EDITOR: GARCIA MONGE CORREOS: LETRA TELEFONO 3754 En Costa Rica: Suscrición mensual 00 1Repertorio Americano EXTERIOR: EL SEMESTRE: 50 EL ANO: 00 o. am.
SEMANARIO DE CULTURA HISPANICA El suelo es la única propiedad plena del hombre y tesoro común que a todos igualo, por lo que para la dicha de la persona y la calma público, no se ha de ceder, ni fior a ofro, ni hipotecar jamás. José Martí.
Giro bancario sobre Nueva York Erase una vez. Rincón de los niños)
Los chicos Selección y envio de Del libro La cerilla sueca, por Anton Chejov. Colpe. Madrid. 1924. Ha llegado Volodia. grito alguien en el patio. Volodichka ha llegado. chilló Natalia, entrando como una exhalación en el comedor ¡An, Dios mio!
Toda la familia de los Koroleff, que estaba esperando de un momento a otro a su Volodia, se crecipitó a las ventanas.
Junto a la entrada principal de la casa ha.
llábase un am Aio trineo, y de la troiku de blancos caballos desprendíase un vapor espeso. El trineo estaba vacío, porque Volodia se encontra.
ba ya en el vestíbulo, desatándose la capucha, con los dedos rojos por el frío. Traia el capote de estudiante, la gorra, los chanolos y los cabellos de las sienes cubiertos de escarcha, y de todo él se exhalaba un aroma de helada tan delicioso, que, mirándole, daban ganas de estar también helado y decir. Brrr. Brrr. La madre y la tía se preci gitaron a besarlo y abrazarle; Natalia se arrojó a sus pies para quitarle los valenky (1. las hermanas expresa.
ron ruidosamente su alegría, las puertas chirria.
ron y el padre de Volodia, en chaleco y con unas tijeras en la mano, entró corriendo en la antesala y gritó como asustado. Nosotros te esperábamos ayer. Has te.
nido buen viaje. Sin novedad. Dios mío. Dejadle que salude a su padre. Es que no soy su padre. Guau. guau. ladraba con voz de bajo Milord, un gran perro negro, dando con el rabo en las paneldes y en los muebles Todo se confundió en un sólo sonido a kegre que duró unos dos minutos. Cuando lasó el primer arrebato de júbilo, los Koroleff diéronse cuenta de que además de Volodia había en la antesala otro hombrecito. envuelto en pañuelos, chales y capuchas, y cubierto de escarcha; permanecía de pie e inmóvil en un rincón, en la sombra de un gran gabán de pieles. Volodichka. quién es éste. le pregunto en voz baja su madre. Ah. exclamó Volodia, acordándose de Tengo el honor de presentaros a mi compan to Chechevitsen (2. alumno del segundo año de Bachillerato. Le he traido para que pase entre nosotros unos días. Mucho gusto, tenga la bondad. dijo alegremente el padra de Volodia. Perdóneme usted: Mero como estoy en casa, no me pongo la levita. Tenga usted la bondad. Natalia, ayuda a quitarse la ropa al señor Chechevits Dios mío, pero que echen a este perro. Es un castigo!
Al cabo de un rato, Volodia y su amigo Che.
chevi sen, aturdidos por tan ruidosa recepción y todavía sonrosados por el frío, estaban sentados a la mesa tomando el te. El sol de invierno, atravesando la nieve y los dibujos helados de la ventana, temblaba sobre el samovar y bañaba sus puros rayos en el tazón de agua. El ambiente de la habitación era tibio y los muchachos sentían cómo en sus cuerpos ateridos, no queriendo ceder el uno al otro, cosquilleábanse el frío y el calor. Bien, pronto tendremos Navidades!
decía casi canturreando el padre, mientras hacía su cigarrillo con un tabaco marrón Parece que ayer no más era el verano y tu madre lloraba deppidiéndose de ti; y aquí te tenemos otra vez. El tiempo, amigo, corre rápidamente.
Aperas se da uno cuenta de la vida y ya llega uno a viejo. Señor Chibisoff. coma usted, no le dé a usted reparo. Nosotros no gastamos cumplidos.
Las tres hermanas de Volodia, Katia, Sonia y Nacha. la mayor de ellas tenía once añosestaban sentadas junto a la mesa y no quitaban los ojos del nuevo conocido. Chechevitsen era de la misma estatura e igual edad que Volodia, pero no tan rechoncho y blanco como él, sino delgaducho, mareno y cubierto de pecas.
Tenía cabellos cerdosos, los ojos estrechos, los labios gruesos; en general, era bastante feo, y si no hubiera llevado la guerrera de estudiante, por el aspecto exterior se le habría podido tomar por el hijo de la cocinera. Estaba lúgubre y taciturno y no se sonreía ni una sola vez. Las niñas, mirándole, comprendieron en seguida que debía ser un hombre muy inteligente e instruído. Durante todo el tiempo estaba pensando en algo, y tan oculado con sus pensamientos, que cuando le preguntaban algo se estremecía, sacudía la cabeza y pedía que le repitieran la pregunta. Las niñas notaron que también Volodia, siempre alegre y comunicativo antes, esta vez hablaba poco, no se sonreía en absoluto y hasta parecía que no se alegraba haber vuelto a casa. Mientras tomaban el te tan sólo una vez dirigióse a sus hermanas y también con palabras extrañas. Indicó con el dedo el samovar y dijo. En California, en lugar de te, toman gin.
El también estaba preocupado por desconocidos pensamientos, y a juzgar por las miradas que de cuando en cuando cambiaba con su amigo Chechevitsen, los pensamientos de ambos muchachos eran idénticos.
Después del te todos se trasladaron a la habitación de los niños. El padre y las niñas se sentaron junto a la mesa y se dedicaron al tra.
bajo, que había sido interrumpido por la egada de los chicos. Estaban haciendo, con papel de diversos colores, flores y franjas para el árbol de Navidad. Era un trabajo entretenido y ruidoso. Cada flor que se hacía era reci.
bida por las niñas con gritos de entusiasmo, como si la flor hubiera caído del cielo; el papá también se entusiasmaba y de cuando en cuando tiraba las tijeras al suelo, enfadándose con ellas porque no estaban afiladas. La mamá entró en la habitación de los niños, con cara de preocupación y preguntó. Quién ha cogido mis tijeras. Otra vez las has cogido tú, Ivan Nikolaich. Dios mío, ni siquiera me dejan las tijeras. respondió con voz lastimera Ivan Nikolaich, y reclinándose sobre el respaldo de la silla, adoptó la postura de hombre ofendido; pero a cabo de un minuto volvió a entusias.
marse.
En sus anteriores llegadas Volodia se ocuraba también en los preparativos para el árbol de Navidad, o corría al patio a ver como el cochero y el pastor hacían una montaña de nieve; pero ahora él y Chechevitsen no prestaron atención ninguna al papel de colones y ni una sola vez fueron a ver los caballos en la caballeriza, sino que se sentaron junto a la ventana y comenzaron a hablar algo en voz baja; después, ambos abrieron el Atlas geográfico y comenzaron a mirar un mapa. Primero Perm. decía quedamente Chechevitsen De allí a Tiumen. Luego a Tomsk.
Después. después. a Kamchatka. De aquí los samoredos nos trasladarán en lanchas por el estrecho de Behring. de aquí a América.
En América hay muchos animales peludos. California. preguntó Volodia. California está más abajo. Con tal de Llegar a América, ya no es difícil caer en California. Para comer podemos procurarnos alimento por la caza y el saqueo.
Chechevitsen, durante todo el día, se aparto de las niñas, mirándolas de relojo. Después del te de la tarde quedó solo con ellas, casualmente, unos cinco minutos. Era un poco violento estar callado. Tosió severamente, se frotó las manos, lanzó una mirada tétrica sobre Katia y preguntó. Ha Soido usted a Mayne Reid. No, no lo he leído. Oiga usted. sabe usted patinar?
Sumergido en sus nensamientos, Chechevitsen no respondió a esta pregunta y únicamente infló los carrillos y sopló de igual manera que si tuviero mucho calor. Cuando un rebaño de bisontes corre por las pampas, tiembla la tierra, y entonces los mustangos dan coces y relinchan.
Chechevitsen sonricile dristemente y continuo: También los indios asaltan el tren. Pe.
ro lo peor de todo son Sos mosquitos y los comejenes. eso qué es. Son como hormigas, pero tienen alas. Pican horriblemente. Saben ustedes quién soy yo. Concluye en la página anterior. 1) Bolos allas de fieltro. 2) Este opallido significa lenfejas. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica