124 REPERTORIO AMERICANO La nola dulce y tierna.
Madera de Emilia Prielo.
Oda al ruiseñor De JOHN KEATS Troducción y envio de Pio Bolaños. San José, Costa Rica, febrero 23 de 1938 Me duele el corazón, y soñoliento torpor atormenta mis sentidos, como si hubiera cicuta bebido, o vaciado hasta agotar, algún pesado narcótico hace un minuto, y estuviese en el Leteo sumergido; no es que envidie tu suprema ventura sino que estando también foliz con tu felicidad, que tú, alada Driada del bosque, en alguna melodiosa conjura de fresca haya y coposo sombraje, cantes en verano con la cbundante plenitud de tu garganta Ojalá por un brevaje de vendimia! que haya sido enfriado por largo tiempo er honda cava de tierra, gustado de Flora y la verde campiña, danza, y copla Provenzal, y soleada alegria!
O, en ancha plena copa del ardiente Mediodia, llena del verdadero encarnado Hipocrene, con cuentas de burbujas guiñando en sus bordes y la boca de púrpura marchada; que pueda yo beber, e invisible el mundo dejar y contigo desaparecer dentro de la selva sombria: Desaparecer lejos, disolverse y totalmente olvidar que tú entre las hojas nunca has conocido la angustia, la fiebre y el fastidio aqui, donde los hombres moran y escuchan uno a otro su quejido, donde la apatia connueve a pocos trémulos ancianos, donde la juventud crece pálida, y débil sombra, y muere, donde el solo pensar está preñado de dolor, y el de ojos tardos desespera; donde la Belleza no puede conservar su esplendor o nuevo amor, languidece en aquellos de allende el mañana. Fucra. Fuera de aquí! pues yo volaré a ti, no en la carroza de Baco y sus leopardos, sino en las alas invisibles de la Poesia aunque me retarde y perpiej la embotada mente: ora seré contigo! La noche es tierna, y casualmente la Reina Luna está en su trono, circundada de todas sus rutilantes Hadas; pero aqui no hay claridad, salvo la que del cielo con la brisa sopla entre verdosa lobreguez y ondulantes musgosos senderos No puedo ver las flores que a mis pies están, ni qué suave incienso oscila entre las ramas, mas, en la embalsamada oscuridad adivino cada aroma, con que la oportuna estación dota al césped, la maleza y el manzano silvestre; el piro albar, y la eglantina pastoral; fijas marchitas violetas, cabiertas por sus hojas; y entre la hija primogenita de Mayo, la cercana almizcleña, cuajada de zumo y de rocío; el rondar murmurante de las moscas veraneras.
En la oscuridad escucho; y por largo tiempo me senti casi enamorado de la plácida Muerte, invocándola en dulces nombres de cadencias musicales, aceptara en su aura mi tranquilo reposo; nunca como ahora siento dulce morir, cesar a media noche, sin dolor mientras tú estás Daciando tu alma con tal arrobamiento!
Aunque quisieras cantar y yo no tuviera oidos, hasta tu sublime requiem césped volveríase. Tú no naciste para morir, Pájaro inmortal!
No estéril generación tu planta huella. la voz que oigo esta pasajera noche se escuchó en antiguas edades, por emperador y aldeano: acaso el mismo canto que encontró camino a través del dolorido corazón de Ruth cuando, nostálgica, se mantuvo en lágrimas, en el ajeno campo de mies; el mismo que repetidas veces ha tenido encantado mágicas ventanas, abriendo en la espuma de peligrosos mares, tierras de duendes en abandono. Abandono! la voz nisma es como una campana tañéndome vuelva atrás y retorne a mi propio sér. Adiós. Adiós! la fantasía no puede engañar tan bien como es fama asi lo hace ese diablillo embaucador.
Adiós. Adiós! Su quejumbrosa antifona decae pasando la pradera, sobre el quiet arroyo, cuesta arriba el monte y ahora yace hondamente sepultada, en el cercano claro valle: įfué esta una visión o soñé despierto?
Fugaz es esta melodia: velo o sueño?
Como en un viejo cuento Envio del autor. El Salvador, enero de 1938 Hilando, hilando con el tiempo bello, tiempo que es hilo y filo teje y mata se te enredo en la historia del cabello esa madeja vesperal de plata.
La rueca es mueca. Mueca y serenata.
Es canción y dolor. Talvez por ello ginze su melodia intima y grata girando entre la sombra y el destello.
Hilando, bilando con el tiempo huraño. como en el viejo cuento la princesa has de punzarte con el huso en uso y al nevarte en el pecho la cabeza yo he de creer al cabo niño iluso que te quedas durmiendo año tras año.
HUGO LINDO. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica