá da la Ecuador nos ofrecéis en frases elocuentes y pa clave de su espíritu. Habían reunido sus amira mí tan gallardamente generosas, que nunca gos alguna suma para editar sus obras pero de podré recordarlas sin hondo reconocimiento; an pronto, en los azares de una crisis política, esa te esta soberbia obra de arte que con gratitud cantidad se entregó al general Eloy Afaro para y emoción recibo en nombre de Colombia, de luchar contra la tiranía. al saberlo don Juan posito como la más fresca ofrenda floral el re lo celebraba y decía a su amigo Alfaro: Pricuerdo de los días que don Juan pasara en Ipia mero es la libertad que la literatura. Espléndiles y que le dan pleno derecho, por sus propios da frase, sobre todo dicha por quien como litesentimientos y por los que él inspirara, para estar rato había de escalar las más altas cimas. Pero entre los colombianos como en su propio hogar.
ese fue el mensaje de don Juan para todos sus Pero a más de esa intima razón existe toda pueblos del Ecuador y de América: primero es la obra múltiple y extraordinaria, de este escritor la libertad que la literatura y que todo, porque que para siempre figurará entre los más grandes la libertad es el único medio en que pueden de América. Nada quiero agregar a lo que al creecr las almas, y templarse los espíritus para respecto habéis dicho con tanta autoridad, se la lucha.
ñor ministro. Apenas quiero recordar que son No disuena esa frase de don Juan en esta ciumuy pocos los espíritus cultos de América que dad de los libros, sino que al contrario la ennono se hayan nutrido de la prosa y el pensamiento blece y decora. Literatura sin libertad puede ser de Montalvo; que no se hayan formado en la cbra de estetas refinados que, lejos de la vida lectura de esos libros tan exquisitos por el estilo y de los hombres, persigan con la sutileza de sus como fuertes por el recio espíritu luchador; tan ingenios aéreas construciones artificiales. La liamericanos y tan europeos, en tan justa medida; bertad como ambiente de la literatura ha de haasombrosamente saturados de cuanto hay de gran. cer que ella produzca los frutos autóctonos que de en esas fuentes inexhaustas e irreemplazables ambicionamos y necesitamos, y que reflejando de la cultura, que son las literaturas clásicas, y nuestras tierras de América y toda la complejienérgica y profundamente vinculados a nuestra dad de nuestro trópico, sea como el yunque en tierras americanas, a sus paisajes, a sus hombres, que se vaya forjando esta alma americana que a sus problemas y a sus pasiones.
no ha de ser flor de invernadero sino planta Esa obra de constante combate, en donde no crecida, libre y vigorosamente, en nuestras pamse ven las ruellas ni de la comodidad ni de la pas y en nuestras montañas.
riqueza, sino antes bien los zarpazos de duras Ojalá se cumpla nuestro deseo, señor minis Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica