CommunismImperialismSandino

REPERTORIO AMERICANO 105 Las Euménides de Sandino Relato de la vida, hozañas y muerte del caudillo Por AURA ROSTAND De la Revista Hoy. México, Envío de la autora. México, febrero de 1938 1926 1933 Augusto Sandino Eronce del escultor Roberto de la Selva Al toro más bravo, si le echan bueyes, lo sacan del ruedo, hecho una miel de manso. En Nicara.
gua dicen: Si te querés volar a un vivo, échale un tonto al lado. En las montañas de las Segovias nicaragüenses, rodeado de valientes, nunca numerosos, Sandino pudo resistir los ataques continuos que por tierra y por aire le hacían siete mil infantes de la marina norteamericana, auxiliados por veintisiete aviones de bombardeo. Pero, en cuanto se dió a la amistad de bovinos de la política, en cuanto se metió con señorones muy inflados, de la aristocracia de su país, no le quedó flanco resguardado. Sandino el fiero, Sandino el invencible, Sandino a quien las Parcas respetaban, murió en plenitud de mansedumbre, asesinado como en una pesadilla, sin darse cuenta plena de la vileza que se cometía con él. Antes de relatar los hechos acaecidos en Managua, la noche del 21 de febrero de 1934, repasemos brevemente la historia de Sandino.
Había nacido en Niquinohomo, en la vergüenza. Su madre era una agraciada mestiza de la clase media, que en Nicaragua se llama mengala y que todavía hoy se distingue, por la indumentaria, de la clase pueblo. así como de la clase del centro. o aristocrática. La mengala lleva calzados los pies, falda de muchos pliegues, camisa de cuello ancho, sin mangas, mientras que la mujer del pueblo anda descalza y la del centro viste a la europea. El padre de Sandino era del centro, señor de saco y chaleco, con cadena de oro tendida sobre el vientre. La ley no escrita del feudalismo nicaragüense permite que los señoritos del centro tomen a mengalas en queridaje, así como a los mengalos que tomen a las del pueblo en maridaje del momento. El eleganta don Gregorio Sandino, terrateniente, cafetalero, le cargó un hijo a la mengala Margarita Calderón, y poco después casó con señorita de su propia clase, doña América Tífer. Sandino se llabama Augusto Calderón Sandino. El nombre de Augusto César fue interpretación de su firma Augusto Sandino.
Con el casamiento de don Gregorio, Margarita Calderón comenzó a deslizar por la pendiente en que su suerte condicionada por la inhumana organización social nicaragüense la había colocado. Antes de echarse al arroyo, hizo entrega del hijo al padre. Doña América le crió, fue buena con el entenado. Un hijo legítimo tuvo don Gregorio Sócrates Sandino Tífer. pero Augusto no perdió con ello ni un ápice del maternal cariño de doña América, y Sócrates, desde su más tierna infancia, aprendió a mirar en su medio hermano mayor, al héroe a quien debía seguir, por quien debía morir. La noche del 21 de febrero de 1934, al tiempo en que asesinaban a Augusto, cerca del campo de aterrizaje de la Pan American Airways, en Managua, asesinaban a Sócrates, en la casa del minis.
tro de Agricultura y Trabajo, don Sofonías Salvatierra, pariente lejano de Sandino.
El joven Augusto Calderón Sandino recibió instrucción primaria y llegó a cursar poco más de un año de instrucción secundaria. La agricultura lo reclamó. Un afán organizador lo condujo a querer la unión de todos los pequeños agricultores de la región llamada de Los Pue.
blos, para colectivizar la venta de sus cosechas y librarlos de los intermediarios que, año con año, se llevaban la mayor parte de las ganancias. Agentes de estos prestamitas era, a la sazón, un sujeto de mala catadura llamado José Maria Moncada, que se había hecho famoso como instigador de motines en el Instituto de Granada.
Era director de ese plantel, el notable educador cubano don José Izaguirre, que antes había sido director del Instituto de Guatemala, maestro de José Martí. Como por instinto innato, Moncada odiaba, desde su mocedad, toda manifestación de nobleza. Al prócer cubano le hizo una guerra infame, hasta arrojarlo. era que el educador se empeñaba en sembrar simiente de justicia, de libertad, de decoro. Al esfuerzo colectivista de Augusto Calderón Sandino, se enfrentó Moncada. Desde entonces los dos hombres fueron enemigos.
Abandonó Sandino su región nativa y emigró al Norte del país, donde halló trabajo en minas propiedad de la nación, pero dadas a explotar a norteamericanos. Aqui se distinguió por su pru.
dencia, por sus dotes de trabajador responsable. Pero la situación inmoral de la tenencia de esas minas le puso un hondo descontento en el alma. Otra vez recogió sus ahorros y cambió de atmósfera. Vino a México.
Hay la leyenda de que fue villista. Nada menos que el general Henry Stimson, el secretario de la Guerra de Teodoro Roosevelt y Secretario de Estado de Hoover, ha propalado que Sandino acompañó a Villa en el asalto de Columbus. Otra leyenda lo hace figurar entre los zapatistas, como soldado de las columnas del general Rafael Cal y Mayor. La verdad es que Sandino no vino a México sino en 1923, cuando ya Zapata había muerto, asesinado también, y Villa hacía tiempo que se había pacificado, Sandino trabajó en los campos petroleros de Tampi.
co, se afilió allí a un sindicato de la Crom, en sus ocios se dió al estudio de la teosofía. era un buen muchacho, que ni bebía ni fumaba ni comía carne, cuando vino a México en solicitud de ayuda el Vicepresidente constitucional de Nicaragua, Dr. Juan Bautista Sacasa, en julio de 1926. la causa de Sacasa se afilió Sandino con un propósito ya madurado: El de llevar a Nicaragua la organización obrera que existia en México simbolizada en los colores rojo y negro.
El fenómeno de España, donde las potencias fascistas están en guerra con las potencias democráticas, siendo España la víctima, es repetción en grande de la guerra que se hicieron en Nicaragua los Estados Unidos, como potencia imperialista, y México como nación antiimperialista. Los Estados Unidos daban armas y prestaban toda ayuda al bando de Díaz y Chamorro; México, al de Sacasa. Los que morían de una y otra parte eran nicaragüenses. Sangrienta fue esa guerra. Ya estaban por ganarla los sa casistas, cuando traicionaron, acatando una paz impuesta el de mayo de 1927, por los Estados Unidos. El generalísimo de las tropas sacasistas era José María Moucada. razón de diez dólares por rifle, de los que había dado México, se vendió Moncada en Tipitapa, población en los alrededores de Managua, hasta donde había llegado, después de muchos combates, desde la costa atlántica. Cabe decir que en el precio de la traición entraba también la promesa de hacerlo a él, Moncada, Presidente de la República.
Todos los generales de la revolución sacasista, y el propio Sacasa a quien le ofrecieron 30. 000 dólares aprobaron el pacto de Moncada, con Stimson, firmado bajo el espino negro de Tipitapa; todos, excepto Sandino, que había or.
ganizado un pequeño ejército bajo la bandera rojinegra del laborismo. Contra Sandino se echaron entonces, en jauría despiadada, los leathernecks (nucas de cuero. veteranos de Chateau Thierry, de la Argonne, en Francia, y los traidores de Moncada. En vano la infantería de marina atacó a Sandino cien veces. Una y otra y otra vez el guerrillero nicaragüense evadió los lazos que le tendieron, desbaratando en hábiles emboscadas los planes yanquis para atraparlo vivo o muerto. Una vez, hasta la mula le capturaron a Sandino, porque éste, como Bolívar (a quien los escultores ponen a caballo. era a lo.
mo de mula que realizaba sus proezas.
El escándalo internacional de esa guerra contra Sandino está fresco en la memoria de las gentes. También está fresca la gloria de Sandino.
Jamás podrá marchitarse. Sandino luchaba per la soberanía de los pueblos hispanoamericanos.
Los comunistas quisieron aprovechar su gallardía. cambio de apoyo le pedían declararse ins trumento de Moscú. Como Sandino rechazara la proposición, los comunistas hicieron cuanto du.
dieron por desprestigiarlo. Aquí en México publicaron que Sandnio, era instrumento yanqui, para justificar la ocupación de Nicaragua, y con la inmoralidad característica de los comunistas. legaron hasta el absurdo de publicar en facsímil un cheque por cincuenta mil dólares que, decían, los yanquis le habían entregado a Sandino.
Por otra parte, de ningún lado le llegaban re.
fuerzos a Sandino. Uno que otro hispanoamericano se enlistaba en sus filas, y luego se cansaba y se iba, Sandino tenía que pertrecharse con lo que les quitaba a los marinos del Tio Sam. Cuando al fin hizo entrega de sus ar.
mas, éstas eran pocas y pobrísimas. Si hubo hombres que se enfrentaran a los invasores de su patria con nada más que sus propios cora Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica